?Cu¨¢ntas v¨ªctimas se cobr¨® la conquista del imperio azteca a manos de Hern¨¢n Cort¨¦s?

"Hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. Todas las entra?as cayeron por tierra. Y hab¨ªa algunos que a¨²n en vano corr¨ªan: iban arrastrando los intestinos y parec¨ªan enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse a salvo, no hallaban a d¨®nde dirigirse". El relato es de la matanza del Templo Mayor en la fiesta T¨®xcatl acometida por el ej¨¦rcito espa?ol y los tlaxcaltecas (uno de los pocos pueblos a los que los aztecas no hab¨ªan logrado someter) en contra de los pobladores de Cholula en mayo de 1520, de la que dan cuenta los ind¨ªgenas en n¨¢huatl y los c¨®dices recuperados en la obra Visi¨®n de los vencidos, de Miguel Le¨®n-Portilla.

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Es uno de los episodios m¨¢s cruentos de la conquista de M¨¦xico y as¨ª lo identifican varios historiadores. La historia comenz¨® hace ahora 500 a?os, con la llegada de los espa?oles al territorio que ahora pertenece al Estado de Veracruz, en abril de 1519. Hern¨¢n Cort¨¦s desembarc¨® con menos de 700 hombres y 16 caballos y yeguas seg¨²n las cr¨®nicas del explorador Bernal D¨ªaz del Castillo. Los c¨®dices de la ¨¦poca, las cartas de relaci¨®n que el propio Cort¨¦s envi¨® al emperador Carlos V y las numerosas cr¨®nicas de los navegantes y misioneros han ayudado a desvelar la serie de gestas desarrolladas de 1519 a 1521. El encuentro de dos mundos marcado por la espalda, el escudo y la flecha.

El investigador de la UNAM Federico Navarrete explica que los espa?oles demostraron siempre una capacidad de ejercer violencia que no ten¨ªa precedentes en la historia de Mesoam¨¦rica. "Lo que quer¨ªan era demostrarles a los ind¨ªgenas que sus dioses eran falsos y qu¨¦ mejor manera de mostrarles que sus dioses eran falsos que masacr¨¢ndoles en estos santuarios". El historiador y coordinador del proyecto de difusi¨®n digital Noticonquista, a?ade que la dominaci¨®n espa?ola en el continente americano implic¨® la destrucci¨®n de una ciudad, Tenochtitlan, y casi el exterminio de la poblaci¨®n.

A pesar de que Cort¨¦s lleg¨® con tan pocos hombres en el momento de pisar M¨¦xico, ya en 1521, el a?o en que inicia el asedio de Tenochtitlan, contaba con el doble de efectivos y un contingente de m¨¢s de 80.000 aliados ind¨ªgenas, entre los que figuraban los tlaxcaltecas y huexotzincas. Alejandro Rosas, divulgador de la historia, explica que Cort¨¦s no habr¨ªa podido someter a un pueblo tan b¨¦lico como los aztecas si no hubiera contado con el apoyo de los vasallos. "Cort¨¦s lleg¨® a un territorio poblado por naciones ind¨ªgenas de las que casi todas eran tributarias o estaban sometidas a los aztecas", comenta. "Eso explica que la mayor parte de ellas, principalmente los tlaxcaltecas, se aliasen con Cort¨¦s. Estaban hartos del dominio azteca, de los tributos, del maltrato, de la guerra", apunta. La investigadora de la UNAM Fernanda Valencia coincide en que, a diferencia de otros exploradores de la ¨¦poca, Cort¨¦s supo leer la coyuntura pol¨ªtica que se viv¨ªa en Mesoam¨¦rica y tornar esta divisi¨®n interna en una ventaja para su proyecto de conquista.

