El asesinato del embajador: de crimen perfecto a perfecta chapuza
La esposa del diplom¨¢tico griego Kyriakos Amiridis, su amante y un familiar de este esperan juicio acusados de un asesinato trazado con brocha gorda
El asesinato del embajador griego en Brasil, Kyriakos Amiridis, en diciembre del a?o pasado, aspiraba a ser un crimen perfecto. Amiridis, de 59 a?os, hab¨ªa llegado a Brasilia el enero anterior y pasaba las vacaciones de Navidad en R¨ªo de Janeiro con su mujer, la brasile?a Fran?oise de Souza, y la hija de esta, de diez a?os. No le dio tiempo a disfrutar de las fiestas. La polic¨ªa encontr¨® su coche y los restos de su cuerpo carbonizado, el 29 de diciembre, bajo un viaducto en Nova Igua?u, en la regi¨®n metropolitana de R¨ªo. Podr¨ªa haberse tratado de un asalto mortal o de un ajuste de cuentas en una de las zonas m¨¢s peligrosas de la regi¨®n. Pero el crimen que aspiraba a la perfecci¨®n fue en realidad una perfecta chapuza. Para deleite de los investigadores, los supuestos asesinos dejaron un rastro de pistas que rozan el absurdo. Y eso que uno de los presuntos autores era un polic¨ªa al que se deb¨ªa suponer cierta pericia para un trabajo as¨ª.
Todo arranc¨® con una infidelidad matrimonial. Fran?oise que, entre idas y venidas, llevaba 15 a?os con Amiridis, hab¨ªa empezado en noviembre, durante sus frecuentes visitas a Rio, un affaire con S¨¦rgio Gomes, un joven polic¨ªa militar al que su propia familia ten¨ªa por peligroso. La relaci¨®n no sorprendi¨® a familiares y amigos. Todos daban por supuesto que Fran?oise y el embajador llevaban vidas paralelas. Pero S¨¦rgio no encajaba en el perfil de hombre blanco y rico que sol¨ªa atraer a la embajadora, como a ella misma le gustaba ser llamada. ¡°Me pareci¨® extra?o. Ella nunca se junt¨® con hombres morenos o negros. Y hasta criticaba a quien lo hac¨ªa¡±, reconoci¨® su madre a la polic¨ªa.
S¨¦rgio, adem¨¢s de amante, pas¨® a ser el ch¨®fer de Fran?oise en R¨ªo, con derecho a una llave de la puerta de la urbanizaci¨®n y del adosado que la familia alquilaba para sus estancias en la ciudad. Si el embajador no estaba en casa, el polic¨ªa ocupaba su lugar. Dorm¨ªa con la embajadora, incluso cuando su hija, reconocida legalmente por Amiridis como suya, estaba en la residencia.
Fue esa llave la que Gomes us¨® la noche del asesinato, el 26 de diciembre. Su defensa se agarra a que no hay testigos de lo que ocurri¨® dentro de la casa. Pero est¨¢n las c¨¢maras de seguridad de la urbanizaci¨®n. Y las im¨¢genes son inequ¨ªvocas: muestran al polic¨ªa y a un sobrino suyo, Eduardo Tedeschi de Melo, llegando a pie hasta la puerta de la vivienda de su v¨ªctima a ¨²ltima hora de la tarde. Fran?oise y la peque?a estaban en un centro comercial comprando regalos de Navidad mientras Amiridis se encontraba solo en casa. Las c¨¢maras tambi¨¦n grabaron c¨®mo Gomes maniobraba el coche alquilado del embajador para colocarlo justo en la puerta de la vivienda y c¨®mo, horas despu¨¦s, sobre las tres de la madrugada, ¨¦l y su sobrino sal¨ªan con un enorme bulto envuelto en una alfombra y lo encajaban en el veh¨ªculo antes de marcharse con ¨¦l.
"Dar un susto a un viejo"
El sobrino contar¨ªa despu¨¦s que acudi¨® a la casa sin saber cu¨¢l era el prop¨®sito, solo porque su t¨ªo, al que dice tener miedo, le pidi¨® ayuda para ¡°dar un susto a un viejo que pegaba a su mujer¡±. Curiosamente ambos tienen antecedentes por violencia contra mujeres.
