Devaluaciones
El desafecto de los catalanes tiene una de sus causas en la devaluaci¨®n institucional de Espa?a
En sus entrevistas ante la prensa econ¨®mica de la semana pasada en Nueva York, el presidente Rajoy se atribu¨ªa todo el m¨¦rito de haber sacado a Espa?a de la recesi¨®n gracias a su pol¨ªtica de devaluaci¨®n interna, con severos recortes del empleo, los salarios y el gasto p¨²blico. As¨ª olvidaba la decisiva contribuci¨®n del gobernador del BCE, cuando profiri¨® aquellas c¨¦lebres palabras m¨¢gicas que calmaron la especulaci¨®n financiera contra la periferia del euro. Y tambi¨¦n olvidaba que si ahora nuestro pa¨ªs encuentra tantos obst¨¢culos para iniciar la recuperaci¨®n es precisamente a causa de la devaluaci¨®n que ha deprimido la inversi¨®n, el cr¨¦dito y la demanda interna. Por tanto, aun suponiendo que Rajoy acierte al anunciar el final de la recesi¨®n, cabe dudar de que semejante devaluaci¨®n competitiva haya merecido la pena. Bien est¨¢ que hayamos tocado fondo, pero ?a qu¨¦ precio?
La devaluaci¨®n interna ha mejorado nuestra competitividad exterior al reducir los costes laborales, pero tambi¨¦n ha descapitalizado nuestros activos (que caen en el descr¨¦dito por la ca¨ªda del cr¨¦dito bancario) y ha devaluado nuestros recursos productivos, desvalorizando nuestro capital humano que queda as¨ª infrautilizado y subempleado, vi¨¦ndose obligado a emigrar en inferioridad de condiciones. En suma, se trata de una pol¨ªtica de contracci¨®n del valor que, aunque parezca un buen negocio eficaz y funcional a corto plazo de acuerdo a las leyes de la oferta y la demanda (de ah¨ª el informe de Morgan Stanley: ?Que viva Espa?a!), en t¨¦rminos pol¨ªticos supone un error may¨²sculo, pues equivale a malvender y abaratar no solo el despido y los salarios sino a nuestro propio pa¨ªs. Y lo barato siempre sale caro.
Toda devaluaci¨®n supone una desvalorizaci¨®n, una infravaloraci¨®n que deprecia aquello que minusvalora, conden¨¢ndolo al desprecio o a la p¨¦rdida de aprecio. Es lo que ha ocurrido con Espa?a, cuya devaluaci¨®n interna ha coincidido con el ascenso de la corrupci¨®n para degenerar en una devaluaci¨®n institucional. Esto ha supuesto para nuestro pa¨ªs la p¨¦rdida de gran parte de su poder blando (el soft power de Joseph Nye), redundando en el descr¨¦dito de la marca Espa?a, como pudo verse al quedar eliminados en la primera ronda de los juegos ol¨ªmpicos. Y entre los m¨²ltiples efectos disfuncionales de esta p¨¦rdida de atractivo pol¨ªtico del poder blando espa?ol destaca el de la progresiva balcanizaci¨®n de nuestro pa¨ªs, a la que asistimos ante el ascenso de un secesionismo catal¨¢n que ha encontrado razones para despreciar a Espa?a esperando despegarse de ella como hizo Kosovo de Serbia.
El desafecto y desapego de los catalanes tiene una de sus causas en la devaluaci¨®n institucional de Espa?a. Una desconfianza merecida por la instrumentalizaci¨®n que las ¨¦lites pol¨ªticas han hecho del entramado institucional espa?ol, al que han terminado por deslegitimar y desacreditar. De modo que hacen bien los catalanes en desconfiar de una Espa?a devaluada por sus propios dirigentes. Pero por id¨¦nticas razones tambi¨¦n deber¨ªan desconfiar de la propia Catalu?a, cuyo tejido institucional tambi¨¦n se ha visto instrumentalizado, deslegitimado y desacreditado por la irresponsabilidad y la corrupci¨®n de sus ¨¦lites pol¨ªticas en la misma medida que en el caso espa?ol. En realidad, la operaci¨®n independencia es una devaluaci¨®n interna en toda regla, emprendida por Artur Mas y compa?¨ªa con la esperanza de quedarse con todo el capital social de Catalu?a S. A. sin compartirlo con sus socios espa?oles. Pero al pretender aislarla de su entorno, lo que se ofrece es reducir su escala pol¨ªtica malvendiendo y abaratando unos activos que perder¨ªan gran parte de su valor actual. Lo cual implicar¨ªa una fuerte reducci¨®n del soft power catal¨¢n, que desde la econom¨ªa de escala que se disfruta sobre la cubierta del portaviones espa?ol dispone de mucho mayor alcance, radio de acci¨®n y capacidad de maniobra. Pues no es solo valor econ¨®mico lo que se perder¨ªa con la independencia sino sobre todo valor pol¨ªtico, que redundar¨ªa ineluctablemente en la depreciaci¨®n de la marca Catalu?a.
Por eso, si Espa?a necesita una regeneraci¨®n y una revalorizaci¨®n institucional, Catalu?a tambi¨¦n las precisa. Y eso no se conseguir¨¢ con una pseudo independencia que supondr¨ªa la devaluaci¨®n de los catalanes hacia la segunda divisi¨®n europea (mientras que a bordo del carrier espa?ol est¨¢n en la primera l¨ªnea de la Uni¨®n), sino poni¨¦ndose a trabajar para lograr la revalorizaci¨®n de Catalu?a. Lo que hay que exigirles a los actuales responsables pol¨ªticos del principado catal¨¢n no es una devaluaci¨®n competitiva de su pa¨ªs, sino una ampliaci¨®n de su capital social, lo que implica mucho mayor sentido del compromiso adquirido y de la responsabilidad corporativa.
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