Ayudas para los libros de texto. Por un modelo equitativo
El autor defiende el modelo de ayudas frente al de pr¨¦stamo de manuales escolares
Todos los grupos pol¨ªticos coinciden en proclamar que invertir en educaci¨®n es construir futuro. Pero, a rengl¨®n seguido, en lugar de proponer juntos medidas que realmente mejoren el funcionamiento y la calidad de la educaci¨®n espa?ola, se lanzan diatribas entre s¨ª y se empe?an en usar la educaci¨®n para descalificar al adversario ideol¨®gico. Y parece que el futuro de Espa?a no ser¨¢ boyante, a juzgar por los actuales recortes en educaci¨®n, porque casi uno de cada tres alumnos no termina la ense?anza obligatoria y las evaluaciones sit¨²an nuestro sistema educativo por debajo de la media de los pa¨ªses de la OCDE.
El Ministerio de Educaci¨®n y los nuevos gobiernos de las Comunidades Aut¨®nomas est¨¢n adoptando en educaci¨®n medidas de distinto calado, algunas con fuerte carga ideol¨®gica, exhibiendo un sorprendente desconocimiento del sistema educativo y mostrando un alto grado de improvisaci¨®n, sobre cuestiones que merecer¨ªan mayor sosiego y m¨¢s sentido de Estado.
Voy a fijarme en la sustituci¨®n del modelo de ayudas a las familias mediante el pr¨¦stamo de los libros de texto por otro de ayudas directas a su adquisici¨®n seg¨²n el nivel de renta. Ya en 1999, defend¨ª en el Congreso de los Diputados, como ponente socialista, la gratuidad de los libros de texto, pero me opuse al modelo de pr¨¦stamo y propuse que se ayudara a la mayor¨ªa de las familias para que los adquirieran, si fuera presupuestariamente inviable ayudar a todas. Esa fue la posici¨®n del PSOE, como figura en el Dictamen de la subcomisi¨®n creada al efecto (B.O. Congreso de los Diputados, D, 516, del 7 de diciembre de 1999), pero lamentablemente no fue la que adoptaron las consejer¨ªas socialistas de Educaci¨®n, con la meritoria excepci¨®n del Gobierno de Asturias. Quiero recordar algunas razones del rechazo al modelo de pr¨¦stamo, importado de Francia, que ya entonces se hab¨ªa mostrado poco eficiente y obsoleto.
Por delante de cualquier otro material did¨¢ctico, el libro de texto sigue siendo el recurso did¨¢ctico que m¨¢s utilizan los docentes. Tambi¨¦n los padres lo consideran un elemento imprescindible para el estudio de sus hijos, tanto en los centros escolares como en el hogar. Ese libro no es solo para leer, como se lee una novela, sino una herramienta con la que trabajar diariamente para adquirir competencias y consolidar conocimientos. Y el avance de las nuevas Tecnolog¨ªas no ha conseguido desterrarlo ni eliminar su validez e importancia.
En las conclusiones el Informe PISA del a?o 2000 afirma que ¡°el grado en que los estudiantes emplean los recursos escolares (¡) puede tener un impacto en el desempe?o estudiantil¡±, en la ¡°adquisici¨®n de las competencias b¨¢sicas¡±. Aunque se refiere a todos los factores de trabajo escolar, el libro de texto no es el menor de ellos. Disponer del libro s¨®lo en pr¨¦stamo impide hacer un uso completo del mismo y obtener todo el proyecto educativo posible, pues, al no permitir trabajar directamente con ¨¦l, dificulta el aprendizaje. M¨¢s a¨²n, es una pol¨ªtica contraria a la adquisici¨®n de la competencia lectora, que es uno de los principios de la Ley Org¨¢nica de Educaci¨®n (LOE) y uno de los mayores d¨¦ficits de nuestros alumnos en las evaluaciones PISA. Considerar el libro de texto un objeto de mera informaci¨®n, como las enciclopedias de anta?o, contradice toda pedagog¨ªa solvente.
