Anatom¨ªa de un accidente evitable
Una juez se?ala a ocho mandos militares como presuntos responsables de la ca¨ªda de un caza F-5 en Talavera la Real (Badajoz)
Durante 17 minutos y 56 segundos, desde que declar¨® emergencia hasta que se estrell¨®, el Mago 13 (por su indicativo radio) estuvo orbitando la base a¨¦rea de Talavera la Real (Badajoz). Era el 2 de noviembre de 2012 y a bordo del F-5 iban el comandante instructor ?ngel ?lvarez Raigada y el alf¨¦rez alumno Sergio Santamar¨ªa de Felipe.
Aunque se trataba de una misi¨®n de instrucci¨®n monitorizada desde la Sala de Operaciones (LORO), en cuyas pantallas se reproduc¨ªan en tiempo real los par¨¢metros del vuelo, nadie advirti¨® a los tripulantes de que el avi¨®n no estaba en condiciones de aterrizar y deb¨ªan eyectarse. Contra todos los procedimientos, intentaron una toma in extremis y el caza se estrell¨®, falleciendo el instructor y resultando gravemente herido el alumno.
A lo largo de un auto ins¨®lito por su minuciosidad (274 p¨¢ginas, 1601 notas a pie de p¨¢gina), la titular del juzgado togado militar territorial 12, la comandante Moncada, desmenuza la cadena de supuestas negligencias que llevaron al fatal desenlace. Y se?ala como presuntos responsables a ocho mandos del Ej¨¦rcito del Aire: un subteniente, dos comandantes, dos tenientes coroneles y tres coroneles.
Su posible imputaci¨®n corresponde ahora a los juzgados centrales (competentes para enjuiciar a militares de empleo igual o superior a comandante), a los que se ha elevado el caso tras seis a?os de una instrucci¨®n que ha incluido incluso la desclasificaci¨®n parcial de documentos secretos por el Consejo de Ministros.
La aver¨ªa. Al despegar, la rotura de un disco del rotor de turbina oblig¨® a apagar el motor izquierdo y da?¨® los mandos de vuelo: uno de sus fragmentos perfor¨® el fuselaje y otro bloque¨® el sistema de profundidad, haciendo que el morro del avi¨®n tendiera a caer. La causa de la rotura, seg¨²n los informes t¨¦cnicos, fue la ¡°fatiga de material¡±. Antes de 2009, el disco ya ten¨ªa una grieta, que se ampli¨® con el paso del tiempo. Si no se detect¨® en las revisiones posteriores es porque no se aplicaron los procedimientos adecuados (con ¡°liquido penetrante fluorescente¡±), seg¨²n el auto. El jefe del taller de motores habr¨ªa debido sustituir la pieza, pues exced¨ªa el l¨ªmite de vida establecido en la orden t¨¦cnica, pero no lo hizo. Las ¡°presuntamente indebidas actuaciones¡± de este comandante, ¡°no se controlaron, pese a estar obligado a ello, por su inmediato superior¡±, el jefe de mantenimiento.
La emergencia. El mantenimiento inadecuado produjo una aver¨ªa que, subraya la juez, ¡°solo debi¨® llevar a que el avi¨®n se perdiera, no a que el comandante falleciera y el alf¨¦rez se lesionara gravemente¡±, Si el fallo mec¨¢nico tuvo consecuencias tr¨¢gicas, fue por ¡°una indebida gesti¨®n¡± de la emergencia.
El piloto no valor¨® la gravedad de los da?os sufridos por el avi¨®n. Seg¨²n los manuales, debi¨® hacer una ¡°prueba de controlabilidad¡±: tomar altura, desplegar el tren de aterrizaje y reducir velocidad para comprobar si en esas condiciones, similares a las de la toma, pod¨ªa controlar la aeronave. De haberlo hecho, explica el auto, habr¨ªa comprendido que el caza no reun¨ªa condiciones para una ¡°toma segura¡± y hab¨ªa que eyectarse en paraca¨ªdas. En vez de eso, decidi¨® aterrizar pese a saber el riesgo que corr¨ªan. ¡°Nos la vamos a tener que jugar¡±, le dijo al alumno. Intent¨® llegar hasta la pista, pero era una tarea imposible: deb¨ªa aumentar la velocidad para controlar el avi¨®n y a la vez frenarla para no superar la resistencia del tren de aterrizaje. Finalmente, el aparato se desplom¨® contra el suelo y enganch¨® en su ca¨ªda la valla perimetral de la base.
