Hungr¨ªa infortunada: ep¨ªteto constante
El autor explica que el pueblo h¨²ngaro se hace muchas preguntas en silencio y contempla resignado y triste este nuevo infortunio, con la calma social como ant¨ªdoto de alarmas suicidas
En su letra, el himno nacional h¨²ngaro es sin duda el m¨¢s afligido y luctuoso del mundo. Un canto a modo de plegaria para que el Se?or bendiga y ampare al pueblo con la abundancia, porque a lo largo de sus d¨ªas ya sufri¨® innumerables penurias, adversidades e infortunios y merece que "vea su trigo al fin maduro / pues ya ha pagado por su pasado y por su futuro". Los h¨²ngaros lo entonan con muy singular manera, con emoci¨®n contenida por la tristeza y orgullosos de s¨ª mismos, recordando infelices las sucesivas ocupaciones de sus tierras por mongoles, turcos, austriacos, nazis, sovi¨¦ticos... Porque as¨ª fue desteji¨¦ndose la historia magiar, a sangre y fuego de voluntades invasoras hasta perder dos terceras partes de su territorio con una firma de paz ciertamente desventajosa: la a¨²n hoy a?orada Transilvania, enajenada tras el versallesco Tratado de Trianon (1920). Pese a todo, el h¨²ngaro muestra su altivez por haber logrado conservar su identidad y ese idioma endiablado y de beldad extrema para el o¨ªdo, de ignorada procedencia, convertido en honra nacional; tal vez s¨®lo una especie de aflicci¨®n alojada en el tu¨¦tano del alma colectiva y hasta cierta postura resignada ante la malandanza y las desdichas empa?an su car¨¢cter. El resto son decires sobre gentes tristes y so?adoras, preparadas para construir utop¨ªas, acaso castillos que imaginan pero que nunca levantan, que convierten en realidad pero que habitan otros. Es ¨¦sta una de las paradojas h¨²ngaras, acaso el inmarcesible lamento por un destino que, seg¨²n parece, se percibe reiteradamente inevitable.
Mucho de este particular temperamento magiar ha aflorado m¨¢s visible al rostro h¨²ngaro en estas ¨²ltimas fechas, tras producirse la ruptura de una balsa de enormes dimensiones que conten¨ªa residuos de aluminio, pr¨®xima a las localidades de Kolont¨¢r y Devecser, al noroeste de Hungr¨ªa. Sab¨ªamos que el pa¨ªs es uno de los mayores productores de aluminio en el mundo por su riqueza de bauxita, pero ignor¨¢bamos el peligro que, en caso de un accidental suceso, pod¨ªa generar el almacenamiento de esta criminal escoria, del lodo rojo y de la lej¨ªa abrasante que lo cubre. Y nadie presupon¨ªa que el quebramiento de un muro dejara a varios pueblos tintados del m¨¢s que simb¨®lico color carmes¨ª, que el barro y l¨ªquido t¨®xicos quemaran la flora y fauna con consecuencias impredecibles y amenazara con su contaminaci¨®n hasta al mism¨ªsimo Danubio. El creyente h¨²ngaro habr¨¢ pensado que la Candelaria, virgen patrona del pa¨ªs, o incluso el mismo san Esteban, extendieron su manto protector para lograr el milagro de que este desastre, de proporciones todav¨ªa desconocidas, se saldara s¨®lo con cuatro muertes, tres desaparecidos y no pocas personas gravemente da?adas por el ¨¢cido.
Como casi todas las cat¨¢strofes, accidentales o intencionadas, ¨¦sta llega acompa?ada con los consabidos enigmas e hip¨®tesis, con conjeturas m¨¢s o menos contrastadas: sobre su naturaleza y consecuencias, sobre la culpabilidad humana, si la hubo, y sobre si acaso pudo haberse evitado. Para comenzar, convendr¨¢ exigir explicaciones a la empresa Mal Zrt (Sociedad H¨²ngara de Comercio de Aluminio), dirigida por una de las veinte personas m¨¢s ricas del pa¨ªs. Desde luego, lo ocurrido empeque?ece a la inundaci¨®n de Pest, provocada por el Danubio en 1838, en la que el altruista conde Wessel¨¦ny salv¨® con su barco a muchos compatriotas; e incluso supera con creces al siniestro que el 30 de enero de 2000 se produjo al romperse una presa en la explotaci¨®n de oro en Baia Marc, al norte de Ruman¨ªa, liberando un fango con alta concentraci¨®n de cianuro que contamin¨® irremediablemente los r¨ªos Somes y Tizsa (¨¦ste tan emblem¨¢tico para los h¨²ngaros y desde entonces tan herido) hasta llegar al mar Negro. Hungr¨ªa reclam¨® una importante indemnizaci¨®n a la empresa australiana considerada responsable de lo sucedido.
Hoy el pueblo h¨²ngaro se hace muchas preguntas en silencio. Contempla resignado y triste este nuevo infortunio, con la calma social como ant¨ªdoto de alarmas suicidas, con la contenci¨®n que el drama y la raz¨®n aconsejan, con la misma solidaridad de la que en tiempos muy recientes acudi¨® a paliar inundaciones sin precedentes. Tal vez porque desconoce la aut¨¦ntica magnitud de la cat¨¢strofe, o porque, ante su impotencia, ¨²nicamente espera y reclama que le digan las causas cre¨ªbles, verdaderas, de la tragedia y a qui¨¦n o a qui¨¦nes tienen que atribuirse las correspondientes responsabilidades. Del conocimiento y de la veracidad no merece priv¨¢rsele y la comunidad internacional as¨ª deber¨ªa record¨¢rselo a la Rep¨²blica h¨²ngara. Lo dem¨¢s quedar¨¢ al recaudo de los propios h¨²ngaros, de su solidaridad y de su solicitud de auxilio urgente a otros pueblos, y que ¨¦stos no se la escatimen. Porque hoy temen, no sin razones ya evidentes, que la herida se llague todav¨ªa m¨¢s y alcance al coraz¨®n del Danubio. Les sobrecoge la posibilidad de que se agrande la tragedia sin remedio. S¨®lo la uni¨®n de las naciones, de la Europa solidaria en el esfuerzo y la ayuda sin dilaciones, evitar¨¢ que el Duna -el r¨ªo que imanta las miradas y embellece a Budapest con sus abrazos, el de sorprendentemente flujo azul en primavera, al que se acerc¨® J¨®zsef Attila para llevar a su poema una c¨¢scara de sand¨ªa, que flotaba en sus aguas, el "zorro viejo", del tambi¨¦n poeta Endre Adi, a cuyas "orillas nunca vivieron pueblos felices", el "r¨ªo divino" al que Garcilaso en su Canci¨®n III escuchaba el "manso ruido de agua corriente y clara" -, discurra con ondas carmes¨ªes y muerte en sus entra?as y dilate el ep¨ªteto constante de la Hungr¨ªa infortunada.
Javier P¨¦rez Bazo es director del Instituto Cervantes de Budapest y catedr¨¢tico de Literatura espa?ola de la Universidad de Toulouse (Francia).
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