Atrapados en El Cabo
La supervivencia de los babuinos, amenazada por la urbanizaci¨®n y la pol¨ªtica, est¨¢ en riesgo. A pesar de estar protegidos en esa zona surafricana, se les sigue dando caza
Se les trata peor que a perros salvajes, dicen los conservacionistas en Ciudad del Cabo. Y no es nuevo. Hace algunas d¨¦cadas, grupos enteros eran abatidos a tiros por las autoridades de los parques nacionales. Capturados para investigaci¨®n m¨¦dica. Considerados plaga. El babuino est¨¢ protegido en la pen¨ªnsula surafricana de El Cabo desde 2000, pero esta protecci¨®n no sirve de mucho cuando uno de los primates m¨¢s corpulentos (despu¨¦s de chimpanc¨¦s y gorilas) ve amenazada su supervivencia, atrapado entre una creciente urbanizaci¨®n que les priva de sus ¨¢reas naturales y las diferentes "opciones de gesti¨®n" manejadas por las autoridades locales, provinciales y nacionales. En El Cabo est¨¢n protegidos, pero se les sigue disparando, se les envenena, se les azuza con perros de pelea. En el resto de Sur¨¢frica no hay legislaci¨®n que los proteja. Hay libertad para matarlos a tiros: abatir a un babuino cuesta s¨®lo una propina o es gratis.
Puede ser que por su cara morruda tengan algo de perro. Puede ser que por la agresividad que a veces muestran los machos adultos, de enormes caninos afilados (no en vano deben protegerse de predadores como leones o leopardos), resulten menos afables que otros primates. Puede ser que su capacidad de adaptaci¨®n los presente falsamente como menos necesitados de protecci¨®n que otros. O que sea precisamente esa adaptaci¨®n su condena: la interacci¨®n entre humanos y babuinos en El Cabo es dif¨ªcil. Con zonas residenciales brotando en sus ¨¢reas naturales, los tambi¨¦n conocidos como papiones han aprendido que la comida se encuentra en cubos de basura y en cocinas. Inteligentes, las madres ense?an a los peque?os a colarse entre rejas, a avistar ventanas abiertas. Saben cu¨¢ndo es el d¨ªa de recogida de basuras. En grupos (pueden ser de hasta sesenta), van de raid. No son infrecuentes las an¨¦cdotas de cocinas arrasadas, ventanas y puertas rotas, cap¨®s de coches abollados, huertos diezmados. La reacci¨®n de algunos vecinos: disparos, cepos, perros, veneno, vallas electrificadas.
Jenny Trethowen sabe de todo ello. Ella misma estuvo a punto de morir tras cuidar a una peque?a babuina envenenada. El pesticida ingerido por el primate entr¨® en el sistema de Jenny, responsable de Baboon Matters, una ONG de defensa de los papiones y que hasta hace escasas semanas se encargaba de seguir a los grupos, evitar sus escaramuzas en los barrios e informar sobre c¨®mo hacer las viviendas "a prueba de babuinos". "Los vecinos son tambi¨¦n responsables. Deben ser cuidadosos con las basuras y no dejar comida a la vista", explica Jenny, que recuerda que la mayor¨ªa aceptan con gusto la presencia de los animales.
M¨¢s que los vecinos, a Trethowen le preocupa la falta de una pol¨ªtica de gesti¨®n de los grupos que garantice su supervivencia. Quedan once clanes de babuinos en la pen¨ªnsula, que var¨ªan en n¨²mero, de siete a cien individuos, "cada vez m¨¢s aislados unos de otros". Cuando llegan a la madurez, los machos deben abandonar sus grupos para integrarse en otros nuevos, donde poder competir por ser jefes. "Eso cada vez es m¨¢s dif¨ªcil y por eso tenemos machos j¨®venes deambulando por barrios donde ya no hay babuinos. ?Qu¨¦ hacen las autoridades? Capturarlos y devolverlos a su clan de origen, del que ellos volver¨¢n a salir", explica el zo¨®logo Graham Noble. Recientemente se ha aprobado que al tercer intento fallido de reagrupar al macho, ¨¦ste ser¨¢ aniquilado. Como Trethowen, Noble considera que otras opciones, como la de trasladar al macho fuera de la pen¨ªnsula, no han sido consideradas. A la preocupante falta de diversidad gen¨¦tica que esto supone se suma el cambio en la alimentaci¨®n de los babuinos. Ahora, basada en comida humana, est¨¢ repleta de az¨²cares, lo que destroza sus dientes. "Un papi¨®n sin dientes no resiste", dice Noble, que pertenece al Equipo de Gesti¨®n de Babuinos, formado por las autoridades municipales, de parques nacionales, de vecinos, cient¨ªficos y conservacionistas.
A la falta de una pol¨ªtica decidida mancomunada, diferentes grupos ecologistas han mostrado su preocupaci¨®n adem¨¢s por la asignaci¨®n del control de los grupos a una organizaci¨®n diferente a Baboon Matters -que se niega a capturar al macho joven si es para matarlo-. La nueva organizaci¨®n, Nature Conservation Corporation (NCC), utiliza l¨¢tigos para apartar a los babuinos de viviendas. Aunque NCC asegura que los l¨¢tigos s¨®lo sirven para hacer ruido y que los monitores tienen prohibido usarlos contra los animales, ya se han interpuesto denuncias por vecinos. "Es dif¨ªcil no sentir apego por los babuinos cuando una ha visto c¨®mo una madre lleva durante d¨ªas el cad¨¢ver de su beb¨¦, atropellado, y c¨®mo la consuela el resto del clan. Tenemos que cambiar la percepci¨®n de la gente y aplicar una pol¨ªtica de conservaci¨®n real", pide Jenny Trethowen.
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