Segundas oportunidades
Los votantes querr¨¢n que los partidos aprendan de los errores cometidos
Nadie parece dudar ya de que los ciudadanos espa?oles volver¨¢n a pasar por las urnas el pr¨®ximo 26 de junio. Aunque la repetici¨®n de elecciones sea el resultado de un fracaso, los partidos tendr¨¢n que hacer de la necesidad virtud y construir para la campa?a un relato positivo de los ¨²ltimos meses y de lo que significa tener que votar de nuevo. Algunos l¨ªderes pol¨ªticos ya est¨¢n en ello y se han referido a las futuras elecciones como una segunda oportunidad. La pregunta es ?para qu¨¦ y a qu¨¦ coste?
Es muy posible que pol¨ªticos y ciudadanos entiendan esa oportunidad de manera distinta: los primeros como una oportunidad para optimizar votos y los segundos como una ocasi¨®n para que finalmente se llegue a un acuerdo de gobierno. Cada uno fiar¨¢ en el otro la responsabilidad de deshacer el embrollo. Los l¨ªderes pol¨ªticos esperar¨¢n que la soluci¨®n a la par¨¢lisis institucional provenga de un cambio en las preferencias de los votantes y de un reparto de esca?os menos complejo. En cambio, los votantes querr¨¢n que los partidos aprendan de los errores cometidos en el pasado y pondr¨¢n sus expectativas, no tanto en que los resultados sean distintos, sino en la capacidad de sus l¨ªderes para gestionarlos.
Aunque el coste social de unas nuevas elecciones todav¨ªa es incierto, el principal lastre de toda segunda oportunidad es que el pasado no puede borrarse. Por eso nada podr¨¢ devolvernos al 20-D: los partidos no podr¨¢n revisar sus estrategias, ni los ciudadanos podr¨¢n evitar ver lo que han visto y tomar sus propias conclusiones. De momento, el rastro m¨¢s visible de esta experiencia postelectoral es un deterioro en la opini¨®n p¨²blica de la valoraci¨®n presente y futura de la situaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs. Con ello se ha puesto fin al optimismo pol¨ªtico que emergi¨® t¨ªmidamente a lo largo del 2015.
As¨ª las cosas, lo peor que podr¨ªa pasar es que la creciente insatisfacci¨®n ciudadana se tradujera en apat¨ªa y desinter¨¦s. Tradicionalmente la desafecci¨®n pol¨ªtica se asocia a ciudadanos con poca formaci¨®n y desinteresados de los asuntos p¨²blicos. Sin embargo, no fue eso lo que pas¨® con la crisis de representaci¨®n pol¨ªtica que cristaliz¨® en el 2011. Entonces emergi¨® una desafecci¨®n ¡°en positivo¡±, proveniente de ciudadanos muy insatisfechos con el funcionamiento de la democracia, pero relativamente formados y muy interesados en pol¨ªtica.
Fueron esos ciudadanos quienes pusieron de manifiesto el vac¨ªo en la oferta electoral de los partidos tradicionales y los que en un principio nutrieron los electorados de las nuevas formaciones. Ahora est¨¢ por ver hasta qu¨¦ punto las enormes torpezas con las que el nuevo tiempo pol¨ªtico se ha estrenado alimentan el descontento y la apat¨ªa entre los votantes y hunden gran parte de las esperanzas que la opini¨®n p¨²blica deposit¨® en la transformaci¨®n del sistema de partidos.
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