Por una pol¨ªtica sin culpa
A los representantes p¨²blicos no les vendr¨ªa mal la autorreflexi¨®n y el orgullo que caracterizan a periodistas y fil¨®sofos, para desmontar falsos mitos
Que los periodistas hablan mucho de s¨ª mismos es cosa sabida. Hasta el punto de que tal vez quepa afirmar que constituyen uno de los colectivos profesionales m¨¢s autorreferenciales. No es lo m¨¢s relevante ahora entrar a comentar en profundidad los t¨¦rminos en que lo hacen. Baste con decir en general que suelen ser unos t¨¦rminos elogiosos, en los que se destaca la importancia de su actividad para la buena salud cr¨ªtica de la ciudadan¨ªa, la trascendental funci¨®n social de su tarea para un correcto funcionamiento de la democracia, etc. No obstante, valdr¨¢ la pena puntualizar que esos mismos lectores a menudo no parecen valorar de manera tan inequ¨ªvoca a dicho colectivo, si atendemos a los comentarios cr¨ªticos que resulta f¨¢cil escuchar por la calle respecto a ¡°los periodistas¡±, en los que es frecuente que se les reproche su tendenciosidad, o se cuestione su genuino inter¨¦s por la verdad, su subordinaci¨®n a los dictados de la empresa a la que pertenecen, etc¨¦tera.
Alguien podr¨¢ contraargumentar que otros colectivos hacen lo propio. Los fil¨®sofos ¡ªpor mencionar uno que me resulta francamente familiar¡ª hablan mucho de s¨ª mismos, sobre todo en los ¨²ltimos tiempos. La clara percepci¨®n de que su disciplina est¨¢ en peligro, tanto en nuestro pa¨ªs como en otros de nuestro entorno, es en gran medida la responsable de dicha reacci¨®n. Pero resultar¨ªa enga?oso ubicar en esta particular y contingente circunstancia la ¨²nica raz¨®n de la querencia de la filosof¨ªa a tomarse como objeto. En realidad, la raz¨®n m¨¢s importante es constituyente, fundacional: la filosof¨ªa es un saber que tiene como una de sus caracter¨ªsticas estructurales reflexionar sobre s¨ª. La autorreferencialidad en su caso forma parte de su misma definici¨®n, cosa que no ocurre, obviamente, con el periodismo. Aunque habr¨ªa que a?adir a rengl¨®n seguido que, al igual que sucede con los periodistas, la percepci¨®n que de los fil¨®sofos a menudo se tiene en la sociedad ¡ªsumariamente: como personas que viven encerradas en su propia burbuja especulativa, ajenas por completo a lo que sucede en el mundo real¡ª no es tan entusiasta como la que los susodichos tienen de s¨ª mismos.
Pero tal vez el colectivo m¨¢s an¨®malo desde el punto de vista que estamos considerando sea el de los pol¨ªticos. Por lo pronto, en este caso la distinci¨®n entre ellos y su actividad tiene una importancia mucho mayor que en los colectivos anteriores. Porque no cabe afirmar que quienes m¨¢s hablan de la pol¨ªtica sean precisamente sus propios protagonistas, los pol¨ªticos. En realidad, de la pol¨ªtica en cuanto tal tratan mucho m¨¢s los polit¨®logos o los analistas pol¨ªticos que los representantes de la ciudadan¨ªa. Incluso, sin temor alguno a la exageraci¨®n, podr¨ªa afirmarse que los pol¨ªticos hablan poco de s¨ª mismos, igual que no se prodigan haciendo consideraciones sobre la pol¨ªtica en general.
Probablemente una de las razones de este silencio tenga que ver con la naturaleza misma del grupo. Aunque se haya convertido en habitual el r¨®tulo ¡°los pol¨ªticos¡± (a veces tambi¨¦n denominados ¡°los pol¨ªticos profesionales¡±), como si constituyeran un colectivo n¨ªtidamente identificable, formado por personas que permanecen en el ¨¢mbito p¨²blico pr¨¢cticamente toda su vida, la cosa est¨¢ lejos de ser as¨ª. Tal vez resulte de utilidad a este respecto un simple dato. Alguien me comentaba que existe una asociaci¨®n de exdiputados de la democracia, que bien podr¨ªa servir como un universo representativo de la totalidad de los parlamentarios que ha habido en este pa¨ªs en los ¨²ltimos 40 a?os. Pues bien, la mitad de sus miembros solo duraron en el esca?o una legislatura y, del resto, la mayor¨ªa solo prolong¨® su vida parlamentaria una legislatura m¨¢s. Como se ve, una realidad algo diferente de la imagen de los pol¨ªticos atornillados al esca?o o al cargo durante casi toda su vida laboral.
