Los errores del 6 de octubre, otra vez
Hay un error fundamental que no reconoce el independentismo: la ideolog¨ªa que pone la independencia de Catalu?a por encima de todo, incluida la legalidad y los derechos de las personas
Ahora se cumplir¨¢n 83 a?os de los errores del Seis de Octubre, justo cuando parece que los estamos repitiendo de nuevo. Para el independentismo de toda la vida el ¨²nico error fue fallar. Es decir, no haber acumulado suficientes energ¨ªas y no haber calculado cu¨¢l era la aut¨¦ntica correlaci¨®n de fuerzas de cara a que la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica Catalana dentro de la Rep¨²blica Federal Espa?ola no acabara como acab¨®, muy mal, con muertos, heridos, detenidos todos los altos cargos de la Generalitat, incluido su presidente Llu¨ªs Companys, y suspendida la autonom¨ªa.
Hay un error, fundamental, que no puede reconocer el independentismo puro, es decir, la ideolog¨ªa que pone la independencia de Catalu?a por encima de todo, incluida la legalidad, los derechos de las personas y, en el l¨ªmite, como ocurre con toda ideolog¨ªa nacionalista radicalizada, incluso las vidas. Este error es el de romper con la legalidad en la que se fundamenta el autogobierno catal¨¢n. Lo cometi¨® Companys y lo ha cometido ya Puigdemont, representantes ordinarios del Estado en Catalu?a en rebeli¨®n frente al Estado, la Constituci¨®n y el Estatuto que hab¨ªan jurado respetar y hacer respetar.
Para Josep Tarradellas, detenido en 1934 con todo el Gobierno Companys, el principal error fue depender de las fuerzas pol¨ªticas y sindicales espa?olas, es decir, no haber contado ¨²nicamente con la voluntad y la capacidad de los catalanes. De este error, que Joan Esculies ha subrayado (Evitar el error de Companys. Tarradellas y la lecci¨®n de los Hechos de Octubre, Ediciones de 1984), se desprende otro error, base fundamental para entender el tarradellismo, y este es que la unidad de los catalanes no estaba asegurada. La CNT-FAI no particip¨® y encima, como correspond¨ªa a la polarizaci¨®n de la ¨¦poca, era un conflicto de clase; simplificando, entre los rabassaires y los propietarios agr¨ªcolas que divid¨ªa a los propios catalanes. No es extra?o que Companys se encontrara solo delante de su micr¨®fono radiof¨®nico, sin respuesta ciudadana y sin fuerzas armadas que le defendieran.
Aquellos errores entonces se vuelven a repetir ahora, formulados en otros t¨¦rminos, dado que afortunadamente la ¨¦poca es muy distinta. No hay militarismo dentro de la vida pol¨ªtica (sustituido por la violencia simb¨®lica del mundo digital), la polarizaci¨®n evidente no es entre dos ideolog¨ªas totalitarias, el contexto internacional y geopol¨ªtico son muy diferentes, y tambi¨¦n lo es el de la sociedad espa?ola, mucho m¨¢s rica y moderna de lo que era en tiempos de la Rep¨²blica.
Vemos los errores. Hoy, como entonces, los catalanes estamos divididos. La experiencia nos dice precisamente que para mover las cosas en la dif¨ªcil relaci¨®n entre Catalu?a y Espa?a se debe preservar la unidad civil y asegurar que las reivindicaciones catalanistas sean compartidas, aunque s¨®lo sea en parte, incluso por los partidos m¨¢s ajenos al catalanismo. As¨ª es como se ha logrado todo a lo largo del siglo XX. El catalanismo posibilista y pactista es el aut¨¦ntico padre de la Catalu?a autogobernada que conocemos, mientras que el independentismo no es m¨¢s que una ideolog¨ªa est¨¦ril, que lo quiere todo y termina con nada.
En contra de las ideas tarradellistas, tambi¨¦n el independentismo ha pasado ahora una alianza con la izquierda radical espa?ola, que despoja la reivindicaci¨®n catalana de toda transversalidad y la convierte en protesta anticonservadora y anticonstitucional, de ruptura con la democracia espa?ola. Para ensanchar su base, ante la fuerza insuficiente del movimiento, ha optado por la extrema izquierda en lugar de las fuerzas de la centralidad, que son las que de verdad le pueden asegurar avances efectivos en el autogobierno. Ahora es lo contrario: el independentismo, incluso desde el fracaso, es el que quiere ayudar a la extrema izquierda a desalojar a Rajoy.
Hace cinco a?os que hablamos de los errores del Seis de Octubre. Un alto cargo del Gobierno de Artur Mas me dijo entonces, cuando todo empezaba, que no los repetir¨ªan. Yo me lo cre¨ª, pero ahora veo que estaba equivocado: me enga?¨® o se enga?aba a s¨ª mismo. Los han cometido todos, uno tras otro: han roto la legalidad, regalando en bandeja la respuesta del Gobierno central; han calculado mal las fuerzas, sobre todo la fuerza de la legalidad democr¨¢tica; han roto la unidad civil catalana y a la propia sociedad catalana, por lo que su ruptura se ha convertido en buena medida en el enfrentamiento de la mitad de los catalanes contra la otra mitad; se han lanzado finalmente, gracias a la CUP, en brazos de los movimientos antisistema.
Los errores no son de un solo lado y todos vienen de lejos. La responsabilidad pol¨ªtica mayor es la de quien tiene m¨¢s poder y ha tenido m¨¢s oportunidades de evitar que se llegara hasta aqu¨ª, que es Rajoy. Pero no se puede olvidar la responsabilidad moral y catalanista de quienes han planificado y dirigido todo esto desde Catalu?a, con m¨¢s enga?os que verdades, con m¨¢s c¨¢lculos irresponsables que an¨¢lisis fr¨ªos y objetivos y finalmente con decisiones aventuristas que rompen la legalidad y ponen en peligro la convivencia.
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