La imprudencia pol¨ªtica

La persona que siendo joven no ha cometido alguna estupidez no ha sido joven. Es un hecho casi incontestable. Sin embargo, no hay que olvidar que hay est¨²pidos vocacionales que pasan por la infancia, la juventud y la madurez con una actitud contumaz. Quien se posiciona en un extremo de la rectitud moral y juzga al resto de la humanidad ¨Cespecialmente a las fuerzas pol¨ªticas que no son las de uno mismo- debe asumir la consecuencia de ser juzgado con la misma severidad draconiana.

Los aires de cambio y el viento de la indignaci¨®n no pueden arrancar de personas con comportamientos est¨²pidos ni intolerantes. Los ciudadanos necesitan que la confianza que han depositado en sus representantes se vea traducida en una ¨¦tica respetuosa, porque el respeto nos lleva a la tolerancia y ¨¦sta a la convivencia. Quien no lo respeta, acaba convirtiendo el ¡°humor¡± en algo obsceno. Arrebatar la dignidad al ser humano es un error imperdonable en pol¨ªtica.

Gestionar la cultura de una ciudad como Madrid es una responsabilidad importante y compleja porque la cultura es el paradigma de lo heterog¨¦neo. La cultura alternativa es tan necesaria para una sociedad como el ox¨ªgeno, pero esta necesidad no implica que debamos permitir adalides de la cultura del odio,porque el odio nunca es cultura. La dignidad del ser humano es inviolable y quien traspasa esa barrera no es merecedor de representar la responsabilidad pol¨ªtica otorgada por los ciudadanos. Lo m¨¢s preocupante de ciertas actitudes no es la absoluta insensibilidad con el dolor ajeno sino la cosificaci¨®n de las personas con las que se disiente.

Para ser buen pol¨ªtico no s¨®lo hay que coger un meg¨¢fono y despertar conciencias. No solo hay que regalar abrazos y proclamar mantras obvios. Para ser buen pol¨ªtico hay que ser buena persona, hay que saber no s¨®lo defender a los m¨¢s necesitados sino ponerse en la piel de los que m¨¢s han sufrido.

Mar¨ªa del Mar Espinar, Concejal del Ayuntamiento de Madrid PSOE