Quince minutos de p¨¢nico en el camping de Cabo de Gata
Sesenta personas pasan horas encaramadas a mesas y sanitarios aisladas por una torrentera en Almer¨ªa
Dos de la madrugada en un bungalow del camping Cabo de Gata (Almer¨ªa). Se abre el cielo, Laurence y Pierre ven c¨®mo el agua les cubre los pies en pocos minutos. ¡°Pero pasa un cuarto de hora y el barro llega aqu¨ª¡±, se?ala la mujer, de mediana edad. Aqu¨ª es la entrepierna. ¡°La casa flotaba, como si fuera un barco¡±. Saltan por la ventana, dejan atr¨¢s el Renault con el que han viajado por Espa?a desde Bayona y, a oscuras, desafiando la torrentera, buscan tierra firme: la recepci¨®n.
¡°Rompimos los cristales, nos subimos a las mesas y as¨ª estuvimos hasta las seis de la ma?ana¡±. Llegaron muchos m¨¢s, ¡°perros, ni?os, todos buscando la altura¡±. Los bomberos, que llegaron sobre las cuatro de la madrugada del viernes tuvieron que rescatar a quienes en los ba?os se subieron a lavabos y tazas. Fueron 60 los evacuados del camping cuando clareaba el d¨ªa. Unas mantas los esperaban en el Palacio de Congresos de El Toyo, una nueva zona urbana en el extremo oeste de Almer¨ªa capital. Horas despu¨¦s los trasladaron a un hotel.
Desde all¨ª, el grupo de rostros bronceados de todas las edades se subi¨® a un autob¨²s urbano y regres¨® al camping por la tarde. Parec¨ªan un equipo. Vest¨ªan las mismas deportivas, pantalones de ch¨¢ndal, camisetas. Limpias y secas, cortes¨ªa de la Cruz Roja. Laurence y Pierre tambi¨¦n. Ella tiene aspecto de haber llorado mucho.?
Escoltado por un coche de la polic¨ªa local, el autocar con los evacuados cruz¨® el paisaje de invernaderos, entr¨® en el Parque Natural del Cabo de Gata y, muy cerca del destino, rebas¨® una riera cegada, salpicada de basura y pl¨¢sticos. El camping les recibi¨® tapizado con un barro espeso y maloliente que cubr¨ªa los tobillos. Algunas casitas estaban desplazadas. Los porches de madera se hab¨ªan desgajado. Los ch¨¢ndales inmaculados de la comitiva se volv¨ªan marrones al enfilar las calles.
Al fondo de una de esas calles cuatro coches han quedado arrumbados por la riada. El de dos j¨®venes de Burdeos parece clavado en el centro. Mientras recogen los enseres embarrados, se?alan el nivel del agua dentro de su casita. Ha llegado a la rodilla. El coche de otra pareja treinta?era de Alcal¨¢ de Henares (Madrid) cierra la extra?a formaci¨®n. Sacan las maletas cubiertas de barro y las sillas de playa.¡°Ya estaba el maletero cargado. El lunes empezamos a trabajar¡±.
¡°?Que nos morimos!¡±
Frente al bar en el que se sigue achicando el barro, Simona dice que cogi¨® un colch¨®n de un sof¨¢ que ten¨ªan frente a la camioneta y que subi¨® a los dos ni?os encima. Y al perro. ¡°No sab¨ªamos si el colch¨®n flotaba, y as¨ª salimos¡±, cuenta la joven madre. Solo hab¨ªa un punto de luz en todo el camping, una furgoneta que se incendi¨®. Dice la hermana de Simona, muy exaltada: ¡°Nos llamaron sobre las tres de la ma?ana, que nos morimos, que nos morimos. Avis¨¦ a mi novio, que es cabo de la Guardia Civil y vinimos los primeros, vadeando¡±. Son de la zona. ¡°Esto est¨¢ muy cerca de la riera, y por ah¨ª desaguan las aguas de toda la zona¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.