Compartir piso a los 90 a?os, los beneficios de la convivencia intergeneracional
En Espa?a hay activos 16 programas para que j¨®venes y ancianos compartan piso. Distintos estudios subrayan los beneficios psicol¨®gicos y sanitarios de este tipo de relaciones
Conchita Satorres buscaba compa?era de piso en Barcelona. Esto es siempre un proceso complicado, pero a¨²n m¨¢s cuando sumas 91 a?os y tu ¨²ltimo compa?ero de piso fue tu marido. Al enviudar, Conchita se empez¨® a encerrar en s¨ª misma. Y en su apartamento. ¡°Casi no sal¨ªa¡±, reconoce. ¡°El ratito que ten¨ªa a la Edith [su cuidadora], pues iba a la calle con ella. Pero despu¨¦s ya me quedaba sola, el fin de semana o las tardes¡±. Compartir piso pod¨ªa ser una forma de romper esa din¨¢mica, pens¨®. En lugar de poner un anuncio en Idealista, Conchita acudi¨® a la Fundaci¨®n Roure, una ONG catalana especializada en personas mayores. Les dijo que se apuntaba al programa de convivencia intergeneracional. Despu¨¦s de varias entrevistas con la psic¨®loga, apareci¨® en su puerta una muchacha mexicana con unas maletas. Se llamaba Carla Argentina y ten¨ªa 30 a?os. Al principio se saludaban educadamente y se les hac¨ªa raro, no dejaban de ser dos desconocidas. Pero con el paso de los meses, fueron cogiendo confianza. Tres a?os despu¨¦s, ambas aseguran que no son compa?eras de piso, son amigas. Familia.
En los ¨²ltimos a?os, diferentes programas de convivencia intergeneracional como este se han popularizado en Europa, que parten de superponer dos problem¨¢ticas muy diferentes. Por un lado, la dificultad de acceso a la vivienda y la precariedad juvenil. Por otro, la soledad no deseada de las personas mayores. En la intersecci¨®n de estas realidades, conviven miles de personas en Espa?a: puede que no compartan referencias culturales o c¨®digos generacionales, pero comparten vida y piso.
Y eso es algo positivo. La amistad intergeneracional no hab¨ªa sido muy estudiada desde el punto de vista de la psicolog¨ªa y la salud, pero en los ¨²ltimos a?os, diferentes estudios han se?alado los beneficios bidireccionales de la misma. Un metaan¨¢lisis de 2019 se?al¨® que los programas intergeneracionales redujeron significativamente el edadismo entre los participantes m¨¢s j¨®venes. Otro, de 2021, explicaba que los adultos mayores experimentan una reducci¨®n del n¨²mero de ca¨ªdas y fragilidad, y un aumento de fuerza y equilibrio. Un ¨²ltimo metaan¨¢lisis se?al¨® tambi¨¦n una menor tasa de depresi¨®n entre los participantes.
En realidad, estos programas no han inventado nada nuevo. ¡°Esto es la versi¨®n 2.0 de la antigua familia extensa, en la que conviv¨ªan abuelos y nietos bajo el mismo techo¡±, explica Andr¨¦s Rueda, geront¨®logo social y director de ASCAD. Y la familia extensa, se?ala, es una forma de evoluci¨®n antropol¨®gica de la tribu, como grupos de personas conviviendo juntos. ¡°La evoluci¨®n hacia la familia nuclear rompi¨® ese tipo de convivencia tribal y de familia extensa, especialmente en las ciudades o n¨²cleos amplios de poblaci¨®n. Pero gen¨¦ticamente estamos programados para la convivencia intergeneracional de una forma natural¡±.
Pero m¨¢s all¨¢ de nuestros genes, la realidad es otra. En 2022, m¨¢s de cinco millones de personas viv¨ªan solas en casa, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica. Esta cifra ha aumentado en casi un 20% en los ¨²ltimos 10 a?os, y la previsi¨®n es que siga haci¨¦ndolo a un ritmo a¨²n m¨¢s elevado. No hay ning¨²n modelo de familia o tipo de hogar que crezca con tanta fuerza. En una sociedad cada vez m¨¢s individualista y envejecida, la soledad no deseada ser¨¢ uno de los grandes problemas del futuro. Y esto tiene consecuencias catastr¨®ficas.
Un reciente estudio de la revista BMC Medicine aseguraba que las personas mayores que no reciben visitas tienen un 39% m¨¢s de posibilidades de morir que aquellas que s¨ª las tienen. Las conexiones humanas les mantienen activos y potencian h¨¢bitos saludables. Programas como el de la Fundaci¨®n Roure sirven como un dique a esta tendencia. ¡°Somos un animal social por naturaleza y eso incluye la convivencia de j¨®venes con personas mayores¡±, explica Rueda. ¡°Pero todo esto necesita un formato determinado, unas condiciones¡±.
