¡®Catexit, catexis¡¯
El 'president' se autoriza a s¨ª mismo a derrocar la legalidad para despu¨¦s poder violarla
Cuando parec¨ªa que las listas de confluencia podemita iban a acabar con el souffl¨¦ soberanista, hete aqu¨ª que el honorable Mas ha logrado llevarse al huerto a sus compa?eros de viaje, embarc¨¢ndoles en la Llista del President con rumbo no se sabe si a Jauja o a la tierra de nunca jam¨¢s. Con ello se ha apuntado un tanto medi¨¢tico destinado a invertir la tendencia de los sondeos de opini¨®n, hasta aqu¨ª desfavorables para unos indepes que ahora bien podr¨ªan remontar el vuelo. Y de este modo su ansiada desconexi¨®n o Catexit (analog¨ªa catalana del Brexit ingl¨¦s y el Grexit heleno) parece al alcance de la mano. Una palabra curiosa, esta de catexit, que recuerda a la catexia o catexis de Freud: un arranque de rauxao s¨²bita pulsi¨®n libidinal que es capaz de anular e imponerse a la censura del s¨²per yo.
Y para reforzar este car¨¢cter cat¨¦ctico, que subvierte las normas represoras con una descarga desinhibida de energ¨ªa transgresora, nada mejor que presentar la catexit como una vulneraci¨®n de la legalidad en toda regla. Es decir, contra el Estado de derecho, el Estado de hecho. Lo cual aureola al proc¨¦s con el atractivo de los amores prohibidos, de la misma forma que el contrato matrimonial de mutuo inter¨¦s, que hasta ahora sellaba la conllevancia de Catalu?a y Espa?a, poco puede hacer ante la impetuosa violencia del amor pasi¨®n, t¨ªpico de las uniones de hecho entre cohabitantes que por toda Europa est¨¢n superando arrolladoramente a las uniones formales. Pura catexia.
Es verdad que t¨¦cnicamente estamos ante una soberana prevaricaci¨®n, pues la hoja de ruta anunciada por la Llista presidencial unitaria est¨¢ programada para violar por sistema toda legalidad que pueda oponerse a ella. Y esa premeditada vulneraci¨®n de la ley no se atribuye a la insumisa desobediencia civil, como se hizo en el simulacro plebiscitario del 9-N, sino que ahora se promete ejecutarla desde el Parlament y el Govern, ¨®rganos estatales encargados de imponer la Rule of Law, cumpliendo y haciendo cumplir la legalidad.
Ahora bien, esta cr¨®nica de una prevaricaci¨®n anunciada no deber¨ªa sorprendernos demasiado, proviniendo de un actor pol¨ªtico, la CiU pujoliana, que ha hecho toda su carrera en la ocupaci¨®n y el ejercicio de los poderes p¨²blicos mediante la pr¨¢ctica subrepticia de la corrupci¨®n sist¨¦mica. As¨ª nacieron y as¨ª aprendieron a crecer mediante la violaci¨®n de la legalidad, dado que el fin, la salvaci¨®n de la patria, justifica los medios. Y ahora prometen seguir haci¨¦ndolo, pero ya no de modo clandestino, esta vez de forma oficial, p¨²blica y solemne. Es decir, ahora lo har¨¢n performativamente.
Para ello alegan una nueva justificaci¨®n con el fin de arrogarse el derecho a violar la ley que juraron o prometieron defender. Y su excusa actual, al modo de Carl Schmitt, es el estado de excepci¨®n, que exime al soberano de cumplir la legalidad y le autoriza a violarla para poder recrearla a discreci¨®n. Ahora bien, ?de d¨®nde surge ese supuesto estado de excepci¨®n que confiere licencia para violar la ley? Del puro acto solemne por el que el president lo anuncia y declara, autoriz¨¢ndose a s¨ª mismo a derrocar la legalidad para poder violarla.
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