Llueve mucho
Es dif¨ªcil ponerse en el punto de vista del que gobierna; vive demasiado lejos. Pero cuesta entender que el presidente Rajoy pueda decir con toda impunidad que la econom¨ªa espa?ola es hoy ¡°una econom¨ªa saneada¡±. O que el ministro de Hacienda, Crist¨®bal Montoro, coloque sin sonrojo a Espa?a como referente de la econom¨ªa mundial. Con seis millones de parados, con la morosidad bancaria al alza, con un sinf¨ªn de empresas emblem¨¢ticas cerrando, con salarios a la baja con la correspondiente p¨¦rdida de poder adquisitivo, con nula creaci¨®n de empleo y con un crecimiento imparable de las desigualdades, ?se puede hablar de econom¨ªa saneada, es decir, libre de cargas, como precisa el diccionario? Ser¨¢ para algunos, pero para la inmensa mayor¨ªa seguro que no.
Vivimos un tiempo de fracturas profundas que cuestionan los fundamentos antropol¨®gicos, ideol¨®gicos y morales de nuestras sociedades; fractura social, con un crecimiento de las desigualdades dentro de los pa¨ªses del llamado primer mundo que nos retrotrae a las primeras d¨¦cadas del siglo XX y con un empeoramiento manifiesto de las condiciones de vida de gran parte de la sociedad; fracturas tecnol¨®gicas, con un ser anal¨®gico como el humano buscando orientaci¨®n en el universo digital y con la revoluci¨®n de las biotecnolog¨ªas en curso; fracturas culturales, en un mundo en que religiones, creencias y verdades incuestionadas han perdido los monopolios territoriales y conviven con recelo, entre cierto desconcierto ciudadano; fracturas geopol¨ªticas, a m¨¢s movilidad m¨¢s barreras para las personas, al fin del gran muro ha seguido inesperadamente la profusi¨®n de obst¨¢culos f¨ªsicos y simb¨®licos a la movilidad de los ciudadanos; y, en el caso espa?ol, fractura pol¨ªtica con un r¨¦gimen pol¨ªtico agotado, endog¨¢mico y r¨ªgido, que necesita de reformas urgentes.
En este contexto, de la pol¨ªtica democr¨¢tica cabr¨ªa esperar una cierta tarea de sutura, un esfuerzo para buscar puntos de encuentro y trazar l¨ªneas de superaci¨®n de los conflictos, una capacidad para escuchar y atender posiciones y proyectos, un reconocimiento de lo que Ulrich Beck llama ¡°el poder de los impotentes¡±. No se trata de los celebrados consensos, perfectamente est¨¦riles, que no tienen otro objeto que neutralizar la pol¨ªtica; al contrario, se trata de abrir juego y hacer pol¨ªtica constructiva. Y, sin embargo, donde deber¨ªan configurarse protocolos de comunicaci¨®n que hagan posible el debate entre propuestas e intereses distintos, solo encontramos el desd¨¦n o la negaci¨®n, por la v¨ªa de la renuncia al pensamiento y la palabra. Desde que el PP gobierna ¡ªy sin olvidar la responsabilidad del PSOE que ya empez¨® con la cantinela, sobre todo a partir de 2010¡ª el discurso sobre las pol¨ªticas contra la crisis se ha reducido a una sola idea: ¡°No hay alternativa¡±. Y la respuesta a la fractura territorial ¡ªal proyecto independentista catal¨¢n¡ª se ha limitado a decir que es ilegal y que es imposible. Ambas respuestas no son solo un insulto a la inteligencia ¡ªuna manera de renunciar a la funesta man¨ªa de pensar¡ª sino que expresan adem¨¢s una cultura pol¨ªtica autoritaria y despreciativa. La democracia se funda en la palabra y el respeto mutuo. Es decir, a la toma en consideraci¨®n de las voces que llegan de la ciudadan¨ªa.
Esta manera de hacer pol¨ªtica ahonda en las fracturas en vez de construir puentes
Esta manera de hacer pol¨ªtica que ahonda en las fracturas en vez de construir puentes, se traduce tanto en las grandes opciones como en el d¨ªa a d¨ªa de la pol¨ªtica parlamentaria. El PP, instalado en su mayor¨ªa absoluta, se queda s¨®lo en las decisiones m¨¢s importantes. La ley de educaci¨®n y los presupuestos del a?o pr¨®ximo son dos ejemplos recientes. Es incomprensible que una ley tan b¨¢sica para una sociedad, por razones estrictamente ideol¨®gicas de un gobierno empe?ado en someter al pa¨ªs a una contrarreforma cultural, se haga sin la menor voluntad de buscar acuerdos que garanticen la continuidad necesaria para dar estabilidad al sistema educativo. Al contrario, la ley se ensa?a con las posiciones de otras fuerzas pol¨ªticas, imponiendo la sumisi¨®n a los intereses de la Iglesia cat¨®lica, buscando el enfrentamiento con las comunidades aut¨®nomas, especialmente Catalu?a, y construyendo una educaci¨®n falsamente elitista basada en la cultura del desprecio a los perdedores.
De modo que en un momento de grandes fracturas, la estrategia del PP no hace sino agrandarlas, conforme a una idea peculiarmente agresiva de la pol¨ªtica. Eso s¨ª, casi siempre evitando dar la cara. Como, por ejemplo, cuando Mariano Rajoy, preguntado por la anulaci¨®n de la doctrina Parot, contesta: ¡°Llueve mucho¡±. Chiste para el entusiasmo de palmeros y aduladores. S¨ªmbolo de una manera de entender la pol¨ªtica como un ejercicio de casta de iniciados que no tiene porqu¨¦ dar explicaciones a nadie.
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