Los detalles de lo que ocurri¨® despu¨¦s de que los dos sospechosos invadiesen la residencia han ido variando en sus sucesivas declaraciones. Gomes dice que discuti¨® con el embajador y que lo asfixi¨® en leg¨ªtima defensa cuando este le mostr¨® una pistola. Esa supuesta arma nunca apareci¨® ni nadie nunca la hab¨ªa visto. La v¨ªctima perdi¨® mucha sangre sobre el sof¨¢, as¨ª que la polic¨ªa se inclina a pensar que el embajador, en realidad, fue sorprendido y asesinado fulminantemente con una pu?alada en el cuello. La autopsia de apenas unos huesos completamente carbonizados no arroj¨® mucha informaci¨®n sobre c¨®mo Amiridis muri¨®.
Matarlo fue r¨¢pido, pero lo dif¨ªcil era deshacerse del pesado cuerpo. Podr¨ªa llevar horas. Fran?oise, te¨®ricamente, esperaba a su amante en el centro comercial ¨Cla polic¨ªa cree que estaba construyendo su coartada¨C pero, sobre la una y media de la madrugada, se cans¨® y volvi¨® a casa. La mujer no entr¨® por la puerta principal que conduc¨ªa al sal¨®n donde yac¨ªa su marido y opt¨® por la de la cocina. De creer a Fran?oise, ni ella ni su hija repararon en que en su casa hab¨ªa dos hombres arrastrando un cad¨¢ver de casi 100 kilos. Ni siquiera se enteraron cuando Gomes se limpiaba y se cambiaba de camisa. Las dos durmieron pl¨¢cidamente.
Cualquiera podr¨ªa preguntarse por qu¨¦ madre e hija no se sorprendieron al ver el coche del embajador en la puerta y no encontrar a Amiridis dentro de casa. Pero Gomes ya se hab¨ªa encargado de eso. Como si dispusiese de un cron¨®metro, el polic¨ªa retir¨® el coche de la urbanizaci¨®n minutos antes de que las dos regresasen. No fue telepat¨ªa, claro. Durante todo ese tiempo, seg¨²n los registros policiales, los dos amantes se comunicaban por tel¨¦fono.
Lo acontecido a partir de ese momento fue adquiriendo rasgos tragic¨®micos. Tras dejar la casa, la desastrada pareja de t¨ªo y sobrino recorri¨® muchos kil¨®metros con el cad¨¢ver envuelto en el asiento de atr¨¢s. El polic¨ªa se ca¨ªa de sue?o y ced¨ªa el volante a Tedeschi. Hasta que el sobrino se hart¨® y decidi¨® marcharse. Vi¨¦ndose solo, el polic¨ªa escondi¨® el coche mientras meditaba otra genial idea para deshacerse del cuerpo del delito. Entremedias, a¨²n tuvo tiempo de comer con Fran?oise y echarse una siesta en la casa de la v¨ªctima.
Al despertarse, Fran?oise encontr¨® una mancha oscura en el sof¨¢ y pudo ver que la alfombra hab¨ªa desaparecido, pero dice que no le dio importancia, ni siquiera por el peque?o detalle de que nadie sab¨ªa d¨®nde estaba su marido. La chica de la limpieza cont¨® otra cosa a la polic¨ªa: la jefa estuvo de aqu¨ª para all¨¢ buscando un quitamanchas mientras explicaba a la empleada que hab¨ªa prestado la alfombra para una fiesta griega.
A las ocho de la tarde, S¨¦rgio Gomes ya ten¨ªa un nuevo e imbatible plan: quemar¨ªa el coche con el cuerpo dentro. Si pretendi¨® ser discreto en alg¨²n momento, hizo todo lo posible para no conseguirlo. Adem¨¢s de pasar por peajes que lo grabaron con el bulto en la parte trasera del coche, todos los empleados de una gasolinera recuerdan c¨®mo exigi¨® de malas maneras llevarse el combustible en botellas de refresco de litro y medio. Para que lo guiasen hasta un lugar donde quemar el coche, contrat¨® un mototaxista ¨Cmuy habituales en las favelas y periferias de Rio¨C , a quien amenaz¨® para que lo esperase mientras culminaba la faena. Con el peque?o problema a?adido de que eso convirti¨® al mototaxista en testigo de la explosi¨®n del veh¨ªculo. Hasta un mendigo lo vio todo.
