La huella dactilar
La misi¨®n de la acusaci¨®n popular ser¨¢ reclamar todo aquello que permita al aficionado dar un pu?etazo en la mesa
Cada vez que los acusados de proc¨¦s bufan y miran al techo, ya sea porque han escuchado algo que no les gusta o porque ha vuelto a entrar Quim Torra, ven un fresco pintado al ¨®leo del pintor Marceliano Santa Mar¨ªa que tiene un t¨ªtulo poderoso:?La ley triunfando sobre el mal o el vencimiento de los delitos y los vicios ante la aparici¨®n de la justicia. La Sala del Supremo no da tregua. Lo cierto es que ha querido el destino que el juicio del proc¨¦s se celebre bajo el fresco del pintor que da nombre a la calle en la que se re¨²nen los ultrasur, el grupo ultraderechista del Real Madrid. Se habla mucho de los cambios de nombres de las calles, pero a¨²n no de qui¨¦nes les dan fama.
Precisamente la sesi¨®n la ha cerrado Vox con su intervenci¨®n, que corri¨® a cargo del abogado Pedro Fern¨¢ndez. En la anterior cr¨®nica se daba cuenta de las habilidades de Javier Ortega Smith, su colega letrado que escap¨® a nado de Gibraltar tras poner all¨ª una bandera espa?ola. Pues bien, uno que lo acompa?aba se qued¨® all¨ª detenido, presidente de Vox de Madrid ¡ªde interior y sin entrenar, no nadaba tan bien¡ª, y Fern¨¢ndez fue a defenderlo. El caso es que tambi¨¦n termin¨® detenido ¨¦l y, peor a¨²n, "me hicieron ensuciarme dos veces las manos para tomarme las huellas dactilares", seg¨²n denunci¨® a La Gaceta.
Tres a?os despu¨¦s de aquello, con las manos ya recuperadas, el abogado Fern¨¢ndez se ha presentado en el juicio para ir directamente al grano: pidi¨® que no se usasen lazos amarillos en la sala. Tambi¨¦n dijo que "la libertad de expresi¨®n est¨¢ sometida en una sociedad democr¨¢tica a los l¨ªmites que imponen la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad p¨²blica y la defensa del orden". Un disparate de tal calibre que casi acaba detenido otra vez dej¨¢ndole un trauma inacabable: el hombre que cada vez que iba a salvar algo, un amigo o una patria, termina encerrado.
Los magistrados lo miraron de reojo, como sopesando su arresto, pero Fern¨¢ndez y Ortega se presentan en las sesiones con tanta gomina en el pelo que la luz refleja en sus cabezas y no hay forma de mirarlos. Son como dos bolas de discoteca. Pero esa ser¨¢, en definitiva, la t¨®nica de la acusaci¨®n popular: detalles que permitan al aficionado dar un pu?etazo en la mesa. Mucha gente quiere darlos y necesita algo m¨¢s que un aburrido fiscal con sus argumentos jur¨ªdicos. La afici¨®n ultra del proc¨¦s no necesita una sentencia sino un desahogo, y Vox est¨¢ dentro de la sala para que esas personas se sientan representadas y pueda conectarse el Marceliano Santa Mar¨ªa del interior con el del exterior.
A Santa Mar¨ªa, por cierto, le dio m¨¢s trabajo terminar de escribir el t¨ªtulo de su ¨®leo que pintarlo, que es lo que ocurre con muchas de las intervenciones del juicio, tan prolijamente desmenuzadas sobre la superficie que al llegar al fondo ya no hay nada que ver. Eso prueba la facilidad de las acusaciones ante hechos tan evidentes que las defensas optaron, el primer d¨ªa, por llevarlo todo al terreno pol¨ªtico al encontrarse emparedadas por el jur¨ªdico. Ninguna foto une ambos mundos como aquella de Puigdemont, antes de que todo explotase, con las cinco notificaciones del Tribunal Constitucional avis¨¢ndole de las consecuencias penales si segu¨ªa adelante colocadas una junta a otra ante un cuadro de Catalunya Endavant. "Nunca pensamos que el Estado reaccionar¨ªa as¨ª", dijo un a?o despu¨¦s.
Javier Zaragoza, con las gafas colocadas en la punta de la nariz y mirando por encima de ellas, como si las hubiese colocado ah¨ª para tener alguna dificultad en la vida, empez¨® la ma?ana como Luis de Le¨®n regres¨® a sus clases tras cuatro a?os de c¨¢rcel: "Dec¨ªamos ayer". No porque Zaragoza estuviese desaparecido, pero s¨ª porque las luces y ¨¦l se fueron abandonando tras causas espectaculares de los a?os noventa y principios de siglo. Su "dec¨ªamos ayer" record¨® la misma disecci¨®n de los hechos que hac¨ªa entonces, esparci¨¦ndolos para reunirlos y formar frases que iban directas a los titulares de los peri¨®dicos: "Nadie ha perseguido a nadie por sus ideas, sino por sus actuaciones", dijo, y este juicio "es un juicio en defensa de la democracia". Zaragoza hizo en su intervenci¨®n, como la de Fidel Cadena, una defensa del juicio para contrarrestar lo que las defensas dijeron el d¨ªa anterior, desacredit¨¢ndolo. Un debate, el de si procede el juicio o no, y su naturaleza viciada o no, que ha ocupado dos d¨ªas del propio juicio.
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