Quien contamina, paga (tambi¨¦n al volar)
Cuantos m¨¢s eludan colaborar, m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ para los que s¨ª lo hacen
?Por qu¨¦ tanto alboroto en torno a las emisiones de gases de efecto invernadero del sector a¨¦reo? ?Por qu¨¦ ha adoptado Europa su propia normativa para reducir las emisiones del sector a¨¦reo? Y, ?por qu¨¦ un sector internacional no se rige por normas internacionales?
Estas preguntas est¨¢n justificadas y es importante responder a ellas. Desde 1997, la Uni¨®n Europea (UE) no ha cejado en su empe?o por alcanzar un acuerdo internacional para reducir las emisiones contaminantes del sector. Nadie puede dudar de que esta ser¨ªa la mejor soluci¨®n para un sector tan marcadamente internacional. Los aviones atraviesan fronteras y el sector de la aviaci¨®n es un mercado altamente competitivo a escala internacional.
El peri¨®dico Financial Times public¨® no hace mucho un resumen de los esfuerzos bald¨ªos realizados durante los ¨²ltimos 15 a?os para alcanzar tal acuerdo. No obstante, los pa¨ªses del mundo s¨ª acordaron, ya en 2001, que el comercio de derechos de emisi¨®n de CO2 podr¨ªa ser algo positivo tambi¨¦n para la aviaci¨®n internacional. Despu¨¦s de tres a?os m¨¢s de negociaciones infructuosas con vistas a una soluci¨®n internacional, los pa¨ªses de la Organizaci¨®n de Aviaci¨®n Civil Internacional (OACI) llegaron en 2004 a la conclusi¨®n de que el planteamiento m¨¢s prometedor ser¨ªa que los pa¨ªses y regiones incluyeran el transporte a¨¦reo en sus reg¨ªmenes de comercio de derechos de emisi¨®n de CO2, de existir, con el asesoramiento de la OACI.
A consecuencia de ello, la Comisi¨®n present¨® en 2006 una propuesta de inclusi¨®n del transporte a¨¦reo en el r¨¦gimen de comercio de derechos de emisi¨®n de la UE. Esto ocurri¨® antes de mi nombramiento como comisaria, pero recuerdo que todos los Gobiernos de los Estados miembros estaban decididamente a favor de la propuesta en 2008. Solo Chipre ten¨ªa dudas y se abstuvo. Tambi¨¦n la inmensa mayor¨ªa del Parlamento Europeo era partidaria de esta soluci¨®n.
As¨ª pues, la normativa se adopt¨® y entr¨® en vigor el 1 de enero de este a?o. Es importante conocer el contexto para entender las reacciones actuales. Fuera de Europa, muchos pa¨ªses intentan sembrar dudas sobre la legitimidad de nuestra decisi¨®n, aunque el Tribunal de Justicia Europeo rechaz¨® todas las denuncias al respecto el pasado diciembre. Y muchos de quienes no hab¨ªan contribuido demasiado, por decirlo suavemente, a la b¨²squeda de un acuerdo mundial, se han convertido ahora en defensores ac¨¦rrimos del acuerdo.
Nadie desea m¨¢s que Europa un acuerdo global y ambicioso para reducir las emisiones de CO2 del sector a¨¦reo; y esta es la raz¨®n por la que no escatimamos nuestros esfuerzos por hacer avanzar las negociaciones en la OACI. Sin embargo, un acuerdo solo ser¨¢ posible si cambian de opini¨®n algunos pa¨ªses que se han opuesto al mismo hasta ahora. No basta con decir que hace falta un acuerdo.
Si pregunt¨¢ramos a los pasajeros de avi¨®n si el principio de ¡°quien contamina, paga¡± debe aplicarse tambi¨¦n al tr¨¢fico a¨¦reo, creo que la mayor¨ªa contestar¨ªa que s¨ª sin dudarlo. Y no saquemos las cosas de quicio. En este debate, el sector del transporte a¨¦reo da a entender a veces que hablamos de enormes sumas de dinero por billete. Nuestros c¨¢lculos indican que un vuelo de Pek¨ªn a Fr¨¢ncfort, por ejemplo, costar¨ªa unos dos euros m¨¢s por pasajero. Para un trayecto de Nueva York a Londres, el importe ser¨ªa a¨²n menor. En otras palabras, se trata de sumas inferiores, muy inferiores al precio de un caf¨¦ en el aeropuerto, por no hablar de lo que cuesta reservar un asiento concreto en l¨ªnea o llevar unos cuantos kilos m¨¢s de equipaje. Importa no perder el sentido de la medida, sobre todo cuando China amenaza con cancelar pedidos a Europa si no derogamos esta norma. Naturalmente, Europa no puede ceder a estas amenazas y, adem¨¢s, el coste de los derechos de emisi¨®n para las compa?¨ªas a¨¦reas chinas se estima en unos 1,9 millones de euros al a?o, una cantidad demasiado peque?a como para embarcarse en una guerra comercial.
En nuestros d¨ªas, ya no resulta posible ceder ante la amenaza de represalias porque se tenga que pagar un precio m¨®dico por la contaminaci¨®n provocada por los viajes en avi¨®n, mientras que nadie se queja por tener que hacerlo por sacar billetes electr¨®nicos, llevar m¨¢s equipaje o reservar un asiento.
Otros sectores europeos ya contribuyen a la reducci¨®n de sus emisiones contaminantes. Cuantos m¨¢s eludan colaborar, m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ para los que s¨ª lo hacen. Estoy convencida de que la mayor¨ªa de pasajeros de avi¨®n est¨¢n de acuerdo en que es razonable exigir tambi¨¦n la contribuci¨®n del sector a¨¦reo.
Este es el quid de la cuesti¨®n.
Connie Hedegaard es comisaria europea de Acci¨®n por el Clima.
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