La cadena de torpezas no se detuvo ah¨ª. Cuando Fran?oise decidi¨® acudir a comisar¨ªa para denunciar la desaparici¨®n de su marido, tres d¨ªas despu¨¦s del asesinato, no tuvo mejor idea que llegar acompa?ada de una abogada, casualmente la hermana del amante, y del propio S¨¦rgio. La comitiva result¨® sospechosa enseguida. Mientras Fran?oise declaraba, Gomes decidi¨® volver a la escena del crimen y se pele¨® con la presidenta de la comunidad de vecinos, a la que exigi¨® que borrase las im¨¢genes de las c¨¢maras de seguridad. No sirvi¨® de mucho.
Los investigadores estaban sin dormir intentando resolver el caso y en pocas horas el coche ya hab¨ªa aparecido y los investigadores ten¨ªan varias piezas para reconstruir los hechos. En una segunda declaraci¨®n la pareja fue detenida. El polic¨ªa no tard¨® en confesar. La embajadora reconoci¨® que sab¨ªa que su marido estaba muerto y qui¨¦n lo hab¨ªa matado, pero aleg¨® que ella no hab¨ªa participado del plan. Y finalmente el sobrino, sinti¨¦ndose traicionado, delat¨® a su t¨ªo y tambi¨¦n implic¨® a Fran?oise. Afirm¨® que la mujer, al regresar a casa de madrugada, se encontr¨® con ellos y con el cad¨¢ver. La mujer, seg¨²n Tedeschi, lleg¨® a quejarse de la demora y se mostr¨® desconfiada porque su amante hubiese recurrido a la ayuda del sobrino. Al saber que era de la familia y de ¡°confianza¡±, le ofreci¨® 80.000 reales (20.500 euros) en un plazo 30 d¨ªas si culminaban con ¨¦xito aquel plan que aspiraba a la perfecci¨®n.
Sin bienes a la vista
La denuncia de la fiscal¨ªa, basada en la investigaci¨®n policial, defiende que los amantes planificaron el crimen para beneficiarse de los bienes y la pensi¨®n del embajador. Los sospechosos lo niegan. La acusaci¨®n se formaliz¨® a pesar de que hasta hoy no se sabe cu¨¢l es el patrimonio de la v¨ªctima, que no dej¨® m¨¢s familiares que una madre anciana en Grecia. Si es que realmente lo tiene. La polic¨ªa pidi¨® colaboraci¨®n a las autoridades griegas para localizar sus bienes, pero no recibi¨® ayuda. Mientras, la hija de Fran?oise, una ni?a tan inteligente que a sus 11 a?os ya habla cuatro idiomas, no tiene ni ingresos ni bienes y depende de los cuidados de una amiga de su madre.
Desde que est¨¢ en la c¨¢rcel, Fran?oise, visiblemente desmejorada, insisti¨® a cada uno de los tres abogados diferentes que han ido asumiendo su caso que no tuvo nada que ganar con la muerte de su esposo. Que ella y su hija viv¨ªan como quer¨ªan. Y que, desde que Amiridis muri¨®, su vida est¨¢ destruida. Las sucesivas defensas de Fran?oise, aferradas a la tesis de que su cliente solo supo del crimen cuando ya estaba consumado, a¨²n conf¨ªan en conseguir su absoluci¨®n.
Los tres acusados esperan el juicio en la c¨¢rcel. Gomes tiene abogado especialista en jurados populares, que tratar¨¢ de convencer a los encargados de emitir el veredicto de que su cliente actu¨® en leg¨ªtima defensa. La tarea se presenta tit¨¢nica. Los investigadores rastrearon en el tel¨¦fono m¨®vil del acusado las b¨²squedas que hab¨ªa hecho en Google los d¨ªas anteriores al crimen. Desde el 16 de diciembre, los focos de inter¨¦s del polic¨ªa eran cosas como ¡°drogas que matan¡±, ¡°la carretera m¨¢s peligrosa de R¨ªo¡±, ¡°c¨®mo explotar un coche¡± o c¨®mo comprar drogas que anulan la voluntad. Tecle¨® varias veces el nombre del embajador. Y tres d¨ªas antes del asesinato, S¨¦rgio Gomes ampli¨® el campo de b¨²squeda: comenz¨® a documentarse sobre ¡°cr¨ªmenes perfectos¡±.
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