Sufi-aceptable
En el reciente debate sobre la consulta catalana, el portavoz del PNV en el Congreso respondi¨® a la apreciaci¨®n de Rajoy de que los catalanes nunca hab¨ªan tenido un autogobierno como el actual con un ¡°?Y qu¨¦; qu¨¦ ocurre si quieren m¨¢s?¡± Pueden querer m¨¢s, pero ser¨ªa injusto subestimar el alto nivel de autogobierno alcanzado. Y de todas formas, el deseo no crea derecho. Adem¨¢s de quererlo ser¨¢ preciso que las demandas sean compatibles con el funcionamiento del Estado auton¨®mico que ha propiciado ese autogobierno.
Pujol ha reconocido varias veces el error, en la reforma del Estatut, de no haber buscado aliados en el resto de Espa?a; y Duran Lleida acaba de decir que otro error fue ¡°haber dejado fuera a medio Parlamento espa?ol¡±. Artur Mas despreci¨® en su momento la posibilidad de hacer frente com¨²n con las otras comunidades que denunciaban maltrato fiscal, Madrid y Baleares, ambas gobernadas por el PP, lo que podr¨ªa obligar a Rajoy a implicarse. El argumento fue que eso desfigurar¨ªa la singularidad catalana.
El Comit¨¦ de las Regiones de la UE rechaz¨® favorecer el reconocimiento de nuevos Estados
En la presentaci¨®n, la semana pasada, de un libro coordinado por J. J. Soloz¨¢bal sobre problemas auton¨®micos (La reforma federal. Espa?a en sus siete espejos), un experto en la materia, Jos¨¦ Tudela, sintetiz¨® el equilibrio deseable en esta f¨®rmula: reforma constitucional que incluya un reconocimiento de la singularidad de Catalu?a que sea suficiente para la mayor¨ªa de los catalanes y aceptable para el resto de los espa?oles. Lo que significa que no basta un amplio consenso interno catal¨¢n si suscita un rechazo igual de amplio en las dem¨¢s comunidades.
Tal como est¨¢n las cosas ser¨ªa dif¨ªcil casar ambas cosas: lo aceptable para unos ser¨ªa juzgado insuficiente por los otros, y viceversa. Una forma de superar ese bloqueo ser¨ªa empezar por una reforma constitucional que plasmase un nuevo pacto auton¨®mico. Para lo cual la parte catalana tendr¨ªa que retirar el refer¨¦ndum de noviembre, cuya convocatoria impide el acuerdo, y situarlo al final, como ratificaci¨®n del mismo y no como su condici¨®n.
Por Sant Jordi, el president pidi¨® ayuda a la UE para buscar una soluci¨®n en la que ¡°todos ganemos¡±. Pero no mediante una alternativa a la consulta aceptable para la mayor¨ªa, sino facilitando su celebraci¨®n. Su argumento fue desafiar a la UE a demostrar que Catalu?a no es una naci¨®n.
La UE no es neutral en esta cuesti¨®n. En una votaci¨®n celebrada el 12 de abril de 2013, el Comit¨¦ de las Regiones rechaz¨® por 120 votos contra 18 una propuesta de flexibilizaci¨®n del reconocimiento de nuevos Estados en Europa. Y de la condici¨®n nacional de Catalu?a no se deduce sin m¨¢s que deba ser independiente, seg¨²n el viejo y desacreditado principio de las nacionalidades. Para que se reconociera su derecho a serlo habr¨ªa que demostrar que vive sojuzgada y que peligra su identidad singular. Algo que ning¨²n europeo informado podr¨ªa sostener.
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