El gatobar ya es tendencia
La idea japonesa de bares con gatos se abre paso en Espa?a. En algunos, como el Cat Bar de Valencia, los animales se pueden adoptar.
"Hoy sale Halley y ma?ana entra Tess, con lo que volveremos a estar completos. 15 gatos es nuestro tope", explica David Montesinos mientras Mafalda,una gata blanca de nueve a?os, recorre la barra del Cat Bar, una cafeter¨ªa singular que abri¨® hace tres meses y medio en Valencia. El concepto es sencillo: los clientes pagan un m¨ªnimo de tres euros por pasar media hora rodeados de felinos, a los que pueden acariciar, siempre que se dejen. A partir de ah¨ª, la factura crece con las consumiciones -el alcohol est¨¢ excluido- y el tiempo extra que se quiera pasar all¨ª. De momento, la f¨®rmula resulta: los fines de semana es imposible encontrar mesa sin reservar.
Los bares de gatos se instalaron en Espa?a hace cuatro a?os adaptando una idea japonesa. El primero, la Gatoteca, abri¨® en Madrid en 2013. Hay locales similares ya en Barcelona y Alicante. La iniciativa est¨¢ a medio camino entre el negocio y la solidaridad. Todos los gatos del Cat Bar, por ejemplo, fueron abandonados y algunos de ellos sufrieron maltratos. El principal proveedor de Montesinos es la Asociaci¨®n en Defensa y Ayuda de Animales Abandonados de Valencia (Adaana). Y el destino de los felinos es la adopci¨®n, un proceso para el que el establecimiento funciona como escaparate. Los interesados tienen la posibilidad de elegir un animal con el que previamente han congeniado, dice Montesinos. Desde que el local abri¨® a mediados de mayo, han sido adoptados 19.
"Los gatos han vivido situaciones duras. Que venga gente todos los d¨ªas a darles cari?o y jugar con ellos les sirve de terapia. Muchos, adem¨¢s, no han estado con otros gatos, y tambi¨¦n socializan. Cuando llevan unas semanas aqu¨ª mejoran claramente y est¨¢n preparados para integrarse en un nuevo hogar", afirma el due?o.
La cafeter¨ªa, de 150 metros cuadrados, huele a limpio, incluso sin tener en cuenta que en ella viven 15 gatos. "Tienen sus cuevas, escondites, areneros y bebederos. Cambiarlos de sitio cada d¨ªa les generar¨ªa estr¨¦s". Antes de llegar al Cat Bar, los animales, que tienen un aspecto lustroso, son sometidos a un proceso de esterilizaci¨®n, vacunaci¨®n y desparasitaci¨®n, por parte de Adaana. Tambi¨¦n se les implanta un microchip y se les hace un test para descartar que padezcan, por ejemplo, el s¨ªndrome de inmunodeficiencia felina. "Se trata de preservar tanto su salud, evitando posibles contagios entre ellos, como la de los humanos", dice Montesinos, que lo primero que pide a los visitantes al entrar es que se laven las manos con un l¨ªquido desinfectante. Es una de las numerosas normas que rigen en el local. El m¨®vil debe ponerse en silencio y los gatos no pueden cogerse, aunque es frecuente que uno acabe subi¨¦ndose a las piernas del cliente o acerc¨¢ndose para ser acariciado. Tampoco se les puede dar de comer, hacer fotograf¨ªas con flas, ni entrar con otros animales. Los menores de 13 a?os deben ir acompa?ados de un adulto.
La clientela del Cat Bar es variada. Hay personas que perdieron a su gato, como Alejandro Estruch, de 26 a?os, estudiante de pasteler¨ªa, que visita por cuarta vez el local. Y otras que nunca han tenido, como Carolina Sossa, de 32. "Tambi¨¦n viene gente que les tiene p¨¢nico y quiere superarlo. A una casi le da un infarto, porque Theon se le pon¨ªa encima todo el rato", cuenta Montesinos. Los clientes m¨¢s frecuentes "son mujeres de entre veinte y pocos y cincuenta y muchos a?os".
El propietario estudi¨® inform¨¢tica y moda, trabaj¨® de dependiente y camarero, y tras conocer el bar de Barcelona decidi¨® abrir el suyo con ayuda de sus padres. Su madre, Mar¨ªa Jos¨¦ Llorens, de 57 a?os, trabaja en la cocina mientras Montesinos atiende la barra. "Tuvimos otros negocios que no fueron bien, como una inmobiliaria y una tienda de ropa de tallas grandes, pero ninguno estaba tan pensado como este de mi hijo", explica la madre.
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