Comer insectos y tragar bulos: mitos y leyenda sobre la alimentaci¨®n con bichos
La venta de insectos para consumo humano est¨¢ rodeada de mitos, que van desde supuestos peligros para la salud hasta teor¨ªas conspirativas
Desde que la Uni¨®n Europea dio luz verde a la comercializaci¨®n de insectos como alimento, hace seis a?os, no han dejado de sucederse los bulos: unos aseguran que ya los comemos de forma encubierta en muchos alimentos, como los yogures de fresa, otros insisten en que comer insectos es peligroso para la salud, mientras que otros van m¨¢s all¨¢ y defienden que el uso de insectos como alimento es un plan de las ¨¦lites a nivel mundial para impedirnos comer carne, enfermarnos y tenernos bajo control. La realidad dista bastante de todo esto, pero es un buen ejemplo de c¨®mo un bulo que parece inocente puede llevarnos a creer en teor¨ªas de la conspiraci¨®n.
Cochinillas en el yogur
Uno de los bulos m¨¢s populares, y que resurge cada cierto tiempo en las redes sociales, asegura que ¡°comemos cochinillas machacadas en alimentos como los yogures con sabor a fresa, donde se utilizan para dar color rojo, algo que podemos comprobar en la etiqueta, donde figuran con el c¨®digo E120¡å.
Sin embargo, ese c¨®digo no se refiere a un insecto, sino a varios compuestos: rojo cochinilla, ¨¢cido carm¨ªnico y carmines. Se trata de pigmentos que obtienen a partir de la cochinilla del carm¨ªn (Dactylopius coccus Costa), un insecto que crece sobre diferentes tipos de cactus, como las chumberas. Esos compuestos se utilizan desde hace siglos como tintes y colorantes; por ejemplo, en tejidos o l¨¢piz de labios (de ah¨ª el nombre del carm¨ªn) y tambi¨¦n en alimentos como yogures o productos c¨¢rnicos, porque su consumo se considera seguro.
Decir que el yogur contiene insectos machacados, en lugar de aclarar que se trata de los pigmentos extra¨ªdos a partir de ellos, es como decir que se a?aden remolachas para endulzarlo, cuando lo que se utiliza en realidad es el az¨²car obtenido a partir de ellas.
Excrementos de gusano en las chocolatinas
Otro bulo que llama mucho la atenci¨®n, por razones obvias, asegura que ¡°comemos excrementos de gusano en chocolates y boller¨ªa, y lo podemos comprobar en la etiqueta, donde aparecen con el c¨®digo E904¡å.
En realidad ese c¨®digo corresponde a una laca, llamada goma laca o shellac, que se obtiene a partir de una resina secretada por un insecto llamado cochinilla laca (Kerria lacca). Es decir, no son excrementos sino secreciones que este insecto utiliza para protegerse. La diferencia es importante porque los excrementos (y las excreciones) se refieren a la eliminaci¨®n de compuestos de desecho, como ocurre con las heces o la orina, mientras que las secreciones implican la producci¨®n y liberaci¨®n de sustancias espec¨ªficas con funciones particulares, como ocurre con la leche de los mam¨ªferos o con la jalea real de las abejas.
La goma laca se utiliza desde hace siglos como agente de recubrimiento para lograr distintos fines. En alimentos permite aumentar la vida ¨²til (por ejemplo, se puede emplear en frutas como manzanas, c¨ªtricos o melones para reponer las ceras que tienen en su superficie de manera natural, reduciendo as¨ª la p¨¦rdida de agua y los da?os f¨ªsicos), facilita su manejo (por ejemplo, evita que las grageas de chocolate se derritan en nuestras manos) y mejora su aspecto (por ejemplo, hace que algunas frutas o productos de confiter¨ªa resulten m¨¢s brillantes y atractivos).
Insectos escondidos en alimentos
Nos dice otro bulo que muchos alimentos ya incluyen insectos entre sus ingredientes, pero de forma encubierta, ¡°ya que no se indica en la etiqueta, aunque podemos saberlo porque muestran en su envase el icono de una rana¡±.
Lo cierto es que, en caso de que se utilicen insectos como parte de la formulaci¨®n de un alimento, debe indicarse en la lista de ingredientes, tal y como se hace con cualquier otra materia prima. Es decir, no es verdad que se est¨¦n empleando de forma encubierta.
Tampoco es cierto que el icono de una rana sea indicativo de la presencia de insectos. En realidad esa figura es el logotipo de Rainforest Alliance, una organizaci¨®n internacional sin ¨¢nimo de lucro que, seg¨²n indica en su web, trabaja para ¡°proteger los bosques y la biodiversidad, tomar acciones sobre el clima, promover los derechos y mejorar los medios de vida de la poblaci¨®n rural¡±. As¨ª, ¡°el sello significa que el ingrediente certificado fue elaborado utilizando m¨¦todos que apoyan los tres pilares de la sostenibilidad: social, econ¨®mico y ambiental¡±. La organizaci¨®n indica adem¨¢s que se eligi¨® el icono de una rana hace m¨¢s de treinta a?os, ¡°porque una poblaci¨®n saludable de ranas es un indicador de un ambiente saludable¡±.
