La pol¨ªtica del esperpento
La fiesta del absurdo ya la tenemos bien instalada sin necesidad de esos personajes de feria de nuestra querida Italia
Luis B¨¢rcenas, extesorero del PP desde nadie sabe realmente cuando y titular de una cuenta de decenas de millones en Suiza, mantiene uno de los m¨¢s sorprendentes chantajes p¨²blicos que se hayan visto jam¨¢s. La arist¨®crata Corinna von Sayn Wittgenstein, de relaci¨®n indefinida con la Casa Real e implicada indirectamente en el caso N¨®os, se dedica a hacer declaraciones en la prensa y a la vez alega que los medios la presionan. Salen a la luz en Catalu?a un conjunto de tramas cruzadas de espionaje pol¨ªtico ¡ªy no s¨®lo pol¨ªtico¡ª que har¨ªa las delicias del mism¨ªsimo Torrente. El ministro de Hacienda, en lo que parece algo m¨¢s que una acusaci¨®n velada, insin¨²a que algunos diputados de la oposici¨®n no pagan sus impuestos. El l¨ªder de IU, miembro del Congreso, dice que hay que ganar en la calle lo que no se puede conseguir en el parlamento. El ¨²nico partido pol¨ªtico espa?ol con una clara vocaci¨®n federal amenaza con romper sus puentes con quienes dotan de sentido a dicho adjetivo. Un miembro de la Comisi¨®n de Igualdad niega impl¨ªcitamente en Twitter el sentido de la comisi¨®n a la que pertenece...
En fin, no he hecho m¨¢s que recoger algunas de las noticias que nos ha dejado la actualidad espa?ola de los ¨²ltimos d¨ªas. Si este es el espejo en el que se refleja la pol¨ªtica espa?ola ¡ªy esto es solo es una peque?a muestra¡ª, ?para qu¨¦ queremos a un Beppo Grillo o al mismo Berlusconi? La fiesta del absurdo y lo grotesco ya la tenemos bien instalada en la vida p¨²blica sin necesidad de esos personajes de feria de nuestra querida Italia.
Sigamos. La estabilidad pol¨ªtica aparece asegurada por un partido con mayor¨ªa absoluta, pero su l¨ªder se encuentra enfangado por el chantaje ya aludido. Su continuidad pende ahora de las artima?as de este personaje cuyos pr¨®ximos pasos se escapar¨ªan hasta al m¨¢s afamado de los kremlin¨®logos. Para colmo, el Gobierno se jacta de su mayor¨ªa frente al caos italiano. La oposici¨®n, por su parte, languidece presa de la melancol¨ªa y por su incapacidad para hacer cre¨ªble una labor que sea a la vez cr¨ªtica y responsable. Y ahora encima tiene que tragarse el sapo de la cuasi-escisi¨®n de facto del PSC, mezclada con la en¨¦sima escaramuza sobre el futuro liderazgo del partido por parte de Chac¨®n. Sobre estos y casi todos los dem¨¢s partidos que integran nuestro arco parlamentario cae adem¨¢s la sospecha de estar implicados en casos de corrupci¨®n. Seg¨²n dicen las encuestas, esto lo piensa una ampl¨ªsima mayor¨ªa de espa?oles. Pero los pol¨ªticos no pueden ponerse de acuerdo en una resoluci¨®n dirigida a combatirla. Crece tambi¨¦n la sensaci¨®n de que vivimos en la mentira y en el reino de las medias verdades y, ya se sabe, es imposible confiar en quienes pensamos que nos enga?an. Mientras tanto, en la calle siguen prodig¨¢ndose las manifestaciones de los afectados por la crisis econ¨®mica y de indignados de distinto pelaje. Todo un espect¨¢culo.
Lo curioso de la situaci¨®n es que parece que ya nos hemos acostumbrado a vivir as¨ª, desayun¨¢ndonos cada d¨ªa con un nuevo esc¨¢ndalo, un nuevo giro de alguno ya conocido, una declaraci¨®n fuera de tono o una nueva imagen de alguno de nuestros ilustres imputados entrando en alg¨²n juzgado. Nunca, al menos desde las fotos de Rold¨¢n en calzoncillos, hab¨ªa sido tan esperp¨¦ntica nuestra vida pol¨ªtica. Y, sin embargo, por debajo de esta fachada hay una sociedad que ya parece haberse puesto las pilas. Proliferan iniciativas de la sociedad civil en las que se debaten cuestiones p¨²blicas, las empresas se esfuerzan por competir, se movilizan los afectados por las decisiones m¨¢s lacerantes, abundan todo tipo de redes en las que se combina la s¨¢tira con el humor negro y resurge una conciencia cr¨ªtica cargada de lucidez y frescura. Una ciudadan¨ªa hasta ahora pasiva y ensimismada ha emprendido ya su propio camino hacia nuevas formas de auto-organizaci¨®n en las que predomina una asombrosa complicidad e imaginaci¨®n. Como en la ¨¦poca del tardofranquismo, se ha abierto de nuevo una brecha entre la Espa?a oficial de las instituciones y la Espa?a real del nuevo activismo. No se vislumbran los medios para reconciliarlas, pero el esperpento, el ver nuestro rostro de tal modo deformado, nos ha permitido pasar de la anterior desaz¨®n y nihilismo a una actitud diferente, m¨¢s consciente de nuestro protagonismo y menos predispuesta a dejarse enga?ar o caer en el autoenga?o. No es mayoritariamente antisistema, pero sabe que no puede eludir estar presente en su ya inevitable regeneraci¨®n.
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