Santander, puerto de polizones
Grupos de inmigrantes recalan cada d¨ªa en la ciudad c¨¢ntabra para intentar colarse en barcos y llegar al Reino Unido
¡°Es como la valla de Melilla, pero en Santander¡±, cuenta un vecino del barrio pesquero santanderino. M¨¢s de 1.000 kil¨®metros separan a ambas ciudades, pero las une la intenci¨®n constante de superar una frontera y recalar en una vida que se espera mejor. En el puerto de Santander, grupos de migrantes, mayoritariamente albaneses, se cuelan cada d¨ªa para intentar acceder a un buque rumbo al Reino Unido. Anhelan el trabajo que ni Espa?a ni Albania pueden ofrecerles, y para ello se adentran en terreno portuario para despu¨¦s intentar subir a un barco, algo extremadamente dif¨ªcil. Hasta entonces, sobreviven sin apenas recursos en la ciudad.
El primer paso parece asequible. Un pescador que ba?a lombrices se?ala una pared de chapa, abollada, de unos dos metros de altura en la calle de Sotileza. Se puede rodear el endeble muro, en su l¨ªmite con el mar, con cuidado de no caerse. Una vez dentro, llega la odisea para migrantes como un chico alban¨¦s que se protege de las preguntas con un ¡°No interviews, no interviews¡± [¡°nada de entrevistas¡±] en unas viviendas abandonadas a cinco kil¨®metros del muelle. All¨ª reside con 25 compatriotas. Al poco, el chico de ojos azules desconfiados admite que la semana pasada logr¨® entrar en un cami¨®n. Lo interceptaron.
Su caso es uno m¨¢s. La Autoridad Portuaria de Santander contabiliz¨® 2.360 intervenciones de este tipo en 2019. El pasado enero sumaron 259. Jaime Gonz¨¢lez, presidente de la entidad, considera ¡°altamente vulnerable¡± el entorno, cuya seguridad contrasta con el puerto de Bilbao, que sufr¨ªa este ¡°problema de intrusi¨®n¡± hasta que reforz¨® la protecci¨®n. Gonz¨¢lez afirma que planean instalar un cerco de 4,5 metros de altura e incrementar los efectivos de la Guardia Civil.
El desmantelamiento de los campamentos en el puerto franc¨¦s de Calais en 2016 atrajo al norte peninsular a m¨¢s migrantes con el Reino Unido como destino. Tras cerrarse la v¨ªa vasca, pasaron a Cantabria. Ana Ur¨ªa es una de las abogadas que los asiste en los calabozos ¡°por si desean solicitar asilo¡±. Un traductor ayuda por tel¨¦fono. La letrada relata que sus defendidos acceden a territorio Schengen ¡ªde movimiento interno libre¡ª por carretera desde Hungr¨ªa y Eslovenia, y recalan en Santander. Los detenidos, a?ade, solo quieren volver a la calle: ¡°No volvemos a verlos y no se comunican¡±. Seguir¨¢n intentando colarse en los nav¨ªos.
Los compa?eros del joven alban¨¦s de ojos azules, que llaman hogar a ese bloque del barrio de Pe?a Castillo, tambi¨¦n tienen 18 a?os. No dan nombres. Unos tablones completan muros sin ventanas para tener cuatro paredes; un hornillo y varias sartenes se acumulan y la suciedad impera. De fondo, m¨²sica trap. Ese chico fornido que bebe una infusi¨®n, aquel con zapatillas grises y el m¨¢s delgado, con una camiseta de la Juventus, abandonaron Albania en busca de oportunidades. A¨²n no llegaron. Los vecinos del barrio pesquero los acusan de robar ropa y abrigos en los tendederos. Ur¨ªa explica que suelen portar algo de dinero y que dicen alojarse ¡°en un hostal¡±, aunque jam¨¢s precisan d¨®nde.
Los refuerzos acompa?ar¨¢n a guardias civiles como un agente que describe, resignado, las detenciones cotidianas. En cuanto puedan, los migrantes saltar¨¢n de nuevo, sobre todo de noche. Unos intentan colarse, otros deben impedirlo: ¡°Nos conocemos. Por las ma?anas corro por el puerto, me los encuentro, saludan y preguntan si hoy trabajo¡±. Tambi¨¦n usan escaleras ¡°o forman castellets¡± para superar paredes elevadas.
Las vulneraciones han contribuido a que Brittany Ferries, cuyos barcos atracaban en Santander desde la irlandesa Cork, decida amarrar en Bilbao. Y el problema con los polizones salpica a todas las empresas del puerto. Fuentes del ¨¢rea de Industria del Gobierno c¨¢ntabro apuntan que la presencia humana entre mercanc¨ªas como alimentos o ropa provoca que se tiren o se devuelvan, con las consiguientes p¨¦rdidas.
Los grupos se han organizado por el puerto santanderino para conocer los tramos d¨¦biles. Se coordinan gracias al Wi-Fi y enchufes de los Jardines de Pereda, cercanos al muelle. Frecuentan los supermercados cercanos. Una de las t¨¢cticas m¨¢s arriesgadas la explica un trabajador portuario: algunos migrantes aprovechan la bajamar para sortear las estructuras de madera bajo el muelle y subir a la superficie, forzar un cami¨®n y meterse. Un obrero sudamericano empatiza desde el andamio: ¡°En esta vida lo intentas todo hasta que se puede¡±.
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