¡°Me gast¨¦ en apuestas 130.000 euros de la indemnizaci¨®n de mi padre¡±
EL PA?S asiste a una terapia para j¨®venes lud¨®patas: veintea?eros enganchados a las apuestas deportivas, la ruleta y el bingo electr¨®nicos y el juego online
¡°Me gast¨¦ 70.000 euros en dos meses; 4.000 en un solo d¨ªa. En total, 130.000 euros¡±. Benito (nombre falso) no ten¨ªa ese dinero. Era la indemnizaci¨®n laboral de su padre. Miles de euros y de a?os de trabajo que se fueron evaporando en los 90 minutos que dura un partido de f¨²tbol o los 55 segundos de una carrera de galgos. Ten¨ªa 24 a?os cuando hizo su primera apuesta, gan¨® y se enganch¨®. Ahora, con 26, acude dos veces por semana a una terapia de grupo en Zaragoza para los nuevos lud¨®patas: veintea?eros adictos a las apuestas deportivas, al p¨®quer online, al bingo electr¨®nico... El m¨¢s joven del grupo tiene 19 a?os. No hay ninguna chica.
¡°Hace siete a?os, la mayor¨ªa de la gente que ven¨ªa a pedirnos ayuda ten¨ªa entre 28 y 35 a?os. Ahora ese perfil ha bajado de los 18 a los 25 y muchos empezaron siendo menores¡±, asegura Juan Lamas, director t¨¦cnico de la Federaci¨®n Espa?ola de jugadores de Azar Rehabilitados (FEJAR).
Benito viv¨ªa solo en Zaragoza, donde estaba estudiando. Desde otra ciudad, sus padres le llamaban con las habituales preocupaciones - "?Comes bien? ?Est¨¢s estudiando para los ex¨¢menes?..."- ajenos al grav¨ªsimo problema de su hijo. "Ment¨ªa todo el tiempo. Dec¨ªa que iba a clase, pero en realidad, estaba todo el d¨ªa apostando. Dorm¨ªa por las ma?anas, a las cuatro de la tarde me iba al sal¨®n de juegos, a las m¨¢quinas de apuestas, y estaba all¨ª hasta las 2 de la ma?ana. Consum¨ªa coca¨ªna para seguir jugando, uno o dos gramos al d¨ªa. Incluso all¨ª mismo, porque las dependientas me dejaban. Luego me iba de juerga toda la noche...". Benito se fundi¨® todos sus ahorros y todo el dinero que le enviaban para pasar el mes. Cuando se acab¨®, en dos visitas a casa de sus padres, donde guardaban el dinero de la indemnizaci¨®n, se llev¨® los 130.000 euros.
Los padres y las parejas de los adictos acuden a terapia una vez por semana; los lud¨®patas dos. Al entrar, entregan un sobre con los recibos de todo lo que han gastado ¡ªtienen un presupuesto de cinco euros al d¨ªa; 24 el fin de semana¡ª, y una muestra de orina para descartar drogas.
Parte del proceso de rehabilitaci¨®n, explica el terapeuta Rodolfo Andr¨¦s, consiste en averiguar qu¨¦ les llev¨® a jugar, para intentar corregirlo o controlarlo. Benito empez¨® apostando a algo que conoc¨ªa y le gustaba, el f¨²tbol. "Yo soy del Bar?a, pero cuando apuestas, eso no importa nada. Luego empec¨¦ a apostar a cosas de las que no ten¨ªa ni idea: tenis, balonmano, voleibol, carreras de galgos, de caballos... Cuando ganas, te sientes importante. Ese dinero te hace sentir poderoso, m¨¢s que los dem¨¢s".
Tuvo rachas buenas."Llegu¨¦ a ganar 17.000 euros en un partido de Champions. Me fui a vivir a un hotel. Me compr¨¦ un reloj car¨ªsimo. Pero daba igual lo que ganara porque siempre me lo volv¨ªa a jugar. El reloj no me dur¨® ni un mes porque enseguida lo vend¨ª. Al principio no piensas en las p¨¦rdidas. Luego ya solo apuestas para intentar recuperar lo que has perdido y al final lo terminas perdiendo todo".
Benito fue aisl¨¢ndose poco a poco. Todo empez¨® a molestarle porque todo le distra¨ªa de jugar. "Lleg¨® un momento en que no quer¨ªa saber nada de la gente. Les dije a mis padres que se me hab¨ªa roto el m¨®vil, pero en realidad lo apagu¨¦. Solo pensaba en apostar. Solo viv¨ªa para jugar". Su novia, preocupada, habl¨® con sus padres y les cont¨® que les hab¨ªa cogido dinero de la indemnizaci¨®n, entonces, 70.000 euros. ¡°Confes¨¦. Me di cuenta de lo que estaba haciendo y me sent¨ª un desgraciado. Volv¨ª a estudiar y me registr¨¦ para que no me permitieran jugar m¨¢s¡±.
