De estigma a h¨¦roes de circo
Un proyecto circense en Ciudad del Cabo ayuda a ni?os seropositivos a continuar en la medicaci¨®n y ganar autoestima
"Hay que recordar que han sido ni?os muy enfermos, muy d¨¦biles, sin apenas energ¨ªa, que llegaron muy delgados, muchos con llagas en la piel", dice Laurence Est¨¨ve, fundadora del Zip Zap Circus. Una advertencia necesaria bajo la carpa en la ciudad que el s¨¢bado acog¨ªa el ensayo general de la gran actuaci¨®n prevista para hoy, el D¨ªa Mundial de la lucha contra el sida, en Khayelitsha, el barrio de donde proceden los 26 chavales seropositivos del proyecto circense, el m¨¢s pobre y afectado por la enfermedad de Ciudad del Cabo.
Tras mirar las evoluciones de los ni?os, en ebullici¨®n, cuando saltan al trampol¨ªn, arrojan el di¨¢bolo, construyen torres humanas o hacen malabares, nadie dir¨ªa que han estado enfermos y que toman hasta catorce pastillas al d¨ªa para mantener a raya el virus. "Eso s¨ª, a lo que acaba la funci¨®n, m¨¢s de la mitad se nos quedan dormidos en el autob¨²s de regreso a casa, agotados, del trabajo y de la emoci¨®n".
Entrenamiento y comida
A Sean, de 15 a?os, todav¨ªa le brilla la cara con purpurina despu¨¦s de una funci¨®n que ha tenido de todo: saltos acrob¨¢ticos, tambores, monociclos, bailes, cantos, payasos, malabares, trapecios y la concesi¨®n de diplomas a los ni?os. Diplomas no por ser los mejores en sus especialidades sino por fomentar el trabajo en equipo, ser el m¨¢s payaso de los no-payasos, tener la sonrisa siempre dispuesta, ser espont¨¢neo, generoso, humilde o estar ansioso por aprender. "Antes no ten¨ªa flexibilidad, no ten¨ªa m¨²sculo, estaba muy delgado y com¨ªa un mont¨®n de comida basura", explica muy serio. Sean toma 12 pastillas, seis por la ma?ana y seis por la tarde. Lleg¨® hace cuatro a?os al proyecto y se encuentra fuerte: "Cuando no tengo ensayo en Zip Zap, ?juego al rugby!".
El proyecto Ibhongolwethu se inici¨® en 2005 en una colaboraci¨®n entre el Cirque du Monde, M¨¦dicos sin Fronteras y el Zip Zap Circus, que promueve las artes circenses como instrumento para afrontar problemas sociales (otro de sus proyectos se dirige a ni?os de la calle). Dos veces a la semana, instructores de Zip Zap, -que ha llegado a un millar de ni?os de j¨®venes desde su fundaci¨®n en 1992-, se trasladan al centro c¨ªvico de Khayelitsha para entrenar a los chavales, a los que tambi¨¦n se les da de comer, "es posible que para algunos sea la ¨²nica comida nutritiva que reciben", dice Tamryn Van Eyssen, coordinadora del programa.
Y un miembro de MSF se re¨²ne con los ni?os para hablar sobre la enfermedad, posibles efectos de la medicaci¨®n, cuestiones de salud en general, o problemas en casa o en la escuela. Tamryn explica que el circo aumenta la autoestima de los chavales, la adherencia a la medicaci¨®n y su sociabilidad.
"Yo era muy t¨ªmido, ahora tengo m¨¢s confianza", confirma Athyl, de 12 a?os. Algo t¨ªmido sigue y se pasa la mano por los ojos y la boca antes de hablar, pero se esfuerza y dice que quiere ser actor, famoso y ver mundo. No le molestan las 14 pastillas diarias que toma, rutina ya, ni siquiera las nombra si no es preguntado. Prefiere el circo a la escuela, aunque es buen estudiante. "Los chicos del cole est¨¢n en la edad del pavo, muy tontos, aqu¨ª no pasa, aqu¨ª nos ayudamos", r¨ªe. Ninguno habla de estigma, pero todos optan por circo frente a escuela. "Han pasado de ser marginados a ser h¨¦roes para sus compa?eros. Algunos les dicen que tambi¨¦n quieren hacer circo, pero entonces ellos responden "t¨² no puedes, no tienes VIH". Es una manera de revelar su estatus sin estigma por un lado y dar a conocer la enfermedad por el otro", considera Est¨¨ve.
"Los m¨¢s peque?os no saben todav¨ªa nada de ser seropositivos, pero saben que algo no est¨¢ bien", dice Tamryn, "los m¨¢s mayores han aceptado su estatus y ayudan a otros en su comunidad a aceptarlo, a vivirlo con naturalidad". La coordinadora del programa explica que el proyecto es a largo plazo y que les gustar¨ªa poder ampliarlo, con m¨¢s recursos, una carpa estable en Khayelitsha y la posibilidad de acceder a m¨¢s ni?os, "tienen una vida muy dura: o son hu¨¦rfanos, o viven con las abuelas, en chabolas, con muchas dificultades. El circo les da algo por lo que estar esperanzados, tienen espacio para moverse, -en el barrio y en sus casas no lo hay- e ilusi¨®n de futuro".
"Feliz". Es la primera palabra que pronuncia la malabarista Lona, de 12 a?os. "Estoy feliz aqu¨ª. Tengo cuatro amigas en el circo y otras cuatro en el colegio. Quiero ser piloto, porque vol¨¦ una vez. El trampol¨ªn me daba miedo al principio. S¨®lo al principio. Con el trampol¨ªn tambi¨¦n se vuela".
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