Las condiciones en el caso de Carla y Conchita eran claras. La joven no pagar¨ªa alquiler y a cambio har¨ªa compa?¨ªa a la anciana al menos dos horas al d¨ªa. Tres a?os despu¨¦s, el cari?o y la convivencia han erosionado la rigidez de ese contrato. ¡°La Carla ha sido una bendici¨®n¡±, asegura Conchita. ¡°Porque puedo salir con ella, me saca a tomar el sol, a comer, a veces vamos de tiendas¡ Le gustan mucho los vestidos, las chaquetas y yo le aconsejo¡±. La convivencia entre ellas es similar a la que se da en cualquier hogar. Al principio hab¨ªa diferencias por lo que se pon¨ªa en la televisi¨®n. Conchita siempre pon¨ªa TV3, ¡°sobre todo las noticias, que en esta casa son sagradas¡±, cuenta Carla. Ella no entend¨ªa el catal¨¢n y la pol¨ªtica espa?ola le daba un poco igual. Le gustaban m¨¢s los programas de reformas de casas o las series americanas. Pero a fuerza de ver las noticias, Carla aprendi¨® catal¨¢n. De vez en cuando se le cuela alguna expresi¨®n o giro que llama la atenci¨®n en medio de un discurso pronunciado con marcado acento mexicano. Conchita tambi¨¦n se empez¨® a enganchar a algunas series que le gustaban a su nueva compa?era de piso. Ver la tele se convirti¨® en un pasatiempo compartido. Algo parecido sucedi¨® en la cocina, donde la una ense?¨® a la otra a cocinar los platos t¨ªpicos de su tierra.
Carla reconoce que se interes¨® por este programa por las condiciones econ¨®micas, pero despu¨¦s encontr¨® en Conchita a una amiga. Su caso es paradigm¨¢tico, explica Rueda: ¡°Las convivencias surgen inicialmente por conveniencia o por intereses cruzados. Despu¨¦s, a partir de ah¨ª, el roce y conocimiento mutuo hace el cari?o que desemboca en una convivencia que va m¨¢s all¨¢ de la inicial de orden muy material¡±.
Los programa de convivencia intergeneracional comenzaron a desarrollarse en Espa?a hace m¨¢s de 25 a?os y se fueron multiplicando, de las grandes ciudades a las medianas. Actualmente, hay 16 programas repartidos a lo largo del territorio. Uno de los primeros fue Convive, una iniciativa que lleva activa desde 1995 y por la que han pasado m¨¢s de 1.800 casos. El psic¨®logo Marcos B?cker es su responsable. ¡°En una sociedad con v¨ªnculos m¨¢s precarios, se requieren pr¨¢cticas que fomenten el encuentro y la relaci¨®n entre personas de diferentes generaciones¡±, explica en un intercambio de correos. ¡°Frente a la soledad y lazos sociales fragmentados, las experiencias intergeneracionales pueden contribuir a generar sentimientos de pertenencia, de reconocimiento del valor social de todas las personas y al enriquecimiento mutuo en general¡±, se?ala. ¡°Y esto, dif¨ªcilmente se encontrar¨ªa de forma natural, sin una promoci¨®n activa¡±.
En un primer momento, estos programas se entend¨ªan desde la caridad, poniendo a los mayores en una situaci¨®n de inferioridad, pero la experiencia ha ido demostrando que este tipo de convivencia es enriquecedora para todos los involucrados. ¡°Yo intento aportar a Conchita, pero ella tambi¨¦n me aporta a m¨ª¡±, explica Carla, que asegura haber aprendido no solo sobre historia y a cocinar, sino a vivir de otra forma. A tomarse las cosas con calma y disfrutar de la tranquilidad de estar en casa.
En estos a?os, tambi¨¦n se ha dado cuenta de ciertos prejuicios sociales respecto a los mayores, de din¨¢micas edadistas de las que no era del todo consciente. ¡°Tenemos una mirada que infantiliza e inhabilita a las personas mayores¡±, se?ala. ¡°Se tiende a decir eso de ¡®son como ni?os¡¯. Y no. Son personas adultas con su personalidad y sus ideas, aunque f¨ªsicamente est¨¦n mermados. Muchos mayores llegan a los 90 con su capacidad cognitiva intacta. Se nos olvida todo lo que podemos aprender de ellos¡±.
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