La mesa de Aza?a vuelve del exilio
Espa?a recupera en Francia el escritorio en que el presidente firm¨® su renuncia como jefe de Estado de la Rep¨²blica en febrero de 1939
Un sencillo escritorio, con bordes de cobre, motivos florales y patas entrelazadas, encierra el amargo final de Manuel Aza?a y de todo el periodo de la Rep¨²blica espa?ola. La mesa de madera en la que el presidente republicano firm¨®, desde su exilio franc¨¦s, la renuncia al puesto cuando la Guerra Civil estaba sentenciada reaparece tras 80 a?os en el olvido. El tes¨®n de un ciudadano franc¨¦s empe?ado en preservar ese retazo de memoria hist¨®rica permitir¨¢ al Gobierno espa?ol recuperar un mueble que simboliza el fin de un periodo interrumpido abruptamente con el golpe militar de Franco y la dictadura que sigui¨®.
Aza?a huy¨® a Francia en febrero de 1939, cuando percibi¨® que no hab¨ªa esperanzas de ganar la guerra. Apenas dos meses antes del fin oficial de la contienda, el presidente emprendi¨® un viaje que lo llev¨® en primera instancia a Collonges-sous-Sal¨¨ve, una localidad en la regi¨®n francesa de R¨®dano-Alpes muy cercana a Ginebra. All¨ª vivi¨® entre febrero y noviembre de 1939, en una casa se?orial de nombre La Prasle. Y all¨ª firm¨® la carta que qued¨® inmortalizada en las cr¨®nicas de la ¨¦poca cuando su cu?ado y colaborador, Cipriano Rivas Cherif, la ley¨® ante la prensa.
Aza?a solo se decidi¨® a dar ese tr¨¢gico paso cuando supo que Francia y Reino Unido hab¨ªan reconocido el Gobierno de Franco. El propietario de la hacienda donde ocurrieron los hechos, Marcel Griaule, y su nieto, Luc Franzoni, son los principales responsables de que la mesa que fue testigo de esa renuncia haya perdurado. Y tambi¨¦n de su inminente cambio de titularidad.
La secretaria de Estado para la Espa?a Global, Irene Lozano, recibir¨¢ el pr¨®ximo jueves la donaci¨®n de manos de Franzoni, un se?or de avanzada edad que, a cambio de su gesto, solo pide que se custodie y se exhiba en un lugar digno. ¡°Recuperar este objeto tan simb¨®lico es, en cierta forma, una manera de recuperar a Aza?a. Por suerte la mesa fue guardada, gracias a que un hombre y su nieto se dieron cuenta de su valor hist¨®rico. Que vuelva a Espa?a es una manera de poner en valor el significado de esa parte de nuestra historia desperdigada por el mundo¡±, valora Lozano. La entrega se har¨¢ en la misma localidad donde vivi¨® Aza?a esa primera etapa del exilio, hoy de unos 4.000 habitantes.
La mesa, de 74 cent¨ªmetros de altura y realizada por el ebanista Boulle en el siglo XIX, no viajar¨¢ inmediatamente a Espa?a. Su primer destino ser¨¢ el consulado de Lyon, la dependencia espa?ola m¨¢s pr¨®xima al pueblo. All¨ª se evaluar¨¢ su estado y se estudiar¨¢ la mejor forma de transportarla a Madrid. Entretanto, el Gobierno en funciones ir¨¢ pensando qu¨¦ destino darle. ¡°Lo principal es que se integre en la memoria hist¨®rica del exilio y que, eventualmente, pueda formar parte de alguna conmemoraci¨®n¡±, explican fuentes a cargo de la operaci¨®n. Los responsables de su custodia tambi¨¦n contactar¨¢n con los herederos de la familia Aza?a, que conservan la casa familiar en Alcal¨¢ de Henares. Un bien que acab¨® siendo sede de Falange Espa?ola.
Para que esta historia fructifique, ha sido determinante una tercera persona, la que puso en contacto al actual propietario del escritorio y a las autoridades espa?olas. Se trata de Francisca Ledesma, hija de un exiliado y miembro de la resistencia espa?ola. Ledesma, conocida del due?o de la mesa y residente en la ciudad francesa de Annecy, comenz¨® a investigar el caso y detect¨® r¨¢pidamente el inter¨¦s que pod¨ªa tener Espa?a en recuperar el mueble. Cuando un equipo de Espa?a Global, dependiente del Ministerio de Exteriores, se desplaz¨® a Annecy para conmemorar un episodio de la Segunda Guerra Mundial en el que participaron espa?oles, la batalla de Gli¨¨res, Ledesma le traslad¨® una propuesta de Franzoni para donar el escritorio. Tres meses despu¨¦s, la pieza est¨¢ a punto de ser recuperada.
Si se deja volar la imaginaci¨®n, el escritorio puede tener mucho m¨¢s valor del que ya le otorga haber servido de soporte a la firma que visibiliz¨® los estertores de la Rep¨²blica. Entre los cuadernos de Aza?a, testimonio de aquella ¨¦poca convulsa, hay uno que se denomina Cuaderno de la Prasle 1939-1940, en honor a la casa en la que recal¨® al dejar Espa?a. No es descabellado pensar que al menos parte de esas vivencias se plasmaran tambi¨¦n sobre ese escritorio.
La secretaria de Estado conf¨ªa en que el esfuerzo sirva para resta?ar heridas. ¡°Finalmente, tras 80 a?os de exilio y 40 de democracia, Espa?a se encamina hacia la superaci¨®n de la Guerra Civil. Dicen los historiadores que la huella de las guerras perdura unos 100 a?os. Pero el paso del tiempo por s¨ª solo no basta. Hacen falta acciones. Y este es un paso en la buena direcci¨®n¡±, reflexiona Lozano.
Memoria del exilio
El viaje a esta peque?a localidad francesa es el tercero que emprende la secretaria de Estado en el marco de la conmemoraci¨®n del exilio republicano. El primero fue a Annecy, precisamente donde se puso el germen para la entrega del mueble de Aza?a. El segundo la llev¨® hace unos d¨ªas a M¨¦xico.
La pervivencia de la mesa es una afortunada casualidad. La casa, tal como estaba cuando Aza?a la habit¨®, desapareci¨®. Luego se construy¨® otra en el mismo solar ¡ªy desde 2011 luce una placa en honor del presidente espa?ol¡ª pero poco qued¨® de su contenido. La mesa de madera es uno de esos escasos vestigios. Entre otros motivos porque el exilio de Aza?a dur¨® menos de dos a?os; el ya expresidente falleci¨® en noviembre de 1940 en otra localidad francesa, Montauban, donde est¨¢ enterrado.
No es la primera vez ¡ªaunque seguramente s¨ª la definitiva¡ª que el anciano Franzoni trata de poner en valor el mueble. Seg¨²n el relato que ha ofrecido a las autoridades espa?olas, intent¨® alertar de la relevancia de este bien desde principios de los ochenta. Pero la v¨ªa espa?ola no funcion¨®. As¨ª que el hoy ¨²nico descendiente directo de la familia propietaria lo don¨® al Ayuntamiento de Collonges. Al igual que ahora, sus ¨²nicas exigencias eran de reconocimiento: que se pusiera una placa explicativa ¡ªtodav¨ªa la lleva, sobre las riostras que unen las patas¡ª y que se preservara en un lugar digno. Franzoni consider¨® que no se cumplieron y decidi¨® acoger de nuevo el escritorio en su domicilio. De all¨ª emprender¨¢ ahora un largo camino hacia Espa?a. El mismo que Aza?a nunca pudo completar.
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