El crimen real que inspir¨® el mejor cine negro
En 1925 una pareja de amantes plane¨® y ejecut¨® el asesinato del marido de ella para cobrar un seguro de vida, un crimen que sirvi¨® de inspiraci¨®n para la pel¨ªcula 'Perdici¨®n'
Estaba la novela g¨®tica norteamericana, el cine expresionista europeo y las historias polic¨ªacas. Las cortinas venecianas, que proyectaban una luz barrada sobre las caras de detectives a tiempo completo o asesinos espor¨¢dicos. Hombres mis¨¢ntropos, bebedores, inconmovibles. Cuadros de pitchers de b¨¦isbol en apartamentos donde el ¨²nico alimento es una botella de bourbon. Una forma r¨¢pida de sacar los cigarrillos del bolsillo interior de las americanas. Y frente a ellos mujeres fatales, carnales y fr¨ªas. Ingredientes todos, aunque no ¨²nicos, que a finales de los a?os treinta y sobre todo en los cuarenta cuajar¨ªan en el naciente cine negro norteamericano. Pero en la forja de ese g¨¦nero tambi¨¦n se a?adieron los sucesos reales.
Sobre la pared de una casa corriente de Queens, en Nueva York, colgaba una foto de la joven y guapa Jessie Guischard, la primera prometida de Albert Snyder, muerta hac¨ªa a?os. All¨ª la ve¨ªa cada d¨ªa la mujer de Albert, Ruth Snyder, que en 1925 conoce a Judd Gray, un vendedor de cors¨¦s, casado igual que ella. Comienzan una relaci¨®n a escondidas. Ruth convence a su marido para que suscriba un seguro de vida por 48.000 d¨®lares, que ser¨¢n el doble si ¨¦l muere por un acto violento, con la fraudulenta colaboraci¨®n de un agente de seguros. En 1927, la pareja de amantes estrangula a Albert y culpan del crimen a unos supuestos ladrones que hab¨ªan asaltado la casa.
La polic¨ªa encontr¨® entre los papeles del marido muerto un papel con las iniciales J. G., y Ruth le pregunta a uno de los detectives qu¨¦ tiene que ver Judd Gray con la situaci¨®n. En realidad, las iniciales correspond¨ªan a Jessie Guichard, pero la mera menci¨®n de Gray en boca de la mujer puso a la polic¨ªa tras sus pasos, y la trama qued¨® al descubierto. Los amantes se culparon uno a otro de la muerte del desdichado Albert. Ambos fueron condenados a muerte.
Poco despu¨¦s de las once de la noche de un 12 de enero de 1928, en el correccional de Sing Sing, Ruth Snyder muere ejecutada en la silla el¨¦ctrica. Su amante y c¨®mplice es electrocutado minutos despu¨¦s, en el mismo presidio. El el¨¦ctrico que se ocupa de la ejecuci¨®n detalla que ha tenido que aplicar un voltaje m¨¢s alto a ella que a ¨¦l. La imagen de la mujer ajusticiada impact¨® a los lectores del New York Daily al d¨ªa siguiente. El fot¨®grafo Tom Howard la hab¨ªa tomado a hurtadillas, fijando una c¨¢mara en miniatura a un tobillo para bular los cacheos. "Esta es quiz¨¢ la foto en exclusiva m¨¢s destacada de la historia de la criminolog¨ªa", se envanece el diario en su portada. En ella se ve a Snyder con la cara tapada y dos electrodos en sendos tobillos. A pesar de la mala calidad de la imagen, una ampliaci¨®n de una foto torcida que fue la ¨²nica que pudo tomar Howard porque la c¨¢mara ten¨ªa una sola placa, el rotativo destaca que se aprecia, detr¨¢s de la silla, la mesa de autopsias. Ser¨¢, dice el peri¨®dico, "la primera de una ejecuci¨®n en Sing Sing y la primera de la muerte en silla el¨¦ctrica de una mujer".
A?os m¨¢s tarde, en 1943, el inter¨¦s p¨²blico de la historia se amplific¨® gracias al libro Double Indemnity?("indemnizaci¨®n doble"), del escritor y antes periodista James M. Cain, que se bas¨® en la historia de los amantes asesinos de Queens, si bien transform¨¢ndola. En su versi¨®n, el agente de seguros se enamora de una mujer casada, que lo persuade para que le deje suscribir un seguro de vida para su marido, y que ambos lo asesinen para que ella lo cobre. Lo estrangulan en el coche de su mujer, y dejan el cuerpo junto a unas v¨ªas para simular que ha ca¨ªdo desde un tren. Luego, ella quiere deshacerse de su amante. ?l, de ella, agobiado por la posibilidad de ser descubierto y?las crecientes sospechas de su jefe en la compa?¨ªa de seguros. En una emboscada, se hieren con disparos. Huyen en un barco a M¨¦xico y se lanzan a las aguas para suicidarse. La historia tambi¨¦n podr¨ªa haber encontrado inspiraci¨®n en la novela de ?mile Zola?Th¨¦r¨¨se Raquin, la historia de una mujer casada con su primo pero enamorada de otro hombre, que mata al primero.?
