La ¡®paranoia del fuego¡¯ se topa con la realidad de la Galicia rural
Pese a las denuncias de "terrorismo" de la Xunta, las pistas de la ¨²ltima ola incendiaria apuntan a las desdichas de un territorio abandonado a su suerte
Quienes vigilan el monte a diario en Galicia saben c¨®mo reacciona el cerebro humano ante el cerco de las llamas. Cuando los fuegos se multiplican aqu¨ª y all¨¢ como por arte de magia negra, cuando se baja a un infierno como el que rode¨® hace un mes a decenas de miles de gallegos, es casi imposible no sospechar que hasta tu propia sombra alberga a un incendiario. En Vigo, vecinos angustiados aseguraban haber visto motoristas extendiendo el infierno por la ciudad y la Xunta de Alberto N¨²?ez Feij¨®o a¨²n sigue repitiendo como un mantra defensivo la palabra ¡°terrorismo¡±.
¡°Yo le llamo la paranoia del fuego, porque no hay nada de eso¡±, apunta Alejandro Rodr¨ªguez, agente forestal en Galicia desde hace un cuarto de siglo. No ha habido ni fiscal ni cuerpo policial que haya encontrado indicios de una trama organizada detr¨¢s de las olas de incendios que azotan el noroeste de la Pen¨ªnsula peri¨®dicamente, cuando el calor y los vientos activan el polvor¨ªn en el que se han convertido las ¨¢reas rurales por la despoblaci¨®n, la falta de limpieza y la extensi¨®n descontrolada de especies pir¨®fitas como el eucalipto y el pino. Y no ser¨¢ por no intentarlo.
Desde que el pol¨ªtico popular Jos¨¦ Manuel Romay Beccar¨ªa, hoy presidente del Consejo de Estado, lanz¨® esa hip¨®tesis en 1990 como consejero de Agricultura de Manuel Fraga, se han abierto en Galicia varias investigaciones judiciales buscando en vano una confirmaci¨®n, tambi¨¦n despu¨¦s de la ola incendiaria de agosto de 2006.El rastro dejado por los fuegos que arrasaron hace un mes 50.000 hect¨¢reas de patrimonio natural gallego apunta a que la r¨¢pida y simult¨¢nea extensi¨®n de las llamas tiene que ver m¨¢s con las antorchas voladoras que salen de los eucaliptos que con la acci¨®n de bandas imaginarias. En Vigo se ha hallado una corteza de este ¨¢rbol chamuscada en una casa del centro urbano. Y ya en 2006, hojas ardiendo de este ¨¢rbol originario de Australia llegaron hasta las islas C¨ªes, a 15 kil¨®metros de la costa. Los datos oficiales de la Xunta, sin embargo, recogen el n¨²mero de focos de los incendios sin distinguir el principal de los secundarios, pese a la importancia de esa diferenciaci¨®n para conocer c¨®mo y por qu¨¦ se propagan las llamas en una tragedia como la que acaba de sufrir Galicia.
Tampoco los detenidos hasta ahora parecen miembros de un comando. Un activista ambiental que alega haber asado unos chorizos y una septuagenaria que se puso a quemar rastrojos pese a la prohibici¨®n por viento y sequ¨ªa son los dos arrestados por la ¨²ltima oleada incendiaria. Un mando de la Guardia Civil esgrime la complejidad de investigar los incendios y accede a ¡°hablar en B¡± de las numerosas pesquisas abiertas sobre lo ocurrido: ¡°No tenemos nada de nada¡±.
Criminales escurridizos
Detr¨¢s del 96% de los incendios esclarecidos (que son pocos, seg¨²n los expertos) est¨¢ la mano del ser humano, ya sea de forma fortuita o intencionada. ¡°Pero lo ¨²nico que encontramos son perfiles con motivaciones individuales¡±, subraya el fiscal gallego especializado en medio ambiente, ?lvaro Garc¨ªa Ortiz. Los 540 agentes forestales que vigilan el extenso monte gallego, una plantilla de funcionarios que la Xunta mantiene congelada desde 1985, conocen bien el terreno que pisan y a su menguante poblaci¨®n. Cuentan que lo dif¨ªcil no es pillar al negligente, al que sigue usando el fuego como herramienta agr¨ªcola pese a los peligros que entra?a.
El escurridizo es el incendiario ¡°de verdad¡±, el ¡°cabr¨®n que prende intencionadamente para da?ar amplias superficies y que pone en riesgo casas y personas¡±, azuzado siempre por oscuras motivaciones. ¡°Son personas muy peligrosas, las m¨¢s temidas y se?aladas en las aldeas, que act¨²an por rencillas, por disputas vecinales y rencores, pero tambi¨¦n a veces por otros intereses instrumentales como la caza¡±, explica el fiscal de medio ambiente. Alejandro Rodr¨ªguez, coordinador federal de agentes medioambientales en CC OO, describe la impotencia de un colega que sospecha profundamente de un ganadero y un cazador de su zona pero no tiene pruebas. ¡°Cada a?o se detiene, a lo sumo, a cinco incendiarios. El resto son autores por imprudencias¡±, se?ala Rodr¨ªguez, quien critica que los agentes forestales gallegos est¨¦n apartados de las labores de investigaci¨®n de incendios pese a su experiencia y conocimiento del terreno. ¡°Hay que descender a la problem¨¢tica local que hay detr¨¢s de cada incendio y tener gente en el territorio podr¨ªa ayudar a prevenirlos¡±, propone Garc¨ªa Ortiz.
Las negligencias las suelen cometer personas mayores que siguen empleando el fuego, como hace d¨¦cadas, para deshacerse de la abundante maleza que se acumula en el noroeste de Espa?a. Lo hac¨ªan cuando eran j¨®venes y sus aldeas no eran un para¨ªso inflamable, cuando el entorno estaba h¨²medo, limpio y cuidado y al m¨ªnimo descontrol sal¨ªan decenas de vecinos a sofocar el desastre. Pero ahora, inciden desde la Fiscal¨ªa de Medio Ambiente de Galicia, ese comportamiento es ¡°temerario¡±. Los agentes forestales cuentan que en Galicia, siempre que en verano los partes meteorol¨®gicos pronostican lluvias, se multiplican los incendios justo unos d¨ªas antes. Sabiendo que no lo podr¨¢n hacer despu¨¦s, son muchos los que se lanzan a quemar rastrojos. ¡°Es dif¨ªcil concienciar contra el arraigo del fuego, porque son gente mayor y se criaron as¨ª¡±, afirma el agente forestal Rodr¨ªguez. ¡°Son comportamientos individuales que tienen que tener responsabilidad, pero no se puede criminalizar a toda la sociedad rural gallega¡±. Mientras el cambio clim¨¢tico seca la Espa?a h¨²meda y las zonas rurales se vac¨ªan, nadie niega que, tarde o temprano, otra ola de fuegos vendr¨¢ y que cuando se desate, no habr¨¢ medios de extinci¨®n que la paren.
Los desbordados agentes forestales admiten en Galicia que no tienen medios ni capacidad para controlar eficazmente que se cumplan las franjas de protecci¨®n de las casas y que los propietarios mantengan limpias sus fincas. Y desde el ¨¢mbito judicial, la fiscal¨ªa reconoce que m¨¢s all¨¢ de imponer penas disuasorias, el Derecho penal nunca resolver¨¢ por s¨ª solo el problema.
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