Benito se inscribi¨® en el Registro General de Interdicciones de Acceso al Juego, la base de datos estatal en la que se apuntan quienes quieren que les proh¨ªban seguir jugando (de forma presencial u online). Ese registro contaba el pasado 27 de abril con 33.756 nombres, el 75% hombres. ¡°El n¨²mero aumenta a un ritmo de 100 m¨¢s al mes aproximadamente desde 2012¡±, afirma Carlos Hern¨¢ndez, director general de Ordenaci¨®n del Juego. Las comunidades aut¨®nomas cuentan con sus propios registros y deben compartir los datos del estatal, pero esa comunicaci¨®n no siempre funciona, seg¨²n denuncian asociaciones de exjugadores.
No funcion¨® con Benito. ¡°A los dos meses volv¨ª al sal¨®n de juegos. Pens¨¦ que no me iban a dejar entrar porque estaba en el registro; pero dijeron que no les aparec¨ªa nada en su ordenador. Entr¨¦, jugu¨¦... y volv¨ª a quitarle dinero a mi padre. Me daba tanta verg¨¹enza volver a casa y contar la verdad que estuve tres semanas viviendo en el coche, en la calle¡±.
Termin¨® confesando. "Mis padres quer¨ªan ayudarme, que fuera a terapia, pero a mi me daba mucha verg¨¹enza", relata. "No hay que avergonzarse de nada. Esto es una enfermedad", asegura, en un momento de la terapia, Esther Aguado, presidenta de la? asociaci¨®n aragonesa de jugadores de azar rehabilitados (Azajer), y exlud¨®pata. "Yo estuve jugando a las tragaperras y al bingo desde 1986 hasta el 21 de octubre de 1991. Jugu¨¦ un d¨ªa al bingo, me toc¨® y repet¨ª. Perd¨ª un piso que ten¨ªa, y vinieron dos veces a embargarme la casa donde viv¨ªa con mi hija. Mi madre tuvo que pagar las deudas. En total, perd¨ª diez millones de pesetas de la ¨¦poca. Entiendo a estos chavales. S¨¦ de lo que hablan".
Todos los directivos de Azajer, como Aguado y Jos¨¦ Vicente Mar¨ªn, director terap¨¦utico, son exlud¨®patas. "Vivimos de las subvenciones y donaciones de antiguos pacientes, pero con la crisis se han reducido casi un 80%. Y justo ahora es cuando m¨¢s demanda tenemos", advierte Mar¨ªn.?
"Aqu¨ª me han ayudado mucho", concluye Benito. "Llevo sin jugar desde enero y me siento liberado. He vuelto a estudiar, un m¨®dulo superior de qu¨ªmica ambiental, y tengo buena relaci¨®n con mis padres. Ojal¨¢ pudiera devolverles el dinero".
Roberto. 31 a?os. Adicto al p¨®quer online. "Escogen a iconos como Nadal para atrapar a gente muy joven"
Acababa de ingresar en el ej¨¦rcito, con 24 a?os, porque de lo suyo -grado superior en inform¨¢tica- no encontraba trabajo. "Al principio jugaba al p¨®quer regularmente porque me gustaba, pero no era una necesidad. Le¨ªa libros de estrategias, ve¨ªa tutoriales de jugadores profesionales, me met¨ªa en foros... Empec¨¦ a tener problemas con mi pareja y a jugar m¨¢s. Cuanto m¨¢s jugaba, m¨¢s problemas ten¨ªa con mi novia, y cuantos m¨¢s problemas ten¨ªa con mi novia, m¨¢s jugaba...", recuerda Roberto, de 31 a?os.
Hasta que se prohibieron, jugaba torneos por Internet con todo el mundo. "A veces, hasta 7.000 personas. Diez horas seguidas con descansos de cinco minutos. Lo m¨¢ximo que perd¨ª en un d¨ªa fueron 5.000 euros. En total, unos 45.000. Me fund¨ªa mi n¨®mina y luego ped¨ªa cr¨¦ditos r¨¢pidos a sitios como Cofidis".
