La cuesti¨®n de la desigualdad
Ser¨ªa una frustraci¨®n enorme que al final del ciclo electoral no cambiara nada
La corrupci¨®n, el deterioro del r¨¦gimen y la cuesti¨®n territorial ocupan gran parte de la atenci¨®n en los debates de un a?o plenamente electoral. Escarnios como el de la Agencia Tributaria que compara al PP con C¨¢ritas para justificar que reciba donaciones ilegales y no pague por ellas (doble infracci¨®n) confirman la p¨¦sima salud del r¨¦gimen y la escasa sensibilidad democr¨¢tica del partido gobernante que sigue sin asumir responsabilidades pol¨ªticas por las haza?as de su tesorero y utiliza los servicios de la Administraci¨®n para protegerse.
Hay cierta tendencia a creer que el factor electoral decisivo es la econom¨ªa
En este contexto, cuesta que entre en la agenda electoral la desigualdad que hoy es el principal problema de Espa?a. Cuando la desigualdad se acerca a sus niveles catastr¨®ficos el sistema se resiente en cadena: las fracturas sociales crecen, se pierde eficiencia, aumenta el gasto, cae la m¨ªtica productividad, crece la inseguridad, el Estado del bienestar se gripa y se hunden las expectativas, que son el verdadero motor social.
Hay cierta tendencia a creer que el factor electoral decisivo es la econom¨ªa. De esta idea vive el PP: si la econom¨ªa crece la victoria se dar¨¢ por a?adidura. Pero esta visi¨®n estad¨ªstica de la econom¨ªa que circula por los despachos, que ve la ca¨ªda de los salarios como un ¨¦xito de las reformas y no como un problema para millones de ciudadanos, es socialmente ininteligible. La verdad social de la econom¨ªa es otra: es la percepci¨®n que los ciudadanos tienen de sus expectativas de futuro. Mientras el Gobierno pregona que ya se ha salido de la crisis, los salarios siguen bajando, los nuevos empleos duran un suspiro y la hora de trabajo a tiempo parcial es muy inferior a la de tiempo completo.
La corrupci¨®n destruye las instituciones, quiebra la moral colectiva y sale muy cara al pa¨ªs. Esper¨¢bamos que los Gobiernos sometieran los mercados a la democracia y resulta que lo que hacen es adaptar la democracia a los mercados, es decir, vaciarla poquito a poco. Con raz¨®n los nuevos partidos claman contra este deterioro. Ser¨ªa una frustraci¨®n enorme que al final del ciclo electoral no cambiara nada. Pero esto no deber¨ªa impedir reconocer que la cuesti¨®n de fondo es la desigualdad. Y que en todos los problemas del pa¨ªs subyace la cuesti¨®n de la equidad.
Es irritante ver el desprecio que la derecha tiene por la cuesti¨®n de la desigualdad
Fran?ois Hollande gan¨® a Nicolas Sarkozy con una campa?a basada en la idea de justicia. Una vez en el poder se olvid¨® de ella y se hundi¨® hasta convertirse en el presidente franc¨¦s con mayor rechazo. El que ponga la cuesti¨®n de la desigualdad en el centro de la agenda pol¨ªtica y fuerce a los dem¨¢s a reconocerla, tendr¨¢ la iniciativa en la campa?a. Siempre y cuando sea capaz de ser cre¨ªble en las formas de plantearla y en las propuestas para afrontarla. Es irritante ver el desprecio que la derecha tiene por la cuesti¨®n de la desigualdad. ¡°?Qu¨¦ es la igualdad? Los hombres siempre hemos sido desiguales¡±, dicen. ?Cinismo o estupidez?
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