El lado olvidado de la prostituci¨®n
La dif¨ªcil y cambiante vida de un prostituto en el centro de Madrid
?lvaro recibe en la puerta de su piso, cerca de la plaza de Callao de Madrid. Es muy alto y delgado. "Muchos clientes se asustaban al entrar y ver que soy tan alto, as¨ª que decid¨ª esperarles tumbado en la cama", dice ?lvaro, el nombre ficticio que utiliza este brasile?o de 43 a?os en los anuncios en los que ofrece sexo y masajes. Lleg¨® hace nueve a?os a Espa?a, encontr¨® trabajo en un restaurante, pero acab¨® perdi¨¦ndolo por no tener papeles. Un d¨ªa le dieron una invitaci¨®n para una sauna gay. Algunas son simples lugares de encuentro y en otras hay tambi¨¦n hombres que ejercen la prostituci¨®n. ?sta era de las segundas. A los pocos minutos de llegar, alguien le pregunt¨® por su tarifa y esa fue su primera vez.
"He visto cosas que van en contra de mi personalidad. Muchos chicos viven all¨ª las 24 horas del d¨ªa, hay mucho consumo de drogas, robos. Eso me hac¨ªa mucho da?o. El trabajo en s¨ª, no", dice ?lvaro de la sauna en la que trabaj¨® dos a?os. Un amigo le anim¨® a establecerse por su cuenta, a publicar anuncios en p¨¢ginas de contactos, y, a pesar de los vaivenes econ¨®micos, empez¨® a tener una cartera de clientes, a controlar mejor las condiciones de los encuentros. "Hubo momentos en los que no ten¨ªa ni para comprarme una barra de pan. Es algo que la gente no se espera. Piensan que ganamos mucho dinero".
Aunque con el tiempo la situaci¨®n mejor¨® y hubo meses en los que lleg¨® a conseguir 3.000 euros, dice que ahora apenas puede cubrir los gastos de vivir en el centro, algo fundamental para su trabajo. Todav¨ªa sin la nacionalidad espa?ola, no puede hacerse ni un contrato para el tel¨¦fono m¨®vil y estuvo tres a?os sin poder acudir a un centro de salud. "Llevo nueve a?os sin cotizar y es algo que me preocupa mucho. Me gustar¨ªa cumplir con mi parte como ciudadano y disfrutar de mis derechos", dice.
Su trabajo se divide entre los que solicitan a ?lvaro y los que quieren a Samanta, nombre de su ¨¢lter ego travestido, surgido despu¨¦s del ¨¦xito que tuvo en unas fiestas del Orgullo. La mayor¨ªa de los clientes de ?lvaro son hombres gays y, espor¨¢dicamente, alguna pareja. Los de Samanta "hombres heteros, bisexuales, casados, que buscan un rollo totalmente diferente, una fantas¨ªa".
Durante mucho tiempo se resisti¨® a tomar drogas, pero ahora consume coca¨ªna con algunos clientes ¡ª"he llegado a estar diez horas con una misma persona y es muy dif¨ªcil sin tomar nada"¡ª. ?lvaro es muy discreto cuando habla de las personas que le contratan. "Yo no veo al que me contacta como dinero, veo una persona que me est¨¢ buscando e intento dar lo mejor de m¨ª. Soy muy educado y doy un trato especial", dice.
"Estoy en una edad en la que la cosa se est¨¢ complicando. En mi perfil de chico digo que tengo 35, en el de Samanta, gracias al maquillaje, que tengo 30". Cuando el negocio se acabe, quiere estudiar para ser trabajador social. "Me queda poco tiempo en el trabajo masculino del sexo. Va mucho por el f¨ªsico". Su historia es una de las doce que aparecen en el libro sobre prostituci¨®n masculina La dif¨ªcil vida f¨¢cil (Punto de Vista, 2016) de Iv¨¢n Zaro, uno de los miembros fundadores de Imagina M¨¢s, una ONG que junto al Ayuntamiento de Madrid inici¨® en 2013 un programa de asistencia a hombres y mujeres transexuales que ejercen la prostituci¨®n.
?lvaro tambi¨¦n pertenece a Imagina M¨¢s. Es uno de los educadores encargados de visitar locales y saunas, hablar con los hombres que trabajan en ellos, darles informaci¨®n sobre pruebas m¨¦dicas o cuestiones legales, repartir condones. "Es un mundo muy complicado. Hay muchos chicos de Latinoam¨¦rica, muy j¨®venes, metidos en pisos donde les quitan los pasaportes. Muchos gastan lo poco que ganan en drogas".
Dice que su vida en Brasil era muy parecida a la de aqu¨ª, que ten¨ªa la misma libertad y hasta ganaba m¨¢s dinero en su trabajo de organizador de eventos, pero que quer¨ªa vivir "una aventura", salir al mundo, aprender ingl¨¦s. Su destino inicial era Irlanda, pero el amigo que le invit¨® le dej¨® tirado. "Cuando decid¨ª venir a Madrid s¨®lo sab¨ªa de los toreros y las sevillanas, pero al llegar me enamor¨¦ de la ciudad. Es muy parecida a la m¨ªa, Goiania, cerca de Brasilia. A veces, estoy haciendo algo en casa y pienso que estoy all¨ª".
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