Catalu?a, democracia aclamativa
De nada valen juegos florales. El problema hoy no es de independencia, sino de democracia
Result¨® ¨²til comprobar que dos episodios del pasado coincid¨ªan en su significaci¨®n, al ver que Rubert de Vent¨®s, exsenador socialista, era el primero en saludar a Artur Mas en la plaza de Sant Jaume, cuando ¨¦ste volv¨ªa triunfante de su entrevista con Rajoy en Madrid. Coincidimos como ponentes en la Universidad de Columbus, 12 a?os atr¨¢s, y me sorprendi¨® que en lugar de ofrecer informaciones concretas sobre la pol¨ªtica catalana, Rubert repitiese una y otra vez que Catalu?a quer¨ªa esto y lo otro, siempre para marcar la ruptura con Espa?a. Le pregunt¨¦ al final bajo qu¨¦ forma se le aparec¨ªa Catalu?a por las noches para manifestarle esos deseos, que entonces no coincid¨ªan en absoluto con los datos disponibles. M¨¢s tarde, tuve una vez a Artur Mas como contertulio en Cuatro, y de nuevo el entonces opositor predicaba todo como si fuera el m¨¦dium de un esp¨ªritu superior, Catalu?a. Esta vez le subray¨¦, para gran enfado de otro participante con sentido de la autoridad, Ernesto Ekaizer, que Catalu?a era pol¨ªticamente plural, y que, por favor, precisase qui¨¦n respaldaba sus declaraciones.
Porque si admitimos que por encima de la sociedad y de la pol¨ªtica catalana existe esa Catalu?a enteriza, capaz de transmitir sus intenciones y voluntades a alguien, ahora el presidente Mas, con el respaldo de un movimiento de masas, los supuestos del pluralismo y de la vida democr¨¢tica se desvanecen. Entramos de lleno en otra concepci¨®n de las relaciones y de las normas pol¨ªticas, que adem¨¢s encuentra unos desagradables antecedentes f¨¢cticos y doctrinales en el ascenso de los nacionalismos autoritarios en el primer tercio del siglo XX, cuyo exponente te¨®rico fuera Carl Schmitt.
Aqu¨ª Mas tiene la virtud de la claridad. De entrada, en buen disc¨ªpulo, no acepta el marco normativo de la Constituci¨®n para llevar adelante su prop¨®sito, salvo si aquel se inclina en todo ante sus planteamientos. En su mente y en su estrategia, la secesi¨®n es ya un hecho irreversible: al acudir a la reuni¨®n de presidentes, no va a Madrid, va ¡°a Espa?a¡±. En virtud de la legitimidad surgida de la movilizaci¨®n del 11-S, Mas no encabeza una instituci¨®n auton¨®mica que deriva su autoridad de la Constituci¨®n y del Estatuto. Ambos pasan a ser meras plataformas de un liderazgo carism¨¢tico cuya misi¨®n es materializar la voluntad de independencia de un sujeto, fruto de una historia m¨ªtica, ¡°los mil a?os de Catalu?a¡±: el Pueblo Catal¨¢n. Este ya habl¨® en la Diada y ahora, en una secuencia ininterrumpida, ha de lograr la confirmaci¨®n de su mensaje en las urnas, una vez ahormada la sociedad catalana. Por eso los no independentistas no deben ser tenidos en cuenta para el proceso, salvo como obst¨¢culos a remover.
El partido del domingo ser¨¢ la ocasi¨®n para escenificar esa exigencia de unanimidad hacia Catalu?a y Europa. Con otro contenido ideol¨®gico, en la senyera colectiva del Camp Nou, como otrora en N¨¹remberg, no caben opositores ni disidentes. L¨®gica consecuencia: las elecciones no deben reflejar una composici¨®n pol¨ªtica plural, han de olvidar los fracasos del gobierno de CiU y limitarse a responder a la cuesti¨®n esencial de la autodeterminaci¨®n para la independencia. Son, pues, elecciones plebiscitarias, destinadas a confirmar el respaldo de masas a la resoluci¨®n del presidente. La normativa vigente no cuenta de cara a la realizaci¨®n del proyecto en curso ¡ªaunque posiblemente Mas disponga de alg¨²n as en la manga en Estrasburgo¡ª, ya que la relaci¨®n se invierte y el orden legal es producto exclusivo de la decisi¨®n del l¨ªder (¡°haremos la consulta con la ley o contra ella¡±). El l¨ªder define adem¨¢s su papel en t¨¦rminos soteriol¨®gicos: una vez salvada Catalu?a, ¨¦l abandonar¨¢ el poder.
No tenemos delante una democracia representativa, sino la democracia aclamativa de Schmitt, donde el voto es puesto al servicio de la aclamaci¨®n del Pueblo, encargada de rubricar la decisi¨®n del L¨ªder carism¨¢tico. Para confirmarlo, como en otros procesos de nacionalizaci¨®n forzosa, entra en escena la visi¨®n maniquea propia del totalismo o totalitarismo horizontal. Se trata de imponer la homogeneidad pol¨ªtica de una sociedad por un sector de la misma, a partir de la distinci¨®n entre puros (independentistas) e impuros (espa?olistas), en torno a un estandarte sagrado (Catalu?a, ¡°la naci¨°¡±), impulsando la conversi¨®n del otro (ejemplo PSC) o su marginaci¨®n pol¨ªtica y cultural definitiva. Instrumento: el monopolio del espacio p¨²blico y de la comunicaci¨®n a favor del efecto mayor¨ªa y de las sanciones impl¨ªcitas pero efectivas al resistente.
De nada valen ensayos para juegos florales apelando a la concordia. En Catalu?a hoy el problema no es de independencia, sino de democracia.
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