El alcalde que se encerr¨® para evitar que los vecinos se queden sin carretera
La v¨ªa comenz¨® a derrumbarse hace 25 a?os y los 36 habitantes de un pueblo de Vilamart¨ªn de Valdeorras, en Ourense, no tienen otro camino alternativo asfaltado para entrar o salir
Desde que inaugur¨® su encierro, hace ya una semana, votantes y no votantes, conmovidos, le llevan "mucha comida" al alcalde. Dice bromeando que si la situaci¨®n se prolonga a¨²n m¨¢s tiempo va a "engordar tanto" que no va a poder "salir por la puerta" del Consistorio cuando ponga fin a esta reclusi¨®n voluntaria. En el Ayuntamiento ourensano de Vilamart¨ªn de Valdeorras (1.771 habitantes), el socialista Enrique ?lvarez Barreiro duerme "poco y mal", y ni siquiera tiene una tele o una radio para entretenerse. Cuando empez¨® su protesta, d¨ªa y noche dentro (sin asomarse m¨¢s all¨¢ del umbral de la casa consistorial para saludar a la gente que lo visita), se pertrech¨® de una colchoneta y un saco pensando que la cosa se arreglar¨ªa "en dos o tres d¨ªas". Pero la situaci¨®n se ha ido alargando, y un amigo le ha llevado ya una cama peque?a y un colch¨®n que han colocado en una oficina.
El gobernante local decidi¨® vivir su propio aislamiento del mundo para solidarizarse con los tambi¨¦n "incomunicados" habitantes de San Vicente de Leira, un pueblo del municipio donde todav¨ªa resisten sin emigrar a los ayuntamientos del valle 36 vecinos que entre todos superan de largo los dos milenios de edad. Ellos ten¨ªan una carretera asfaltada, la OU-0807, y ahora ya no la tienen. Ante los sucesivos derrumbes y el palpable peligro para la vida de las personas a las que daba servicio la infraestructura, la Diputaci¨®n Provincial de Ourense, responsable del maltrecho vial, decidi¨® cortarlo instalando entre gritos de protesta una valla fija que cruza a lo ancho, de arc¨¦n a arc¨¦n.
Los vecinos "no pueden salir ni entrar", describe Jes¨²s Dorado, el presidente de una asociaci¨®n vecinal del mismo Ayuntamiento. "Y que no ocurra una desgracia", clama el alcalde: "Si tuvieran que acudir una ambulancia o los bomberos", no encontrar¨ªan forma de entrar. Desde hace unos d¨ªas, tanto el panadero como el butanero han dejado de suministrar al pueblo, se niegan a utilizar una pista sin asfaltar, con una peligrosa pendiente sobre el r¨ªo y curvas muy cerradas, de titularidad municipal, que se ha convertido en la ¨²nica arteria que da ox¨ªgeno a los dos barrios que forman San Vicente. La Diputaci¨®n propone arreglar a su cargo esta ruta alternativa sembrada de socavones. Pero el alcalde est¨¢ indignado: habla de situaci¨®n "surrealista, rocambolesca", en la que hay "un pueblo con un problema muy grave" y el Gobierno de la provincia, por no "hacer nada con su carretera", traslada el tr¨¢fico "y de paso la responsabilidad" al "camino de tierra" del Ayuntamiento.
La carretera provincial, trazada hace casi un siglo, empez¨® a colapsar "hace ya 25 a?os", relata el regidor. Los vecinos tienen bastante claras las causas, pero algunos piden callarlas, ser prudentes, y no se?alar en p¨²blico a nadie concreto. La cuesti¨®n es que aquellas monta?as de la comarca que m¨¢s pizarra exporta en el planeta se volvieron muy inestables con el tiempo. Seg¨²n el alcalde, "se mueven y se van a seguir moviendo". El paisaje, salpicado de cr¨¢teres y derrumbes de las canteras, que trabajan con explosivos, deja que la nieve y la lluvia laman sus heridas infligiendo a¨²n m¨¢s da?o en las ¨²lceras. Invierno tras invierno, desplome tras desplome, ¨²ltimamente a diario y sin que nadie desde un despacho pusiese freno, un tramo del vial qued¨® en el aire, colgado de la ladera, y las grietas se abrieron sobre el (mal llamado) firme como si un terremoto hubiera sacudido Valdeorras.
El malestar por la ruina de esta carretera sin pies en los que apoyarse viene de lejos. "Hace ya unos 15 a?os organizamos manifestaciones" frente a la Diputaci¨®n, cuenta Enrique ?lvarez. El conflicto de Vilamart¨ªn, lo mismo que el bast¨®n de mando, fue heredado de su padre por el actual presidente del organismo provincial, Jos¨¦ Manuel Baltar (PP). La primera vez que se cort¨® la carretera por el riesgo de derrumbe fue en los tiempos de aquellas protestas, pero la necesidad empuj¨® a los vecinos a retirar las vallas. "Ahora opino que es mejor que no lo vuelvan a hacer", reconoce el alcalde, porque si por usar esa ruta prohibida ocurriera alguna cat¨¢strofe "ellos ser¨ªan los responsables".
A pesar de todo, ahora la Administraci¨®n provincial tiene un proyecto para reparar la monta?a y devolver la estabilidad a la carretera; en eso el alcalde no discute que "el hijo hizo m¨¢s que el padre". Pero ese plan va para largo, por la dificultad de la obra y por el presupuesto, 13 millones de euros. Con su encierro, lo que pide ?lvarez es "un compromiso serio" y "una soluci¨®n de urgencia", provisional, para poder volver a usar esa carretera sin que los vecinos de San Vicente se conviertan en rehenes de los plazos administrativos y las obras fara¨®nicas que habr¨¢ que acabar realizando.
Porque los a?os corren para la envejecida poblaci¨®n de la monta?a. "Mi padre naci¨® en ese pueblo, yo viv¨ª all¨ª", recuerda Enrique ?lvarez. "?ramos 70 ni?os en el autob¨²s escolar, cuando los inviernos ven¨ªan todav¨ªa m¨¢s duros que ahora". Poco a poco, para "no poner en riesgo a los hijos", muchos fueron marchando a las poblaciones m¨¢s grandes del valle del Sil. Este jueves, el alcalde har¨¢ la primera pausa a su encierro porque est¨¢ convocado a una reuni¨®n en la Diputaci¨®n de Ourense. Los vecinos sabr¨¢n si ha conseguido su objetivo a la vuelta de la cita: si entra de nuevo en el Consistorio para calentar la comida en el microondas que le han prestado, ser¨¢ que la cosa no ha ido bien.
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