Operaci¨®n biquini: c¨®mo salir de la trampa de la verg¨¹enza corporal
Es una broma del capitalismo que, para merecer o disfrutar de las vacaciones que nos corresponden como trabajadores, tambi¨¦n haya que cumplir unos requisitos f¨ªsicos
El fin de la Semana Santa da el pistoletazo de salida a la Operaci¨®n Biquini, una carrera sin mucho sentido, como la de los Autos Locos de Pierre Nodoyuna, para conseguir estar m¨¢s delgados, fuertes, fibrosos, morenos¡ o lo que la sociedad diga, y as¨ª poder ganarnos esos quince d¨ªas de vacaciones. Es una broma del capitalismo que, para merecer o disfrutar de las vacaciones que nos corresponden como trabajadores, tambi¨¦n haya que cumplir unos requisitos f¨ªsicos, como si fuera una extensi¨®n curricular.
Notas que la sombra de Operaci¨®n Biquini es alargada porque la televisi¨®n se llena de anuncios de productos que te prometen reducir al menos dos tallas, en los escaparates de las farmacias se expone barritas sustitutivas de comidas, y en las revistas y redes aparecen esos trucos para disimular la celulitis y un sinf¨ªn de chorradas poco eficaces, salvo en la parte de hacerte sentir verg¨¹enza por tu cuerpo. Tanta perfecci¨®n vendida en botes de alquimia consigue hacernos creer que nuestro cuerpo no es suficiente, ni digno de mostrarse.
La Operaci¨®n Biquini va dirigida sobre todo a nosotras. No dudo que la presi¨®n est¨¦tica se vaya extendiendo hacia los hombres, pero se llama Operaci¨®n Biquini, as¨ª que es evidente que el blanco somos nosotras. Tanta presi¨®n hace que empecemos a llevarnos mal con nuestros cuerpos. Esta maltrecha relaci¨®n seguramente empez¨® en la ni?ez o en la adolescencia, y es posible que incluso recuerdes qu¨¦ comentario hacia tu cuerpo te hizo dudar de ¨¦l.
Desde ah¨ª comenzamos una batalla por encajar. Da igual como seamos, nunca vamos a estar a gusto del todo, ya se encarga este lobby est¨¦tico de que nos molesten las pecas, o de que nuestras cejas no sean tan anchas como tocan. Desde la verg¨¹enza corporal que nos hacen sentir, nos tienen inmersas en una lucha interna con nuestro cuerpo y, mientras, dejamos de hacer cosas: no vamos a la playa, nos castigamos, nos gastamos fortunas en maquillajes, l¨¢ser, dietas, tratamientos est¨¦ticos¡ pero nunca es suficiente. Nunca hay un punto en el que dices ¡°pues oye, ya est¨¢, ya soy lo que quer¨ªa esta sociedad¡±, porque vuelven a cambiar los c¨¢nones est¨¦ticos y est¨¢s fuera de nuevo.
Puedo sonar exagerada, pero tenemos un ejemplo muy reciente: Kim Kardashian, la reina de la voluptuosidad hace a?os, ha decidido volver a los modelos ¡°talla cero¡± de los 90, y para eso no ha dudado en usar el Ozempic (de esto os hablo otro d¨ªa) y todo el arsenal est¨¦tico que ten¨ªa a su alcance. As¨ª que si eras feliz con tus curvas y te sent¨ªas representada por Kim, pues ya no, y todo esto en menos de diez a?os. ?Y ahora que hago yo con mis caderas?
Soy nutricionista y quiz¨¢s ech¨¢is de menos que os hable de las dietas absurdas que surgen en esta ¨¦poca y de por qu¨¦ no funcionan, pero no lo voy a hacer. No quiero desaprovechar esta oportunidad hablando de la dieta del pomelo, as¨ª que vamos con estrategias para empezar a aceptar nuestro cuerpo y a respetarlo.
Lo primero es ver que nuestro cuerpo es nuestra casa, vivimos en ¨¦l, y si esta sociedad nos ha ense?ado a odiarlo y a querer modificarlo por encajar, el mayor acto de rebeld¨ªa y amor es quererlo.
Querer a nuestro cuerpo cuando, desde la ni?ez o adolescencia, lo odiamos es complicado, as¨ª que empecemos por respetarlo y aceptarlo tal como es, aunque no nos guste. Tener respeto por todo lo que nos permite hacer, valorarlo desde la funcionalidad y no desde la est¨¦tica dictada por la sociedad. Igual mis piernas son m¨¢s gordas de lo que dicen los c¨¢nones, pero me llevan y me traen, puedo correr, viajar, saltar y eso es digno de respeto.
Del mismo modo que no permitir¨ªamos que alguien llegase a nuestra casa y la destrozase o la insultase, esa deber¨ªa ser la respuesta a un sistema que viene a mi cuerpo y me dice que es feo, o gordo, o flaco, o fl¨¢cido¡ Ahora mismo se va usted de mi casa, y cierre al salir.
No podemos evitar vivir en la sociedad en la que vivimos, pero s¨ª podemos no ser part¨ªcipes de estas conductas, ni v¨ªctimas de este sistema. Lo primero es crear un espacio cr¨ªtico, para saber si esa dieta, esa revista, esa persona, esa influencer o ese amigo me hace sentir verg¨¹enza corporal y, si es as¨ª, hay que dejar de consumir ese medio o pararle los pies a ese amigo.
Debemos cuidar el lenguaje hacia nuestros cuerpos y hacia el de los dem¨¢s. Nos hablamos muy mal en modo broma, pero es muy dif¨ªcil tener una buena relaci¨®n con un amigo que te habla mal y te insulta; no hace falta que te diga, por tanto, c¨®mo puede ser tu convivencia en un cuerpo al que no paras de increpar, querer cambiar u ocultar.
Querer a nuestro cuerpo puede sonar ut¨®pico, pero si empezamos a cuidarlo, como se cuidan a los beb¨¦s o los cachorros, se llega a quererlo. Primer hay que observarlo sin juicio, verlo (que no nos vemos), escuchar sus necesidades, tocarlo, como cuando conocemos a alguien ¨ªntimamente, vamos conociendo su cuerpo, descubriendo partes que nos gustan, otras nos encantan, otras no nos gustan, pero el conjunto s¨ª nos atrae. Y si el match va para adelante, llegamos a quererlo.
Esta relaci¨®n con nosotras mismas, con nuestro cuerpo, es la relaci¨®n m¨¢s ¨ªntima e importante que vamos a tener, ya que no podemos vivir ajenas a nuestro cuerpo. El camino de la aceptaci¨®n es duro, requiere de mucha paciencia, tiempo y compasi¨®n, pero seguir odiando nuestro cuerpo ya no es una opci¨®n.
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