La herencia de Gil a¨²n asfixia a Marbella
La ciudad se debate entre el amor y el odio por el que fuera su alcalde, que dej¨® deudas municipales millonarias, escasez de infraestructuras y miles de viviendas ilegales
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¡°?Qui¨¦n es perfecto?¡±, cuestiona Noelia Dur¨¢n, gaditana que lleg¨® de vacaciones a Marbella en 1989 y se qued¨® a vivir. La pregunta sintetiza su opini¨®n sobre Jes¨²s Gil, al que vot¨® para que ejerciera de alcalde entre 1991 y 2002. ¡°Rob¨®, pero hizo mucho por la ciudad¡±, a?ade esta trabajadora del chiringuito La Dolce Vita. La frase se repite como un mantra entre buena parte de quienes habitan este rinc¨®n de la Costa del Sol. La memoria colectiva local ha preferido quedarse con lo positivo del gilismo, a pesar de que lo negativo a¨²n asfixia a una ciudad con falta de infraestructuras, deudas millonarias y procesos judiciales infinitos. La sombra de Gil sobrevuela en forma de urbanismo que a base de pelotazos ha enturbiado las aguas cristalinas del para¨ªso marbell¨ª.
La localidad se ha recordado a s¨ª misma gracias a la serie El Pionero, estrenada por la HBO en julio. La cadena empapel¨® todas las marquesinas de Marbella con el cartel promocional y las avionetas publicitarias sobrevolaron la costa. La ciudad se removi¨® intranquila, reavivada la relaci¨®n de amor-odio que tiene con el tambi¨¦n expresidente del Atl¨¦tico de Madrid. ¡°Parece que se le quiere blanquear, cuando fue un delincuente¡±, dice Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez, alcalde del municipio entre 1983 y 1987, resumiendo el sentir de las voces cr¨ªticas que creen que el amplio documental no sit¨²a al protagonista en su sitio real.
Los nombres de Juli¨¢n Mu?oz o Juan Antonio Roca est¨¢n proscritos; el de Jes¨²s Gil, no. La serie ha devuelto la sensaci¨®n de que la ley es un estorbo para Marbella. En la calle todos recuerdan el m¨¢rmol del paseo mar¨ªtimo, la limpieza, ser el centro de atenci¨®n. La mayor¨ªa olvida el saqueo a las arcas de una ciudad que Gil us¨® en su beneficio. La prueba la tienen frente a sus ojos en forma de enormes edificios ilegales.
Gil promovi¨® un urbanismo desaforado. En una d¨¦cada se otorgaron de manera irregular un millar de licencias para la construcci¨®n de 18.000 viviendas. Trasladadas a un mapa llenan de puntos rojos el t¨¦rmino municipal. Componen una ruta de lo que no debi¨® ser con paradas de especial inter¨¦s. Una de ellas, justo tras el chiringuito donde trabaja Noelia, es el residencial Banana Beach, a un paso del ic¨®nico arco de bienvenida a Marbella. Sus 350 pisos en tres bloques se levantaron en suelo p¨²blico destinado a parques y jardines. Sobre ¨¦l pesa una sentencia firme de demolici¨®n dictada por el Tribunal Supremo en 2007. ¡°Pero aqu¨ª sigue, esto no lo va a tirar nadie¡±, certifica Tatiana Skvortsova, responsable de Finest Homes, inmobiliaria que ocupa uno de los bajos comerciales. Cuenta que este a?o ha vendido dos ¨¢ticos de la urbanizaci¨®n a 750.000 euros cada uno y dos pisos que rondan los 400.000 euros. ¡°Los abogados recomiendan no comprar, pero la gente ya no tiene miedo¡±, subraya Skvortsova.
Nadie cree que alguno de los bloques irregulares sea demolido jam¨¢s. ¡°Al principio hubo mucho ruido, pero luego la gente se ha ido olvidando¡±, dice Marta, madrile?a que reside desde hace 20 a?os en Torre Marina, otro inmueble fuera de la Ley. La licencia permit¨ªa la construcci¨®n de un bajo con una altura. Hoy tiene 12 plantas. A su sombra qued¨® una peque?a casa con macetas en la puerta bautizada como Mar¨ªa de la O, propiedad de Carmen Crespo, que ha batallado hasta la saciedad. El edificio que le tap¨® las vistas al mar sigue en pie. Tambi¨¦n el cercano Parquesol, cuya demolici¨®n fue dictada por los tribunales al ser construido en la parcela consignada a una estaci¨®n de autobuses.
Los desmanes urban¨ªsticos son el epicentro de los problemas de la Marbella actual. El principal, la escasez de infraestructuras para 145.000 residentes. Solo hay tres centros de salud, faltan institutos e instalaciones deportivas, apenas existen zonas verdes, el saneamiento es insuficiente y el tr¨¢fico, un caos. ¡°Con Gil unos cuantos ganaron mucho, pero la ciudad se empobreci¨®¡±, dice Javier de Luis, miembro de Ecologistas en Acci¨®n y que se sabe al dedillo la historia judicial de cada vivienda irregular. Tambi¨¦n Diego Mart¨ªn Reyes, presidente de la gestora que en 2007 devolvi¨® a la legalidad a un Ayuntamiento ¡°que apenas ten¨ªa ya competencias y estaba totalmente desorganizado¡±. Hoy est¨¢ dirigido por la popular ?ngeles Mu?oz. Su reto de regenerar la ciudad se topa con la falta de suelo y deudas millonarias ante la Junta de Andaluc¨ªa y al Estado, al que deben 200 millones porque Gil nunca pag¨® la Seguridad Social de la plantilla municipal. Esta pas¨® de 600 a 4.000 trabajadores en sus mandatos para reforzar su pol¨ªtica clientelar. Muchos de ellos siguen en el consistorio, que hoy tiene 3.700 empleados. La d¨¦bil oposici¨®n cree que el clientelismo es otra herencia vigente: la fiscal¨ªa pidi¨® en junio investigar supuestas irregularidades en la contrataci¨®n de personal de limpieza.
Todos en Marbella creen que las administraciones fallaron en sus intentos de aplacar el gilismo. Unos pocos a?aden que ahora es tiempo para la autocr¨ªtica. ¡°La llave de las arcas de la ciudad fue entregada por un pueblo sin autoestima que aplaud¨ªa y otorgaba mayor¨ªas absolutas mientras el ba¨²l se vaciaba¡±, dice Pedro Moreno, que ejerc¨ªa de secretario municipal en el a?o 1991. Se opuso a algunas de las primeras medidas de Gil y solo dur¨® una semana en el puesto: le obligaron a tomar vacaciones forzosas. ¡°Hace falta una catarsis colectiva¡±, insiste Moreno. Quiz¨¢s esa terapia sea m¨¢s f¨¢cil de ver que una piqueta demoliendo edificios ilegales, homenajes permanentes a la pol¨ªtica que marc¨® Marbella para siempre.
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