El auto pone en la picota la investigaci¨®n oficial
El auto judicial pone en la picota la actuaci¨®n de la Comisi¨®n de Investigaci¨®n T¨¦cnica de Accidentes de Aeronaves Militares (Citaam), cuyos dict¨¢menes suelen considerarse inapelables en los siniestros a¨¦reos de las Fuerzas Armadas. El auto reprocha a este organismo que no investigara la falta de instrucci¨®n del comandante Raigada, asumiendo que ten¨ªa la m¨¢xima calificaci¨®n para el vuelo; que no se percatase de la presencia del jefe de Fuerzas A¨¦reas en la sala de operaciones ni le tomase declaraci¨®n; y, sobre todo, que emplease como asesor al jefe del taller de motores, a quien la juez considera responsable del deficiente mantenimiento. La Citaam dio por buena la informaci¨®n que le traslad¨® este comandante, aceptando incluso que cambiara por su cuenta el coeficiente para calcular la vida ¨²til del disco que se rompi¨®, pese a incumplir la orden t¨¦cnica vigente; o que destruyera los historiales de las ruedas de turbina, sin trasladar toda la informaci¨®n a los nuevos registros. La juez concluye su auto dirigi¨¦ndose a la ministra de Defensa para advertirle del ¡°grave riesgo¡± de que puedan seguir operando en los cazas F-5 discos cuya vida ¨²til y mantenimiento se saltaba, al menos hasta el momento del accidente, lo que advert¨ªa el fabricante.
La formaci¨®n. ?C¨®mo pudo un comandante experimentado cometer ese fallo? Raigada ten¨ªa la m¨¢xima capacitaci¨®n como piloto e instructor (CR-3/IP-3). Sin embargo, una dolencia de ri?¨®n mientras asist¨ªa a un curso en EE UU le mantuvo apartado durante meses de los mandos, por lo que perdi¨® su aptitud como piloto de F-5. Recuperarla supon¨ªa seguir un exigente plan de instrucci¨®n y adiestramiento. Su expediente demuestra que no lo cumpliment¨®: solo hizo 11 de las 66 misiones de vuelo y una de las 26 de simulador. Confiados en su experiencia (hab¨ªa estado en la misma base como capit¨¢n de 2005 a 2009), sus jefes hicieron la vista gorda y le fueron concediendo las sucesivas calificaciones, hasta llegar a la m¨¢xima, sin cumplir los requisitos. La formaci¨®n que se salt¨® no era solo te¨®rica: se trataba de interiorizar los procedimientos para que la respuesta ante una emergencia fuera pr¨¢cticamente autom¨¢tica. El auto se?ala a cinco mandos (el jefe de la Secci¨®n de Operaciones e Instrucci¨®n; el del Escuadr¨®n; el del Grupo de Fuerzas A¨¦reas; el del Ala 23 y de la Secretar¨ªa de la Direcci¨®n de Ense?anza) que, ¡°cada uno a su nivel, fueron proponiendo y concediendo al comandante Raigada las sucesivas aptitudes de vuelo¡±, a pesar de que no cumpl¨ªa los requisitos.
Sin ayuda. Desorientado y ¡°falto de conciencia situacional¡±, el comandante tampoco recibi¨® el asesoramiento adecuado. El silencio m¨¢s clamoroso fue el del teniente coronel jefe del Grupo de Fuerzas A¨¦reas que, desde la sala de control, ten¨ªa acceso directo a todos los datos del vuelo y no le recomend¨® que se eyectasen. Este mando (ahora coronel) sab¨ªa adem¨¢s que Raigada carec¨ªa de instrucci¨®n para gestionar la emergencia, pues fue uno de los que presuntamente le firmaron la aptitud irregularmente.
El rescate. Tras chocar, el alumno sali¨® eyectado del F-5, golpe¨¢ndose contra el suelo de la base, mientras que el instructor, a¨²n con vida, qued¨® entre los restos incendiados del aparato. El auto describe una ca¨®tica intervenci¨®n de los servicios contraincendios (¡°tardanza [en actuar] e inadecuada aplicaci¨®n del l¨ªquido extintor¡±) que finalmente llevaron al comandante a eyectarse con tan mala fortuna que choc¨® contra un veh¨ªculo de bomberos y falleci¨® en el acto.
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