James M. Cain aprovech¨® tambi¨¦n la historia original para su libro El cartero siempre llama dos veces, llevado a las pantallas en 1946 y 1981. Pero si su libro sigue siendo conocido es por la versi¨®n cinematogr¨¢fica de Willy Wilder, en 1945, con un guion firmado por ¨¦l y por el gran Raymond Chandler, un tour de force entre dos genios lleno de tensiones y desencuentros por los distintos criterios de desarrollo de las escenas y los di¨¢logos. Y la ¨²nica grabaci¨®n, aparte de una casera, donde aparece el escritor de El sue?o eterno o El largo adi¨®s, en un cameo en la compa?¨ªa de seguros del protagonista.
Con los mismos nombres que en la novela, el agente de seguros Walter Neff (Fred MacMurray) queda prendado de la belleza de la mujer de un cliente, Phyllis Nirdlinger (Barbara Stanwyck), que lo convence, no sin trabas, para que suscriba un seguro de vida de 50.000 d¨®lares a nombre de su marido, sin que ¨¦l lo sepa. Neff accede, y ambos planean matarlo en un trayecto en coche hasta la estaci¨®n de tren de Los ?ngeles desde donde el hombre saldr¨¢ de viaje hacia sus pozos petrol¨ªferos en Texas. Neff se hace pasar por el marido de Phyllis, sube al tren y se baja en una estaci¨®n. ?l y su c¨®mplice y amante sacan el cuerpo del muerto y lo dejan junto a las v¨ªas.
Pero no cuentan con la sagacidad del jefe de Neff en la compa?¨ªa de seguros, Barton Keyes (Edward G. Robinson), una figura casi paternal para Neff. Un sabueso al que ning¨²n estafador ha conseguido colarle un fraude en un seguro. El nervioso y avispado Keyes siempre recurre a su empleado predilecto, Neff, para que le encienda sus puros. Neff lo teme y lo admira. En un momento juntos, Keyes le dice que lo hab¨ªa contratado porque lo consideraba "menos tonto que los dem¨¢s" empleados, pero que "tan solo era m¨¢s alto". En ese momento, Keyes todav¨ªa cree que la muerte de Nirdlinger se ha debido a un suicidio. No puede imaginarse que su querido Neff es el asesino.?"No pod¨ªa escuchar mis pasos. Caminaba como un hombre muerto", dice la voz en off de Neff, la de Fred MacMurray, que narra a toro pasado la historia.
Pero pasan los d¨ªas y a Keyes no le encajan varios hechos: en el tramo donde ha aparecido el cuerpo el tren circulaba a solo 25 kil¨®metros por hora. Nadie se suicidar¨ªa, ni probablemente morir¨ªa, saldando de un veh¨ªculo que circula a tan poca velocidad. Prosigue en sus pesquisas y localiza al ¨²nico testigo que ha hablado con Neff mientras se hac¨ªa pasar por el marido de su amante. Dice que el hombre con el que hab¨ªa hablado es joven, algo que no encaja con la edad real del muerto, 51 a?os. Neff se entera por la hija del asesinado que su querida Phyllis tiene otro amante. Agobiado por su jefe y decepcionado por ella, Neff se enfrenta a Phyllis, que le dispara en el hombro. Con la misma arma, ¨¦l la mata. Malherido, desangr¨¢ndose, va a su oficina en la compa?¨ªa de seguros y en un dict¨¢fono graba su confesi¨®n, dirigida a su admirado e insobornable jefe.
Wilder tuvo que plegarse a las exigencias del estricto C¨®digo de Producci¨®n Cinematogr¨¢fica, conocido popularmente como el C¨®digo Hays: el tejido de la toalla que cubr¨ªa el cuerpo de la despampanante Barbara?Stanwyck cuando la conoce Fred MacMurray tendr¨ªa que ser m¨¢s generoso y hab¨ªa que evitar mostrar detalles escabrosos del cad¨¢ver del malogrado marido. Adem¨¢s, se imped¨ªa que en el montaje final se incluyera una ¨²ltima escena, que lleg¨® a filmarse, en el que los amantes mor¨ªan, igual que los criminales en los que se basaban sus personajes, en la silla el¨¦ctrica. Pero los espectadores se quedaron en su lugar con una imagen final inolvidable. Neff, casi muerto, se saca un cigarrillo de la chaqueta. Torpe, lentamente. Pero, por primera vez, es su jefe, Hayes, quien se lo enciende, y no al rev¨¦s.?
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