?A cu¨¢ntos mat¨® ETA en realidad?
Durante casi medio siglo, el terrorismo de ETA ha sido una de las principales preocupaciones de los ciudadanos, un problema de primer orden, una sangr¨ªa de vidas, y un esfuerzo brutal para sostener la lucha antiterrorista (polic¨ªas, equipos t¨¦cnicos, resarcimiento de da?os...). Y, sin embargo, nadie sabe la cifra exacta ni el nombre de todas las v¨ªctimas mortales. El Ministerio del Interior ha difundido el dato de 829 personas, pero no explica c¨®mo ha llegado a esa conclusi¨®n. Ni siquiera las asociaciones de v¨ªctimas conocen el nombre ni el n¨²mero exacto de los asesinados. Poner rostro o al menos nombre a todas las v¨ªctimas de la banda terrorista es algo que no se ha hecho todav¨ªa.
Todav¨ªa no se ha puesto rostro, o por lo menos nombre, a la totalidad de las v¨ªctimas de la violencia etarra
Todas las listas incluyen a Cardosa Morales, cartero que falleci¨® por una carta bomba enviada a un miembro de HB
A medida que pasaban los a?os, la banda a?ad¨ªa 'motivos' para ampliar el espectro de sus v¨ªctimas potenciales
?Fue Bego?a Urroz, asesinada en 1960, la primera v¨ªctima de ETA? ?O lo fue el guardia civil Jos¨¦ Pardines, al que mat¨® el etarra Francisco Javier Etxebarrieta ocho a?os m¨¢s tarde? Bego?a ten¨ªa solo 22 meses cuando una bomba en la estaci¨®n de Amara (San Sebasti¨¢n) acab¨® con su vida; es la primera muerte por terrorismo en democracia, reconocida e indemnizada como tal por la Oficina de Atenci¨®n a las V¨ªctimas del Terrorismo que depende del Ministerio de Interior. ?Pero fue ETA? No, seg¨²n los datos que cita el ministerio en su p¨¢gina web: afirma que la banda asesin¨® por primera vez en 1968, el a?o en que muri¨® Pardines. Pero s¨ª para algunos historiadores y varias asociaciones de v¨ªctimas.
Existe un fuerte grado de incertidumbre al certificar que un asesinado lo ha sido por ETA. El criterio de los cr¨ªmenes reivindicados por la banda no es fiable: su historial criminal est¨¢ lleno de v¨ªctimas que nunca se atribuy¨® el grupo terrorista. Las familias indemnizadas por el Estado tampoco marcan ese n¨²mero: no todas solicitaron una indemnizaci¨®n. Menos a¨²n pueden serlo los casos sentenciados: hay 220 asesinatos atribuidos a la banda sin juzgar, porque no se conoce el autor o porque no ha sido detenido, seg¨²n la Audiencia Nacional.
?Qui¨¦nes son, entonces, las v¨ªctimas de ETA? Resulta, cuanto menos, contradictorio no poder dar esta respuesta. Las hemerotecas recogen las informaciones que, en su d¨ªa, dio la prensa de los atentados. Figuran los nombres y los datos de las v¨ªctimas, las circunstancias del crimen, las sospechas de la polic¨ªa. En algunos casos pueden verse las fotos de los cad¨¢veres entre los hierros retorcidos del coche bomba. Sin embargo, la respuesta de las instituciones es inflexible: insisten en que la lista implicar¨ªa la creaci¨®n de un fichero en el que se establece una relaci¨®n de datos, lo que atentar¨ªa contra la Ley de Protecci¨®n de Datos y, por ende, una violaci¨®n del derecho a la intimidad. Ante la aparente incongruencia de la justificaci¨®n, este peri¨®dico pregunt¨® a fuentes de la Agencia de Protecci¨®n de Datos, que aseguraron que, salvo que uno de los atentados no hubiera sido cubierto en su d¨ªa por la prensa, no deber¨ªa haber problemas en hacer p¨²blica la lista. Por otro lado, matizan las mismas fuentes, las personas muertas no son titulares del derecho a la protecci¨®n de datos.
Un problema similar se dio con el atentado que Al Qaeda perpetr¨® en Madrid el 11-M de 2004, que caus¨® 192 muertos. Antes de realizar un acto de homenaje a los fallecidos, la Oficina de Atenci¨®n a las V¨ªctimas se puso en contacto con las familias para obtener la autorizaci¨®n. En aquella ocasi¨®n, cinco familias se negaron. Con los asesinados por ETA no se ha hecho lo mismo: la suma de los nombres con los que cuenta la mencionada oficina, no coincide con la cifra global difundida por el ministerio. Bajo el ep¨ªgrafe de "ETA y entorno af¨ªn", recoge ¨²nicamente los datos de los asesinados cuyos familiares solicitaron indemnizaci¨®n. No todos lo hicieron en su momento, ni todas las reclamaciones han sido aceptadas.
