Perdonar, un acto de generosidad que mejora la salud f¨ªsica y el bienestar mental
El resentimiento es un estado afectivo que carcome por dentro y que una y otra vez tiende a imaginar la forma de da?ar al otro
Todas las personas pueden sentirse agraviadas en algunas circunstancias de su vida personal o profesional, pero en general cuentan con recursos psicol¨®gicos y de apoyo familiar y social para hacer frente al malestar experimentado sin que ello afecte a su equilibrio emocional. Pero hay ciertas afrentas que, por sus caracter¨ªsticas peculiares de gravedad, duraci¨®n o frecuencia o por la vulnerabilidad psicol¨®gica de las personas que las sufren, generan una profunda humillaci¨®n.
En estos casos, los seres humanos pueden experimentar una vivencia repentina de desvalimiento y una desconfianza radical hacia los dem¨¢s, as¨ª como una interferencia negativa en la vida cotidiana, que les lleva a mostrar una capacidad mermada para trabajar, disfrutar e incluso socializar.
A corto plazo, la persona agraviada puede desear desquitarse con el causante de su sufrimiento o humillaci¨®n para restituir el equilibrio perdido. El ansia de revancha en respuesta a una mala acci¨®n est¨¢ arraigada en lo m¨¢s profundo del ser humano. El resentimiento consiste en sentirse dolido y no olvidar, en respirar siempre por la misma herida. Es un estado afectivo que carcome por dentro y que una y otra vez tiende a imaginar la forma de da?ar al otro. El resentimiento enfermizo est¨¢ ligado a una especial hipersensibilidad para sentirse herido, lo que puede llevar a una deformaci¨®n de la realidad y a un encadenamiento con el pasado que dificulta la alegr¨ªa de vivir y fomenta la amargura.
Sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones los seres humanos tienen una capacidad de resiliencia para superar el sufrimiento emocional. As¨ª, el paso del tiempo, que tiende a difuminar la humillaci¨®n, la reanudaci¨®n de los quehaceres diarios, la implicaci¨®n en nuevos proyectos y relaciones y el apoyo familiar y social amortiguan el dolor experimentado.
A ello puede ayudar decisivamente el perd¨®n, que es un componente fundamental en las relaciones humanas. Aun siendo una categor¨ªa de origen religioso, admite una versi¨®n laica para la convivencia social. Perdonar supone dejar de tomar en consideraci¨®n la afrenta recibida sin guardar rencor al ofensor. A un nivel de supervivencia, la tendencia a perdonar es una cualidad gen¨¦tica favorecida por la fuerza evolutiva de la selecci¨®n natural porque permite a los miembros de la especie humana hacer las paces con el ayer, recuperarse y perpetuarse.
En concreto, el perd¨®n permite sacudirse el yugo del suceso doloroso y romper el v¨ªnculo emocional negativo con el pasado, mejorar la salud f¨ªsica y mental al quitarse la v¨ªctima una carga de encima, reconciliarse consigo misma y recuperar la paz interior, es decir, librarse del dolor y no vivir en un perpetuo desgarro. Por otra parte, una persona tiende a aceptar mejor sus propios errores (a perdonarse a s¨ª misma) si es capaz de hacerlo con los dem¨¢s. Nada puede cambiar el pasado, pero la actitud de clemencia puede modificar el futuro.
Otorgar el perd¨®n es, en cualquier caso, un acto de generosidad por parte de la persona agraviada, que no se puede imponer externamente, y no significa olvidar lo ocurrido porque el perd¨®n supone forzosamente el recuerdo de la afrenta. El acto de perdonar puede requerir un per¨ªodo temporal determinado (el sol no sale de repente), cuando se ha atenuado en la v¨ªctima la huella del sufrimiento experimentado, y no implica necesariamente una reconciliaci¨®n con el ofensor. Reconciliarse supone restablecer una relaci¨®n quebrada entre dos o m¨¢s personas previamente unidas, pero si la persona afrentada no ten¨ªa relaci¨®n alguna con el ofensor, har¨¢ bien en mantener una actitud evitativa respecto a ¨¦l.
No todas las personas tienen la misma capacidad para conceder el perd¨®n. Lo que explica estas diferencias es la intensidad del agravio vivido, la historia de victimizaciones anteriores y el sistema de valores ¨¦ticos de la persona agraviada, as¨ª como la existencia de una relaci¨®n afectiva previa positiva con el ofensor. Asimismo, si el ofensor pide perd¨®n a la v¨ªctima por el da?o causado de una forma aut¨¦ntica y se implica en alg¨²n tipo de reparaci¨®n, la persona agraviada puede estar m¨¢s predispuesta, sin sentirse por ello obligada, a otorgar el perd¨®n.
La concesi¨®n del perd¨®n facilita la recuperaci¨®n psicol¨®gica de las personas agraviadas. No se trata de olvidar lo inolvidable, sino de integrar la afrenta en su biograf¨ªa. Es decir, la persona evoluciona de ser v¨ªctima, que es una categor¨ªa adjetiva, a ser persona, que es una categor¨ªa sustantiva y que implica muchos m¨¢s registros. De este modo, puede implicarse m¨¢s f¨¢cilmente en proyectos o relaciones de presente y de futuro m¨¢s ilusionantes.
Por el contrario, hay personas que muestran una incapacidad para el perd¨®n o se niegan rotundamente a ello. Se trata en unos casos de personas m¨¢s inestables emocionalmente, en donde la afrenta est¨¢ permanentemente presente en forma de pensamientos invasivos, o, en otros casos, de v¨ªctimas que sufren reiteradamente la conducta ofensiva por parte de un agresor que no muestra se?ales de arrepentimiento. Por unas u otras circunstancias, este tipo de personas agraviadas, profundamente humilladas, se instalan en el rencor, se enrocan en el pasado y se muestran inaccesibles a cualquier reconsideraci¨®n de lo ocurrido.
Pero tambi¨¦n el perd¨®n, en este caso la solicitud de perd¨®n, puede desempe?ar un papel importante en quienes han llevado a cabo una afrenta. Si bien hay ofensores con rasgos psicop¨¢ticos o con un perfil fan¨¢tico, como ocurre en los delitos de odio, irreductibles a la reconsideraci¨®n de su comportamiento, otros sienten, m¨¢s all¨¢ de las sanciones punitivas y de la reprobaci¨®n social, una mala conciencia y un malestar emocional, que puede llegar al autodesprecio, por las conductas reprobables. En estos casos, solicitar el perd¨®n a la persona agraviada supone eliminar los sentimientos de culpa, mejorar en empat¨ªa, recuperar la paz interior e integrarse socialmente.
Este ajuste de cuentas con el pasado supone el reconocimiento del da?o causado, el pesar por lo ocurrido, la solicitud de perd¨®n, el compromiso de no repetici¨®n de la afrenta y la implicaci¨®n, all¨ª hasta donde es posible, en conductas de reparaci¨®n. No es cuesti¨®n solo de pasar p¨¢gina, sino de plantear el canje de la culpa por la responsabilidad para minimizar el da?o causado y adquirir un mayor grado de responsabilidad ante decisiones futuras. En definitiva, el perd¨®n aut¨¦ntico, cuando lo solicita el ofensor y lo otorga la persona agraviada, puede servir para difuminar el dolor pasado, para reducir el dolor presente y para prevenir el dolor futuro.
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