De la mano de estas alianzas, Cort¨¦s consigui¨® vencer a Tenochtitlan, el epicentro del imperio mexica. Los expertos calculan entre 150.000 y 300.000 habitantes en la capital mexica. La ciudad, que los mismos exploradores comparaban en grandeza con Venecia, sucumbi¨® ante el cerco de m¨¢s de 80 d¨ªas que emprendieron los conquistadores, de mayo a agosto de 1521. Del an¨¢lisis de los relatos, las pinturas y el patrimonio oral se ha deducido que murieron m¨¢s de 240.000 ind¨ªgenas durante este trance, casi todos ellos parte de la nobleza azteca. "Este fue el modo como feneci¨® el mexicano, el tlatelolca. Y ya no ten¨ªamos escudos, ya no ten¨ªamos macanas, y nada ten¨ªamos que comer, ya nada comimos. Y toda la noche llovi¨® sobre nosotros", describe un relato an¨®nimo de Tlatelolco redactado en n¨¢huatl hacia 1528.

En una especie de tormenta perfecta, las epidemias jugaron en contra de los aztecas. Cuando Hern¨¢n Cort¨¦s pis¨® suelo mexicano en 1519 viv¨ªan en el actual territorio mexicano entre siete y once millones de ind¨ªgenas, seg¨²n el c¨¢lculo de los expertos. En 1576, en cambio, el censo estimado era de cuatro millones de ind¨ªgenas. Al t¨¦rmino del siglo XVI, apenas quedaban ya dos millones. Ese descenso, atribuible en parte a las guerras y la explotaci¨®n, se debi¨® sobre todo a las epidemias.?

Los ind¨ªgenas desconoc¨ªan aquellos males, pero les dieron nombre. Los mexicas llamaron "hueyz¨¢huatl" quiz¨¢ a la viruela, o "hueycocoliztli", en general, a la pandemia. La peste ocasion¨® la muerte de entre un 60% y un 80% de los indios en menos de 80 a?os. "No pod¨ªa acostarse cara abajo, ni acostarse sobre la espalda, ni moverse de un lado a otro. Y cuando se mov¨ªan algo, daban de gritos. A muchos dio la muerte la pegajosa, apelmazada, dura enfermedad de grano", describen los estudiantes ind¨ªgenas de fray Bernardino de Sahag¨²n en un escrito de 1528.

Pero la sombra de la muerte tambi¨¦n plane¨® sobre los asentamientos espa?oles. D¨ªaz del Castillo da cuenta de las decenas de sacrificios que realizaron los ind¨ªgenas con los espa?oles que lograban capturar despu¨¦s de cada batalla. Mientras los conquistadores venc¨ªan a punta de espada y ca?ones, los aztecas utilizaban saetas, jabalinas y arpones para cazar aves. El explorador describe con horror la forma en que los ind¨ªgenas sacaban el coraz¨®n de sus enemigos y los ofrec¨ªan a sus dioses. En esta gesta, todos miraban al cielo. Los ind¨ªgenas clamaban por los favores de las deidades Quetzalc¨®atl y Huitzilopochtli, en tanto que Cort¨¦s y su ej¨¦rcito se encomendaban a la protecci¨®n de su "se?or Dios y de su bendita madre".

Despu¨¦s de meses de batallas, el imperio azteca reconoci¨® su derrota en agosto de 1521 a manos de los espa?oles, pero tambi¨¦n de sus antiguos vasallos, quienes prefirieron pactar con los extra?os "de carnes blancas y barba larga" antes que regresar al periodo de explotaci¨®n y pago de tributos de los aztecas. Los ind¨ªgenas del centro de Mesoam¨¦rica redactaron en n¨¢huatl algunos "cantos tristes, eleg¨ªas en su lengua n¨¢huatl sobre la muerte de sus tlatoanis [jefe de una ciudad], la ca¨ªda de sus guerreros y los ¨²ltimos d¨ªas de Tenochtitlan, durante casi dos siglos cuna de la nobleza mexica:

Destechadas est¨¢n las casas

enrojecidos tienen sus muros.

Gusanos pululan por calles y plazas,

y en las paredes est¨¢n salpicados los sesos.

Rojas est¨¢n las aguas, est¨¢n como te?idas,

y cuando las bebimos,

es como si bebi¨¦ramos agua de salitre.