En esta relaci¨®n de nombres se incluy¨® la semana pasada a la ni?a Bego?a Urroz. El director en funciones de la oficina de v¨ªctimas, Jos¨¦ Manuel Rodr¨ªguez Uribes, puntualiza que la polic¨ªa "no descarta" la autor¨ªa de ETA, que hab¨ªa sido creada un a?o antes. En cualquier caso, Rodr¨ªguez Uribes prefiere orillar la cuesti¨®n: "A efectos de indemnizaci¨®n, no obstante, no nos afecta cu¨¢l fue el grupo autor".
Con el mismo ep¨ªgrafe de "ETA y entorno af¨ªn" se incluye a Enrique Casas, que era senador del partido socialista de Euskadi. El 23 de febrero de 1984, a tres d¨ªas de unas elecciones auton¨®micas vascas, Enrique Casas com¨ªa con su familia cuando el timbre comenz¨® a sonar insistentemente. "?Qui¨¦n llama?", pregunt¨® desde el interior. "Obreros de la canalizaci¨®n", contestaron. Le pidieron que sacara el coche del garaje, iban a hacer una zanja en la puerta. Al abrir la puerta le esperaban dos hombres, uno encapuchado, y varios tiros. Intent¨® ponerse a refugio, pero lo remataron dentro de la vivienda. En el imaginario colectivo, a Casas lo mat¨® ETA, aunque en realidad fue el ¨²ltimo asesinado de los Comandos Aut¨®nomos Anticapitalistas, un grupo terrorista de cariz anarquista que se nutri¨® en parte de antiguos etarras.
"La mujer de Casas se siente viuda a causa de ETA, separarlo no tiene sentido", afirma Rodriguez Uribes. Una apreciaci¨®n que no comparte el ministerio que, al reconocer a Comandos Aut¨®nomos Anticapitalistas como un grupo al margen de la banda, no incluye entre los 829 a Enrique Casas ni a los otros 26 muertos que dej¨® este grupo armado. Tambi¨¦n quedan fuera de la lista ministerial las v¨ªctimas mortales de la kale borroka o violencia callejera.
Con la colaboraci¨®n de la Oficina de V¨ªctimas, EL PA?S ha logrado elaborar una relaci¨®n de 826 nombres de personas, cuya muerte ha sido atribuida a la banda por fuentes policiales. En el trabajo documental este peri¨®dico ha contrastado hemeroteca de la ¨¦poca, pero tambi¨¦n las listas de la Fundaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo (incluye a 825 fallecidos), de la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo (da 921 nombres) y de los libros Vidas Rotas -en el que los autores Rogelio Alonso, Florencio Dom¨ªnguez y Marcos Garc¨ªa Rey recogen las historias de 856 v¨ªctimas de terrorismo- y Cr¨®nicas sangrientas de 30 a?os-en el cual Eloy Ramos Mart¨ªnez rememora a los 146 polic¨ªas nacionales asesinados por ETA.
Las asociaciones y la Oficina de V¨ªctimas coinciden en incluir el nombre de Jos¨¦ Manuel Cardosa Morales entre las v¨ªctimas del terrorismo etarra, pese a que existen serias dudas sobre la autor¨ªa del asesinato. Este cartero muri¨® en 1989 cuando le explot¨® en las manos un paquete que deb¨ªa entregar. No es el ¨²nico empleado de Correos fallecido en esas circunstancias: lo que diferencia a Cardosa es que la carta no iba dirigida a un cr¨ªtico con la banda, sino a Ildefonso Salazar, militante de Herri Batasuna.
En su d¨ªa la polic¨ªa lo atribuy¨® a ETA por el m¨¦todo empleado en el atentado, pero los peri¨®dicos de la ¨¦poca resaltaron que a?os antes Ildefonso Salazar, de 46 a?os, hab¨ªa presentado una denuncia por torturas contra un teniente de la Guardia Civil, que fue condenado por la Audiencia Provincial de San Sebasti¨¢n en una sentencia ratificada, posteriormente, por el Tribunal Supremo. Es la v¨ªctima que todos reclaman. La fundaci¨®n Euskal Memoria, promovida por antiguos etarras y simpatizantes de la banda, lo reivindica como v¨ªctima del terrorismo de Estado. Entre las fotograf¨ªas de las v¨ªctimas de los GAL y Batall¨®n Vasco Espa?ol, entre otros, que tiene colgadas en su p¨¢gina web, aparece la foto de un sonriente Cardosa, en una noche cualquiera de los 22 a?os que lleg¨® a vivir.
