La campa?a se adentra en la nada

La agenda del PP con sus principales actos electorales para el Jueves Santo en toda Espa?a ¡ªapenas una quincena¡ª consignaba la presencia del secretario general, Teodoro Garc¨ªa Egea, en la procesi¨®n nocturna del Sant¨ªsimo Cristo del Refugio en Murcia; la participaci¨®n de la candidata por La Rioja, Cuca Gamarra, en la Fiesta del Ajo Asado de Arnedo; y la asistencia de la l¨ªder navarra, Ana Beltr¨¢n, a la celebraci¨®n de la Cena del Se?or en la catedral de Pamplona. Llegada la Semana Santa, la campa?a entraba en marcha lenta. Algunos candidatos, como Pablo Iglesias y Albert Rivera, ni siquiera hab¨ªan programado actos p¨²blicos. La carrera electoral se impregnaba de una sensaci¨®n de modorra. Era un espejismo: en pleno Jueves Santo estall¨® el primer gran debate de la campa?a. ?El asunto? El debate.

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Hay un momento temible en todos los periodos electorales en Espa?a. Cuando llega ¡ªy llega casi siempre¡ª las campa?as se convierten en un puro metarrelato. El combate de los l¨ªderes pol¨ªticos entra entonces en una nueva fase: todos discuten fogosamente sobre el modo en que van a discutir. Es decir, sobre la nada o algo muy pr¨®ximo a la nada. Esta campa?a, en la que tanto se discute y tan poco se dice, no pod¨ªa faltar a la cita, por supuesto. Y aqu¨ª estamos: en el debate del debate del debate del debate.

Ya hab¨ªa indicios desde el duelo a seis ¡ªsin los principales l¨ªderes¡ª emitido el martes por TVE. Su moderador, Xabier Fortes, arranc¨® invitando a los candidatos a que, en un minuto, lanzasen un mensaje a los votantes indecisos. La primera en hablar fue la popular Cayetana ?lvarez de Toledo, cuyo reclamo para seducir a los ciudadanos dudosos fue denunciar en 60 segundos que ¡°S¨¢nchez no tiene coraje para debatir cara a cara con Pablo Casado¡±.

Que el debate sobre el debate se cuele en el propio debate tampoco resulta una novedad. El primero que fue televisado en Espa?a, el que midi¨® en 1993 a Felipe Gonz¨¢lez y a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ante las c¨¢maras de Antena 3, termin¨® con un ¨¢spero intercambio de reproches sobre el modo en que deber¨ªa cerrarse el programa. Gonz¨¢lez aprovech¨® para deslizar que su rival hab¨ªa exigido que los dos contendientes estuviesen sentados. Luego se supo que los asesores del l¨ªder del PP no quer¨ªan que se notase que es m¨¢s bajo que el entonces presidente.

En estas elecciones tan extra?as, las viejas controversias se manifiestan de un modo m¨¢s enrevesado. A pocos d¨ªas de la primera de las fechas se?aladas para el primer debate ¡ªel 22¡ª, durante unas horas todo fue confusi¨®n. Hasta la ma?ana del Viernes Santo pudo haber un solo debate, dos en d¨ªas sucesivos o incluso ninguno, para mayor asombro del mundo. Al final, el pulso entre los partidos y entre las televisiones ¡ªla p¨²blica y las de Atresmedia, que no se resignaba a quedarse sin la cita despu¨¦s de que la Junta Electoral impidiese su idea inicial de incluir a Vox¡ª se resolvi¨® con dos debates a cuatro. Pedro S¨¢nchez rectific¨® su idea inicial de uno solo en RTVE, y finalmente habr¨¢ uno el lunes que viene, 22 de abril, en RTVE, y otro al d¨ªa siguiente, en Atresmedia.

Siempre se dice que lo fundamental en un debate es no cometer pifias. S¨¢nchez carga con una antes de empezar. Su decisi¨®n de aceptar solo una confrontaci¨®n en la que estuviese Vox ya result¨® controvertida. Supon¨ªa excluir a TVE, que hab¨ªa advertido desde el principio de la imposibilidad legal de invitar a un partido sin representaci¨®n significativa en las ¨²ltimas elecciones de ¨¢mbito nacional. Por lo visto, nadie en La Moncloa ni en el PSOE (tampoco en el resto de los partidos ni en Atresmedia) repar¨® en que la regulaci¨®n electoral en ese punto es id¨¦ntica para los canales p¨²blicos y privados. Ahora, por primera vez en campa?a, S¨¢nchez recibe ataques de todos los flancos. Derecha e izquierda le acusan de instrumentalizar RTVE, despu¨¦s de que esta cambiase la fecha del debate, del 22 al 23, justo el d¨ªa que deseaban los socialistas y el mismo que hab¨ªa reservado previamente la privada.

Las negociaciones para aquellos primeros debates de 1993 ¡ªhubo un segundo en Tele 5¡ª fueron un dolor de muelas. Tal era la desconfianza entre el PSOE y el PP que acudieron a un notario para que levantase un acta con las condiciones pactadas. En el documento, los populares hicieron constar que no aceptaban ir a TVE porque no garantizaba ¡°un debate imparcial¡±. Aun as¨ª, en aquel primer duelo en Antena 3 la discusi¨®n sobre qui¨¦n tendr¨ªa la ¨²ltima intervenci¨®n continuaba en los pasillos con los candidatos ya maquillados y dispuestos para salir al plat¨®. Lo cuenta quien fue el moderador, Manuel Campo Vidal, en su libro La cara oculta de los debates electorales (Arpa). Tal vez ah¨ª los partidos hayan encontrado alguna clave para salir del embrollo actual. Y si no, la pr¨®xima vez siempre pueden buscar una soluci¨®n imaginativa. Por ejemplo, celebrar un debate en televisi¨®n para debatir cu¨¢ndo, c¨®mo y en qu¨¦ lugar ser¨¢ el debate. O los debates.