Roberto jugaba siempre en PokerStars, la empresa que anuncia Rafa Nadal. "Escogen a ese tipo de icono deportivo para atrapar a gente joven. Creo que ¨¦l no es consciente de lo que hay detr¨¢s, pero verle anunciando esto para m¨ª ha sido una decepci¨®n".
David. 26 a?os. Bingo electr¨®nico. "Le quitaba a mi abuela el sobre de la pensi¨®n"
El d¨ªa que cumpl¨ªa 18 a?os acudi¨® con 10 amigos a un bingo. "Nos toc¨® un bote de 170 euros". A la semana siguiente, volvi¨® con otro amigo. "Y no nos toc¨® nada". Unos d¨ªas despu¨¦s fue, ya solo, a un sal¨®n de juegos. "Met¨ª 10 euros en la m¨¢quina de bingo electr¨®nico y me llev¨¦ 300. Enganchada total". David gast¨® 70.000 euros en esas m¨¢quinas durante cinco a?os. Ahora tiene 26, acude a una terapia para j¨®venes lud¨®patas y lleva dos meses y medio sin jugar.
Antes de engancharse al bingo electr¨®nico, David hac¨ªa deporte, entrenaba a un equipo de f¨²tbol de cr¨ªos de ocho a?os, trabajaba de comercial, preparaba unas oposiciones y ten¨ªa novia. El juego arras¨® con todo. "El d¨ªa 3 de cada mes ya me hab¨ªa fundido toda la n¨®mina. Terminaron ech¨¢ndome porque dej¨¦ de ir para poder jugar. Me levantaba por la ma?ana, iba al gimnasio y despu¨¦s al sal¨®n de juegos. Com¨ªa y cenaba all¨ª. Me invitaban siempre porque gastaba mucho dinero. Pod¨ªa pasar 14 o 15 horas seguidas jugando. Me gast¨¦ todos mis ahorros de la cartilla, de la comuni¨®n, empe?¨¦ todo lo que ten¨ªa... y rob¨¦. Iba a ver a mis padres y les quitaba el dinero de la cartera. Mi abuela ten¨ªa un sobre con el dinero de la pensi¨®n. Al principio le cog¨ªa 50 euros. Un d¨ªa me llev¨¦ todo el sobre. En total, le rob¨¦ unos 1.500 euros. Cuando iba de camino a su casa siempre me dec¨ªa: 'Hoy no les robo nada'... pero luego siempre lo hac¨ªa".
En el sal¨®n de juegos donde David jugaba al bingo electr¨®nico no solo le invitaban a comer y a cenar. "Me llegaron a prestar 3.000 euros los due?os del local, que he ido devolviendo poco a poco". No pod¨ªa parar. Ni siquiera cuando ganaba mucho dinero. "Una vez gan¨¦ 700 euros en una hora. Me fui a comprar una virgencita del pilar de oro para una cadena. Volv¨ª al sal¨®n de juego, me fund¨ª un mont¨®n de pasta y sal¨ª a empe?ar la virgencita que acababa de comprar. No la disfrut¨¦ ni hora y media".
Chema. 26 a?os. Ruleta electr¨®nica. "Empe?aba tantas cosas que me dijeron que la polic¨ªa vendr¨ªa a por m¨ª"
Chema se enganch¨® a la ruleta electr¨®nica de los salones recreativos, donde se dej¨® 20.000 euros en seis a?os: de los 18 a los 24. "Al principio jugaba con mi dinero. Cuando se acab¨® empec¨¦ a robar en casa: cog¨ªa joyas de mi madre, la Play de mi hermano, las bicis de los vecinos en el garaje, un ventilador, un radiador el¨¦ctrico... y los empe?aba. En el sitio donde me las compraban me llegaron a decir que si segu¨ªa llev¨¢ndoles tantas cosas la polic¨ªa vendr¨ªa a por m¨ª".
Sus padres nunca le dijeron nada. "Evidentemente se daban cuenta de que les faltaban las cosas, pero no quer¨ªan ver el problema. Lo hemos hablado en terapia, les daba miedo saber lo que era", explica. "Chocaba mucho con ellos, porque son del Opus. Tengo TDH [Trastorno de d¨¦ficit de atenci¨®n por hiperactividad] y estudiar siempre me ha costado m¨¢s que a los dem¨¢s. Eso me ha causado mucha frustraci¨®n: la gente piensa que eres tonto. Me desahogaba de todo con el juego. Cuando ganas sientes euforia, no piensas en nada m¨¢s".
Chema lleva dos a?os y medio siendo puntual y fiel a la terapia. Pero a¨²n se tiene miedo. ¡°Esta es una enfermedad para toda la vida¡±.
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