Salir de la calle, sin condiciones
Un estudio apoya la f¨®rmula de dar una casa a los sin techo sin exigirles cambios
Si se ofrece a un sin techo un hogar digno sin exigir condiciones ?abandonar¨¢ la calle? La pregunta se la hizo hace unos 20 a?os la organizaci¨®n estadounidense Pathways to Housing ante los pobres resultados que obten¨ªan las entidades que ayudan a las personas sin hogar para que cambiaran de vida. Si el objetivo es que puedan llegar a tener una vivienda digna, ?por qu¨¦ no empezar directamente por el alojamiento?
Dos d¨¦cadas despu¨¦s, esta f¨®rmula ¨Cconocida en el mundo anglosaj¨®n como housing first, es decir, primero la vivienda- se ha ido extendiendo hasta convertirse en el modelo de referencia en pa¨ªses como Finlandia o Francia, cuyo Gobierno ha lanzado un programa para ofrecer 500 casas a sin techo de todo el pa¨ªs. Esta apuesta acaba de recibir el aval de un trabajo publicado recientemente la prestigiosa revista Journal of the American Medical Association (JAMA), que, a partir de una experiencia canadiense, concluye que los programas que facilitan el acceso directo a viviendas accesibles y permanentes son m¨¢s eficaces a la hora de acabar con la vida en la calle.
En Espa?a, el modelo apenas est¨¢ dando sus primeros pasos. La Red de Apoyo a la Integraci¨®n Sociolaboral (RAIS Fundaci¨®n), lanz¨® en verano un programa piloto con diez viviendas en Barcelona, otras tantas en Madrid y ocho en M¨¢laga.
Hasta hace unos a?os, exist¨ªa la convicci¨®n generalizada de que era imposible cambiar las cajas de cart¨®n o el cobijo de un cajero autom¨¢tico por una cama en una casa independiente de un d¨ªa para otro. Por ello, el tr¨¢nsito se estructura a trav¨¦s de un programa por escalones que hay que superar paso a paso: primero hay que abandonar el abuso del alcohol u otras sustancias, luego recibir atenci¨®n por los servicios de salud mental y, poco a poco, ir recuperando las habilidades necesarias para reintegrarse en la sociedad y poder tener una vida independiente. A medida que se cubren estas metas, se van abriendo puertas: una plaza en un albergue, una residencia de media estancia, un piso compartido y, al final del camino, una vivienda social.
¡°Pero este camino puede exigir un esfuerzo tit¨¢nico, es dificil¨ªsmo¡±, comenta Patricia Bezunartea, de RAIS Fundaci¨®n, una entidad especializada en la atenci¨®n a estas personas. Las reca¨ªdas pueden suponer la expulsi¨®n del programa, y volver a empezar de nuevo. ¡°El proceso se convierte frecuentemente en una puerta giratoria, un c¨ªrculo sin salida en el que van pasando los a?os y la situaci¨®n se cronifica¡±, a?ade.
El modelo de housing first da la vuelta a la f¨®rmula cl¨¢sica. En lugar de acabar el proceso en la vivienda, la casa es el punto de partida. Y, adem¨¢s, sin requisitos previos. No se exige dejar el alcohol o las drogas. Tampoco someter a control sanitario los problemas de salud mental que pudiera tener el usuario, que suelen ser muy comunes. Todo ello lo decidir¨¢ el beneficiario voluntariamente. ¡°Aunque casi siempre se reducen los consumos de sustancias de abuso. Con la casa, lo habitual es un replanteamiento vital que lleva a no querer perder la vivienda y cambiar de h¨¢bitos¡±, indica Patricia Bezunartea.
S¨®lo se pide pagar, en funci¨®n de la capacidad econ¨®mica, un alquiler (en torno al 30% de su renta, como m¨¢ximo, el resto lo cubre el programa), guardar unos m¨ªnimos de convivencia con el vecindario y permitir la visita de una persona de apoyo una vez a la semana como enlace con la red social o sanitaria.
El trabajo canadiense compar¨® los resultados de la estrategia convencional con la que prioriza la vivienda. Para ello sigui¨® durante dos a?os a 1.198 personas sin hogar con problemas mentales (de Vancouver, Winnipeg, Toronto y Montreal). A un grupo de 687 (hombres en un 65% de los casos) se les aloj¨® en casas independientes, frente al resto, a quienes se ofrecieron los servicios de estos municipios. Al cabo de dos a?os, los que participaron en el modelo de ¡°vivienda primero¡± permanecieron entre el 62% y el 77% (en funci¨®n de la ciudad) de todo este tiempo residiendo en un alojamiento estable frente al 23%-38% del resto de los indigentes. Otros estudios en Estados Unidos y Europa indican que a los cinco a?os, entre el 88% y el 93% de los participantes en estos programas siguen ocupando la casa que se les entreg¨®.
Respecto a la mejora de la calidad de vida de las personas, los investigadores canadienses apenas han observado mejoras entre ambos grupos, un aspecto que ha llamado la atenci¨®n de la responsable de la unidad de desarrollo estrat¨¦gico de RAIS Fundaci¨®n. ¡°Quiz¨¢s haya tenido que ver que se trataba de personas con graves enfermedades cr¨®nicas y deterioro f¨ªsico ligado a estas patolog¨ªas¡±, apunta. ¡°Me sorprende esta conclusi¨®n¡±, a?ade, ¡°nosotros hemos observado mejoras inmediatas en las personas a las que asistimos¡±.
En Espa?a, las asociaciones humanitarias calculan que hay unas 8.000 personas viviendo en la calle. La opci¨®n de ofrecer una vivienda deber¨ªa ser un recurso generalizado para todas ellas, explica Bezunartea. Especialmente, para quienes se encuentran en una peor situaci¨®n de salud y exclusi¨®n. "Por incre¨ªble que parezca,? los mejores resultados se obtienen con estas personas que no encuentran respuesta en ning¨²n otro recurso". En todo caso, esta especialista sostiene que debe de ser una alternativa m¨¢s que no sustituya la oferta actual de albergues o residencias para personas sin hogar.
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