Como docente e hijo de docentes, aprecio el car¨¢cter individual e intransferible de un libro escolar, que es mucho mayor que en el resto de los libros, porque no s¨®lo es objeto de lectura y reflexi¨®n, sino que el usuario ha de entenderlo y ¡°sentirlo¡± como un ¨²til de aprendizaje personal. Importa, y mucho, que los alumnos mantengan una relaci¨®n activa con sus libros y que no s¨®lo estudien ¡®a partir de ellos¡±, sino que aprendan ¡°con¡± ellos. El uso personal y creativo de esos libros favorece la motivaci¨®n y el rendimiento acad¨¦mico. El estudiante ha de convivir diariamente durante casi un a?o de su vida con cada libro de texto y debe poder subrayarlo, glosarlo, remarcar textos, completar ideas¡
Diferentes estudios e informes muestran que tanto los profesores como los padres se quejan, y con raz¨®n, de que los alumnos no puedan utilizar los libros en a?os posteriores como material de apoyo y consulta, especialmente en materias cuyo desarrollo curricular abarca varios cursos y en las que se suele hacer referencia a lo aprendido en el nivel previo. Les parece mucho m¨¢s positivo que el libro de texto permanezca en poder del alumno, como un elemento de consulta, de remisi¨®n, de contraste, o de recordatorio de saberes que se pueden haber olvidado, o que conviene refrescar. En concreto, seg¨²n un reciente informe del CSI-F de Andaluc¨ªa, el 72 por ciento del profesorado andaluz considera que el modelo de pr¨¦stamo aplicado all¨ª impide la realizaci¨®n de determinadas actividades, refiri¨¦ndose en particular a t¨¦cnicas de estudio b¨¢sicas como el subrayado, el resumen o el esquema que implican hacer anotaciones o escribir en el propio libro. Y advierte tambi¨¦n sobre las normas que muchos centros establecen restringiendo el uso y traslado de los libros del centro a la casa, ante la perspectiva de que tienen que aguantar cuatro cursos con los mismos ejemplares.
Adem¨¢s, la distribuci¨®n en pr¨¦stamo de libros ya usados por otros ni?os lleva a los padres con mayor poder adquisitivo a comprarlos nuevos para sus hijos. No s¨®lo por las razones pedag¨®gicas expuestas, sino por razones higi¨¦nicas y porque quieren que sus hijos estrenen los libros cuando empiezan un nuevo curso y no los lleven rotos y usados como los repetidores. Por ello, el modelo de pr¨¦stamo produce que en la misma aula haya ni?os con libros nuevos y ni?os con libros viejos y ajados, porque no se pueden permitir el lujo de comprarlos nuevos; ni?os que pueden escribir y subrayar en el libro y ni?os que no pueden hacerlo, porque su libro ¡°no es suyo¡±. La bienintencionada ayuda hace que compa?eros que comparten los mismos medios materiales (edificio, aulas, mesas...) y humanos (profesores), se encuentren en una situaci¨®n de notable desigualdad ante un elemento fundamental, el m¨¢s personal, de trabajo. Semejante efecto discriminatorio entre los alumnos del mismo grupo por raz¨®n de su capacidad econ¨®mica pervierte este modelo de ayuda.
Ahora bien, la alternativa no es entre la f¨®rmula de pr¨¦stamo o unas ayudas simb¨®licas y raqu¨ªticas. Se deben atender tambi¨¦n otros principios b¨¢sicos, como el derecho a la gratuidad. La Constituci¨®n Espa?ola establece que ¡°todos tienen derecho a la educaci¨®n¡± (art¨ªculo 27.1) y que ¡°la ense?anza b¨¢sica es obligatoria y gratuita¡± (27.4). Y encomienda a los poderes p¨²blicos que establezcan las condiciones y remuevan los obst¨¢culos para que todos disfruten de ese derecho en condiciones de libertad e igualdad. La gratuidad ha de garantizar el acceso de todos a la ense?anza b¨¢sica y obliga al Estado a financiar en los niveles obligatorios todos aquellos elementos esenciales en el proceso educativo.
Por tanto, las administraciones educativas deben impedir que la compra de los libros de texto obstaculice el derecho a la educaci¨®n. Para ello, y a pesar de las ineludibles restricciones presupuestarias, se les debe dotar de los recursos necesarios para que las familias reciban las ayudas suficientes para adquirir los libros de texto y materiales escolares de la educaci¨®n obligatoria, a fin de no poner en peligro el derecho a la educaci¨®n y garantizar la calidad de la educaci¨®n. Es m¨¢s justo aplicar el rigor en otros cap¨ªtulos de gasto. Si creemos que la educaci¨®n es una prioridad, hay que mirar el gasto en educaci¨®n como una cuesti¨®n de justicia social y una inversi¨®n en el futuro de los espa?oles.
Bernardo Bayona es profesor de Filosof¨ªa, exdiputado y exsenador socialista por Zaragoza
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