No se pretende con tales datos tender un manto de comprensiva benevolencia sobre este grupo ni, menos a¨²n, indultar a quienes efectivamente pueden haberse profesionalizado en la pol¨ªtica, en el peor sentido de la expresi¨®n ¡°profesionalizarse¡±, sino llamar la atenci¨®n sobre la peculiar naturaleza del colectivo, en gran medida de aluvi¨®n y, en todo caso, muy alejada de la consistencia interna que desde fuera se le suele atribuir. Un colega fil¨®sofo muy cercano, aterrizado recientemente en las tareas parlamentarias, me comentaba, con divertido estupor, que la formaci¨®n pol¨ªtica por cuyas listas se hab¨ªa presentado a las ¨²ltimas elecciones hab¨ªa procedido a reescribir su p¨¢gina de Wikipedia, pasando a definirle como ¡°fil¨®sofo y pol¨ªtico¡±, como si hubiera adquirido esa nueva condici¨®n ontol¨®gica de un d¨ªa para otro, por el mero hecho de haber sido elegido.
Si la an¨¦cdota ¡ªde apariencia trivial, reconoc¨ªa mi colega¡ª resultaba significativa es porque coincid¨ªa con una sensibilidad que tambi¨¦n hab¨ªa detectado en amplios sectores de la sociedad. Y, para ilustrar esto, me refer¨ªa como an¨¦cdota de refuerzo, una reuni¨®n, a escasas semanas de haber empezado a ejercer como diputado, en la que el representante de una ONG (?a la que ¨¦l mismo hab¨ªa pertenecido en el pasado reciente!) hab¨ªa procedido a increparle, atribuy¨¦ndole todos los rasgos peyorativos con los que habitualmente se caracteriza a ¡°los pol¨ªticos¡± (tacticismo, ausencia de principios, desinter¨¦s por los problemas reales de los ciudadanos, exclusiva atenci¨®n a los c¨¢lculos partidarios m¨¢s electoralistas...). ¡°Tuve la impresi¨®n ¡ªcontinuaba cont¨¢ndome¡ª de que se hab¨ªa producido en m¨ª, sin que yo me hubiera enterado, algo parecido a la transubstanciaci¨®n eucar¨ªstica de la que nos hablaban los curas de nuestra infancia. Y de la misma forma que se nos dec¨ªa que el pan y el vino se convert¨ªan durante el sacramento de la comuni¨®n en el cuerpo y la sangre de Cristo, as¨ª tambi¨¦n termin¨¦ por pensar que, con la toma de posesi¨®n del esca?o, deb¨ªa haberse producido en m¨ª una transformaci¨®n en mi sustancia de la que todo el mundo parec¨ªa ser consciente menos yo mismo¡±.
Esta real heterogeneidad de un colectivo tenido desde fuera por homog¨¦neo permite explicar en gran medida su efectiva impotencia para dar cuenta de su propia pr¨¢ctica, para elaborar un m¨ªnimo discurso (m¨¢s all¨¢ de los cuatro t¨®picos de ordenanza sobre el servicio p¨²blico) que consiga tematizar el sentido profundo que para sus protagonistas posee la actividad pol¨ªtica y, en id¨¦ntica medida, sea capaz de dar respuesta a los ataques que esa misma pol¨ªtica viene recibiendo ¨²ltimamente desde diversos frentes. Porque no cabe olvidar el nuevo frente cr¨ªtico que, desde dentro, parece hab¨¦rsele abierto a la pr¨¢ctica pol¨ªtica institucional. Flaco favor le hacen no solo a la dignidad sino a la propia eficacia de las instituciones quienes, tras haber afirmado con triunfal insistencia que solo cuando ellos fueron elegidos entr¨® por fin el pueblo en las mismas (como si los votos obtenidos por otras fuerzas pol¨ªticas procedieran de unos extraterrestres), ahora se dedican a repetir que lo que realmente importa no es el poco lucido trabajo institucional, sino lo que sucede en la calle. Se dir¨ªa que a la prisa por entrar le ha seguido, a la vista de su insolvencia parlamentaria, la urgencia por salir.
Considerado lo cual, podr¨ªamos concluir, todo lo provisionalmente que haga falta, que tal vez no les vendr¨ªa mal a nuestros pol¨ªticos algo del orgullo autorreferencial de los periodistas y buena dosis del empecinamiento autorreflexivo de los fil¨®sofos. En todo caso, siempre ser¨ªa mejor opci¨®n que la verg¨¹enza culpable que en ocasiones parece atenazar a algunos de nuestros representantes p¨²blicos por el mero hecho de serlo, y la ausencia de discurso acerca del sentido ¨²ltimo de su actividad en el que unos cuantos de ellos parecen encontrarse muy a gusto. En definitiva, puestos a buscar un eslogan que sustanciara lo que se echa a faltar en este colectivo, acaso se podr¨ªa proponer el siguiente: menos voluntad de poder y m¨¢s voluntad de entender.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona y portavoz del PSOE en la Comisi¨®n de Educaci¨®n del Congreso de los Diputados. Su ¨²ltimo libro se titula ¡®El ojo de halc¨®n¡¯ (Barcelona, ARPA, 2017).
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