Comunista
Santiago Carillo fue un hombre de paz viniendo de tanta guerra
Si todos los que ahora dicen que fueron comunistas en el franquismo (y que luego se quitaron) hubieran sido efectivamente comunistas hasta que se borraron, Espa?a hubiera tenido un Gobierno comunista inmediatamente despu¨¦s de Franco. Y no lo tuvo. Y pueden elaborarse dos hip¨®tesis: o bien dejaron de serlo instant¨¢neamente o bien estuvieron en el Gobierno y no nos dimos ni cuenta.
?Pero es verdad que hubo muchos comunistas, fue comunista incluso Ram¨®n Tamames, que aparece ahora tan feliz a la izquierda de Carrillo cuando este se quit¨® la peluca. Lo cierto es que hace mucho que Tamames no es lo que dijo que era. Entre los comunistas, el m¨¢s arraigado en la memoria (en la buena y en la mala) de los espa?oles fue Santiago Carrillo, que acaba de morir. ?l fue el s¨ªmbolo m¨¢s denostado, el menos querido (por quienes no quer¨ªan a los comunistas ni en pintura), y el que mantuvo una autoridad m¨¢s duradera entre los suyos. Pero hubo otros menos denostados y quiz¨¢ m¨¢s queridos, como Marcos Ana, que vivi¨® en prisi¨®n m¨¢s tiempo que el tiempo que tiene de vida. Y Marcos Ana sigue siendo comunista, hasta cuando hace deporte, a su edad nonagenaria, en su casa de la calle de Narv¨¢ez, en Madrid.
No fui comunista, sin duda porque no reun¨ªa las condiciones para serlo, pero s¨ª fui compa?ero de viaje alg¨²n tiempo, en la Universidad, cuando los compa?eros que s¨ª eran comunistas me pidieron que les dejara mi habit¨¢culo para componer all¨ª a ciclostil la revista que ellos hac¨ªan circular con el nombre de Frente Democr¨¢tico.
Ahora que ha muerto Carrillo algunos lo han despedido como lo trataron en vida, a tortazo limpio, y otros (incluso sus adversarios o carceleros) han celebrado su vida m¨¢s reciente, la del l¨ªder que se asoci¨® de manera decisiva al proceso de transici¨®n, como un factor imprescindible para interpretar la historia democr¨¢tica del posfranquismo. As¨ª pues, aquel hombre que hizo la guerra y que luego estuvo en guerra desde el exilio, fue finalmente un hombre de paz, pues paz es lo que hemos tenido hasta ahora.
El fue el s¨ªmbolo m¨¢s denostado, el menos querido (por quienes no quer¨ªan a los comunistas ni en pintura)"
Porque eso es cierto, porque Carrillo fue un hombre de paz viniendo de tanta guerra, extra?a que el lado derecho de la Asamblea de Madrid no lo considere (a¨²n) como un hombre de paz. Tendr¨¢n pegado al cogote (y a la mente) la historia de Paracuellos, que ha salido ahora a relucir como un mantra, y no esta otra historia que hasta el Rey (o desde el Rey) le agradece.
En su ¨²ltimo discurso institucional, antes de dejar la presidencia de la Comunidad de Madrid, la presidenta Esperanza Aguirre le afe¨® con diversos ep¨ªtetos a un diputado provincial de Izquierda Unida la oposici¨®n que ejerc¨ªa en esa sede parlamentaria. Con el retint¨ªn que ella convirti¨® en divisa de su verbo, acab¨® esos adjetivos con la peculiar entonaci¨®n de la palabra ¡°comunista¡±. Dijo: ¡°comuuuunista¡±, como si dici¨¦ndolo as¨ª quisiera dar a entender al p¨²blico (el que estaba en la sala y el que escuchara en sus casas) que eso segu¨ªa siendo insultante tantos a?os despu¨¦s de que Alejo Garc¨ªa anunciara en Radio Nacional de Espa?a que el PCE ya era parte de la legalidad.
Ni muerto Carrillo, que tenga paz, dejan en paz a los comunistas como Carrillo.
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