Sea como fuere, la historia de la banda terrorista se lee en los nombres de sus v¨ªctimas. La primera vez que aparece la denominaci¨®n de Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi y Libertad) fue en Bilbao, el 31 de julio de 1959. Un grupo de estudiantes radicales disidentes del colectivo EKIN -nacido en 1952 para reaccionar contra la pasividad y el acomodo que en su opini¨®n padec¨ªa el PNV- env¨ªan al presidente del Gobierno vasco en el exilio, Jos¨¦ Antonio Aguirre, una carta en la que le informaba de su fundaci¨®n. La decisi¨®n de matar vino m¨¢s tarde (?en 1960? ?1968?). Desde ese momento las v¨ªctimas se convirtieron en moneda de cambio, que emplearon sin escr¨²pulos.
En los ochenta las muertes se convirtieron en algo tan habitual que dejaron de ser noticia. Muchos atentados pasaron desapercibidos para la prensa y las investigaciones se amontonaban en las comisar¨ªas y cuarteles del Pa¨ªs Vasco. Una de cada tres v¨ªctimas se produjo en los a?os de plomo (1978-1980). Todav¨ªa resacosa del franquismo, Espa?a no contaba con la colaboraci¨®n de Francia; por eso, el santuario franc¨¦s serv¨ªa de refugio para una organizaci¨®n fortalecida por el dinero de la extorsi¨®n. De esta ¨¦poca son la mayor¨ªa de los casos cuya autor¨ªa es cuestionable atribuir a ETA. Un muerto en una cuneta con la cabeza reventada por un disparo del calibre 9 mil¨ªmetros parabellum, que era la usada por el frente pol¨ªtico-militar, apuntaba a ETA. ?Lo hab¨ªan acusado de chivato? ?Era v¨ªctima de la campa?a antidrogas que llevaron a cabo contra traficantes durante los ochenta? ?O se trataba de un ajuste de cuentas entre delincuentes?
A lo largo de su historia la banda fue ampliando los motivos por los que apretaba el gatillo o pon¨ªa una bomba. El espectro de v¨ªctimas potenciales crec¨ªa con su propia ambici¨®n o descontento. Desde el comienzo, ser polic¨ªa o guardia civil, especialmente en el Pa¨ªs Vasco, era enfrentarse a la muerte cada ma?ana. Los bares que frecuentaban militares y polic¨ªas tambi¨¦n se convirtieron en objetivos: como ocurri¨® en la madrile?a calle del Correo, con la matanza de la cafeter¨ªa Rolando, en la que murieron 13 personas. Ah¨ª acud¨ªan polic¨ªas destinados en lo que entonces era la Direcci¨®n General de Seguridad, instalada en el caser¨®n de la Puerta del Sol que hoy es sede del Gobierno de Esperanza Aguirre. Nadie reivindic¨® la masacre, pero marc¨® la escisi¨®n de la banda entre el frente pol¨ªtico-militar y el militar.
En 1978, fue la campa?a contra la Constituci¨®n la que marc¨® el comienzo de la etapa m¨¢s sangrienta. Al a?o siguiente el Estatuto Vasco conllev¨® la ruptura de ETA con el PNV. La tregua del frente pol¨ªtico militar en 1981 y su disoluci¨®n definitiva un a?o m¨¢s tarde redujo la sangr¨ªa, aunque el n¨²mero de muertos por a?o no bajaba de 30.
El primer golpe policial fuerte contra la banda fue la redada de 1992. La detenci¨®n de tres dirigentes de ETA durante una reuni¨®n en Bidart (Francia) y las posteriores actuaciones policiales frenaron el reguero de atentados que hab¨ªa comenzado el a?o anterior aprovechando que los focos de la prensa internacional estaban puestos en Espa?a por los Juegos Ol¨ªmpicos de Barcelona. A partir de la firma del Pacto Antiterrorista, que suscribieron PP y PSOE en 2000, se multiplicaron los ataques contra ediles de ambos partidos.
El abandono definitivo de las armas anunciado el 20 de octubre pasado puso fin a casi 50 a?os de terror, en los que ETA ha matado a cientos de personas, ha causado miles de heridos, ha atemorizado a decenas de miles de ciudadanos... No se pueden borrar las cicatrices de las familias, pero es necesario que el cap¨ªtulo m¨¢s sangriento de la democracia espa?ola se cierre poniendo rostro a las muertes: las v¨ªctimas tienen que dejar de ser una estad¨ªstica.
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