Teor¨ªas de la conspiraci¨®n
En principio estos bulos pueden parecer simples an¨¦cdotas sin m¨¢s repercusi¨®n en nuestra vida que la de provocarnos cierto repel¨²s. Pero lo cierto es que las consecuencias pueden ir m¨¢s all¨¢. Para empezar, generan una desconfianza infundada hacia ciertos productos o empresas, y por extensi¨®n hacia el sector de la alimentaci¨®n, con todo lo que eso puede suponer; por ejemplo, angustia para los consumidores o p¨¦rdidas econ¨®micas para los productores.
Pero la cosa no queda ah¨ª. Sin ir m¨¢s lejos, el bulo de la rana asegura que detr¨¢s de esa organizaci¨®n est¨¢ Bill Gates. Y otros bulos afirman que comer insectos ¡°es peligroso¡± porque la quitina que forma parte de su exoesqueleto ¡°se acumula en nuestro organismo provoc¨¢ndonos c¨¢ncer¡±. Adem¨¢s, se supone que esa quitina ¡°contiene grafeno, que es el material para crear la interface que conectar¨¢ los cerebros humanos a la nube para que las ¨¦lites puedan controlarnos¡±.
Es decir, el discurso viene a ser parecido al de los bulos relacionados con la vacuna del covid y que hablaban de implantes de chips, del 5G, Bill Gates, control mental, negacionismo del cambio clim¨¢tico, la ¡°mal¨¦fica¡± Agenda 2030 y todo lo dem¨¢s. En resumen, la idea ser¨ªa que ¡°existe un plan mundial orquestado por las ¨¦lites para privarnos de la carne y obligarnos a comer insectos con el objeto de enfermarnos y controlar nuestras mentes¡±. Parece delirante, pero mucha gente cree a pies juntillas en estas teor¨ªas de la conspiraci¨®n.
?Hay algo de cierto en todo esto?
Generalmente los bulos se construyen mezclando falsedades con verdades a medias para ofrecer afirmaciones cre¨ªbles, contundentes y llamativas. Es uno de los motivos que explican su gran alcance. Sin embargo, la realidad suele estar llena de matices y es menos espectacular.
Por ejemplo, no es cierto que Bill Gates est¨¦ detr¨¢s de la organizaci¨®n Rainforest Alliance: no forma parte de su junta directiva y ni siquiera es uno de sus embajadores. El matiz es que la Fundaci¨®n Bill & Melinda Gates ha donado dinero en un par de ocasiones a dicha organizaci¨®n, del mismo modo que hace habitualmente con otros organismos a lo largo y ancho del mundo.
En cuanto a la quitina, es un compuesto que se encuentra en el exoesqueleto de insectos y crust¨¢ceos, como los grillos o las gambas. Se trata de un hidrato de carbono nitrogenado, es decir, no contiene grafeno. Si esto se menciona en algunos bulos es porque la quitina se puede utilizar como materia prima para obtener ese compuesto, igual que ocurre con otras fuentes de carbono. Eso s¨ª, para ello hay que llevar a cabo un complejo proceso que implica el calentamiento a temperaturas del orden de 800?C. As¨ª que no es algo que vaya a ocurrir en el interior de nuestro cuerpo.
Nuestro organismo puede degradar la quitina hasta cierto punto gracias a que produce unas enzimas, llamadas quitinasas. Hay que matizar que estas se encuentran en poca cantidad, as¨ª que no digerimos toda la quitina que ingerimos, de modo que se comporta como fibra. Eso no supone un problema en los insectos que han sido aprobados para el consumo, a no ser que se ingieran en cantidades desmesuradas, en cuyo caso ese compuesto podr¨ªa causar una obstrucci¨®n intestinal. Es algo parecido a lo que ocurre con la celulosa de los vegetales que comemos: lechugas, manzanas, etc. De hecho, la quitina cumple una funci¨®n parecida en los hongos, ya que forma parte de sus paredes celulares. Esto significa que cuando comemos setas, como champi?ones o boletus, estamos comiendo quitina, algo que no es motivo de preocupaci¨®n.
?Por qu¨¦ se plantea el consumo de insectos?
Hay que recordar que los insectos forman parte habitual de la dieta de m¨¢s de 2.000 millones de personas en diferentes regiones del mundo, donde se consumen con normalidad desde hace miles de a?os. Si en nuestro entorno causan rechazo es por una mera cuesti¨®n cultural, del mismo modo que aqu¨ª comemos cosas que en otros lugares no contemplan ni por asomo, como ocurre con caracoles, ri?ones o centollos, por poner tres ejemplos. Es m¨¢s, aqu¨ª comemos tranquilamente algunos productos derivados de insectos, como sucede con la miel o el polen de las abejas, pero nos resultan tan familiares que ni siquiera reparamos en ello.
La Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO) public¨® en el a?o 2013 un informe donde destacaba papel de los insectos como fuente de alimentaci¨®n, con un interesante aporte de nutrientes, como prote¨ªnas y minerales, y como una forma de combatir el hambre en el mundo, se?alando algunas de sus virtudes, como su eficiencia o su menor impacto ambiental con respecto a la carne.
?Qu¨¦ riesgos se asocian al uso de insectos como alimento?
En el a?o 2015, la Comisi¨®n Europea encarg¨® a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) un informe para evaluar su seguridad. As¨ª se pudieron identificar los riesgos m¨¢s relevantes que pueden estar asociados a los insectos que es necesario controlar para que no est¨¦n presentes cuando se destinan a la alimentaci¨®n: microbiol¨®gicos, como bacterias pat¨®genas (Salmonella, Campylobacter, etc.) o par¨¢sitos (por ejemplo, Dicrocoelium dentriticum); qu¨ªmicos, como contaminantes ambientales (por ejemplo, metales pesados) o compuestos potencialmente t¨®xicos producidos por algunos insectos, como gluc¨®sidos cianog¨¦nicos. Tambi¨¦n hay que tener en cuenta la posible presencia de compuestos capaces de producir reacciones adversas en personas al¨¦rgicas. Es decir, a grandes rasgos, los riesgos a controlar no difieren mucho de los de otros alimentos de origen animal.
Con esta informaci¨®n, la Comisi¨®n Europea aprob¨® en 2018 la comercializaci¨®n de insectos como alimento, acabando as¨ª con el vac¨ªo legal que exist¨ªa hasta entonces. Desde ese momento si un operador econ¨®mico quiere comercializar un insecto, tiene dos opciones. Debe enviar a este organismo una notificaci¨®n, si es que pretende comercializar insectos que ya se consumen en la dieta tradicional de terceros pa¨ªses, como ocurre con los chapulines mexicanos, o bien, debe enviar una solicitud, si es que pretende comercializar un nuevo insecto, en cuyo caso se realiza una evaluaci¨®n mucho m¨¢s exhaustiva.
Es decir, para que un alimento se permita para el consumo debe evaluarse y aprobarse de forma espec¨ªfica. A d¨ªa de hoy son cuatro los insectos que est¨¢n permitidos: gusano de la harina (Tenebrio molitor); langosta migratoria (Locusta migratoria); grillo dom¨¦stico (Acheta domesticus), que es una especie diferente al que solemos encontrar por el campo, y larvas del escarabajo del esti¨¦rcol (Alphitobius diaperinus) que, a pesar de su nombre, no es criado entre heces.
?Por qu¨¦ esos bulos son tomados en serio por algunas personas?
Como podemos ver, los insectos no se han aprobado de forma indiscriminada para su uso como alimento. Adem¨¢s, no est¨¢n desplazando el consumo de carne y, de hecho, se est¨¢ comenzando a utilizar harina obtenida de insectos para alimentar al ganado. Huelga decir que tampoco existe un plan mundial para enfermarnos con la quitina ni para controlar nuestras mentes a trav¨¦s del grafeno que supuestamente ingerir¨ªamos con esos insectos.
Resulta fascinante que estas teor¨ªas de la conspiraci¨®n tengan seguidores por lo disparatado de sus discursos. Pero es un fen¨®meno que no comienza de un d¨ªa para otro, sino que se va forjando a lo largo de mucho tiempo. El camino puede empezar con bulos simples y aparentemente inocuos, como el que afirma que comemos yogures de fresa con cochinillas.
Algunos de ellos acaban calando, entre otras cosas porque abordan cuestiones cotidianas que nos preocupan y que hasta definen parte de nuestra identidad, como ocurre con la alimentaci¨®n y especialmente con la carne.
Podr¨ªamos decir que estos bulos act¨²an a dos niveles: generan un poso de desconfianza y apelan a nuestros sentimientos, especialmente a los negativos, como el miedo, la ira o el odio. De este modo pueden acabar por abrir una brecha en nuestra mente por la que se acaben colando bulos cada vez m¨¢s delirantes. As¨ª, vamos construyendo un relato en base a nuestros temores y prejuicios, a golpe de v¨ªdeo de YouTube y de mensaje de Telegram, de modo que podemos empezar por desconfiar del aditivo E904, porque nos han dicho que es ¡°caca de gusano¡± y acabar por creer que la Tierra es plana, que nos fumigan desde aviones y que estamos gobernados por reptilianos.
Una vez metidos en esa espiral, es dif¨ªcil salir porque unos bulos est¨¢n apuntalados con otros y, en cuanto aceptemos que una de las premisas en las que basamos nuestro relato es falsa, el castillo de naipes se desmorona. Por eso muchas personas se cierran en banda y no atienden a argumentos. Por eso, y porque en estos casos las emociones llegan mucho m¨¢s lejos que la raz¨®n.
NUTRIR CON CIENCIA es una secci¨®n sobre alimentaci¨®n basada en evidencias cient¨ªficas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho m¨¢s que un placer y una necesidad: la dieta y los h¨¢bitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud p¨²blica que m¨¢s puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de c¨¢ncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudar¨¢ a conocer mejor la importancia de la alimentaci¨®n y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.
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