El analfabetismo religioso
Espa?a un Estado laico, qu¨¦ sarcasmo. Aqu¨ª se confunden actividades y fines religiosos y estatales. Se incumple el principio de neutralidad: el Jefe del Estado nombra al arzobispo castrense con rango de General de Divisi¨®n
Vengan leyes. Estatuto de Centros, LODE, LOE, LOGSE, LOCE, LOMCE¡ Dice un axioma militar que ¨®rdenes y contra¨®rdenes sobre un mismo escenario producen siempre el caos. El desorden. Despu¨¦s de d¨¦cadas de ense?anza religiosa en mano de docentes seleccionados por los obispos, pero contratados y pagados religiosamente (nunca mejor dicho) por el Estado, nadie duda del derrumbe de la cultura cristiana. Incluso lo afirma la Conferencia Episcopal, con motivo de una llamada Jornada Nacional de Pastoral Juvenil celebrada en Valencia el mes pasado. ¡°No creo en Dios como me lo ense?aron en el colegio¡±, dec¨ªa un muchacho en el v¨ªdeo con que los obispos anunciaban la celebraci¨®n. Comentando esa frase, su responsable de juventud y prelado de San Sebasti¨¢n, Jos¨¦ Ignacio Munilla, habl¨® ese d¨ªa de ¡°emergencia educativa¡±. La jerarqu¨ªa piensa incluso que Espa?a ¡°necesita ser misionada¡±. A ese precipicio les ha llevado su a?orada ¡°escuela cristiana¡±.
Es l¨®gico que los obispos clamen al cielo por esta situaci¨®n y presionen al Gobierno Rajoy -al fin y al cabo, uno de los suyos-, hasta el colmo de sus deseos. Pero la perplejidad es mala consejera. El analfabetismo religioso de los j¨®venes (y no tan j¨®venes) espa?oles no puede ser despachado volviendo a un modelo educativo tan estrepitosamente fracasado. Si hacemos caso al mism¨ªsimo papa Benedicto XVI, la anta?o ¡®Reserva espiritual de Occidente¡¯, gobernada moralmente por la Iglesia cat¨®lica (el sucio contubernio nacionalcat¨®lico, de 1936 a 1975), es hoy una vi?a desvastada por los jabal¨ªes del laicismo y el ateismo. ?C¨®mo ha sido posible, si en los ¨²ltimas d¨¦cadas, incluso ahora, esta confesi¨®n est¨¢ siendo tratada con mimo y generosos privilegios, incluso por Gobiernos que se han dicho laicos y de izquierda? Es misterio que deber¨ªa hacerse estudiar el episcopado.
Adem¨¢s, est¨¢n las maneras. Reforzar el supuesto monopolio que los obispos han tenido sobre la moral y la ¨¦tica de millones de estudiantes deja en muy mal lugar principios de los que los pol¨ªticos gustan de presumir. Tambi¨¦n sufre la verdad. Los obispos se comportan como esas fortalezas sitiadas que tienen el enemigo fuera pero tambi¨¦n intramuros. Gran parte de las iglesias de bases (incluidos te¨®logos y sacerdotes), creen que el sistema de ense?anza religiosa es un desastre. Lamentan, sobre todo, el tremendismo con que se suele producir el debate y desde el que se quiere buscar una soluci¨®n.
Aqu¨ª se ha o¨ªdo de todo, en la prensa cat¨®lica y fuera de ella. Nada ha sobrado para convencer al Gobierno de que no hab¨ªa m¨¢s remedio que atender las pretensiones de las sotanas. Que si el PP asum¨ªa los principios socialistas (incluso la tonter¨ªa que lleg¨® a hacer escuela: ¡®M¨¢s Gimnasia y menos Religi¨®n¡±); que si Zapatero hab¨ªa convertido ¡°en h¨¦roes a los alumnos que quer¨ªan clase de religi¨®n¡±, que si la crisis se ha podrido por falta de formaci¨®n cat¨®lica...
Tambi¨¦n han clamado que Espa?a es un pa¨ªs de pandereta por no cumplir un concordato internacional de alto rango. El grito tiene que ver con uno de los llamados Acuerdos firmados por Espa?a y el Estado vaticano tras la muerte del dictador Franco, el de Ense?anza y Asuntos Culturales. Estar¨ªa bien que se cumpliesen de verdad, ese y los otros tres, sobre todo el de la financiaci¨®n del clero, en el que la llamada Santa Sede se compromet¨ªa en 1978 a buscar f¨®rmulas de autofinanciaci¨®n antes de tres a?os. Se supone que obispos espa?oles y la Santa Sede son una misma cosa, pero de aquel compromiso nunca m¨¢s se supo. Al contrario, Espa?a incrementa cada a?o sus aportaciones econ¨®micas a la Iglesia cat¨®lica, sin que se espante el sistema constitucional.
Espa?a un Estado laico, qu¨¦ sarcasmo. Aqu¨ª se confunden actividades y fines religiosos y estatales. Hay una sola religi¨®n con un status privilegiado y en un para¨ªso fiscal. Se incumple el principio de neutralidad: el Jefe del Estado nombra al arzobispo para asuntos castrenses con rango de Vicario y General de Divisi¨®n. Se pisotea el principio de igualdad tributaria: los cat¨®licos puedan dedicar el 0,7% de su IRPF a financiar a su religi¨®n sin pagar ni un euro m¨¢s que el resto de los contribuyentes. Se ignora el principio de laicidad: se financia con dinero p¨²blico un fin religioso como si fuera un fin estatal. Y el Estado cede a los obispos, por Ley, la tarea de evangelizar a los ni?os en las escuelas, decidiendo el qu¨¦ y el c¨®mo de la ense?anza, nombrando a los profesores a su capricho (500 millones de euros, seg¨²n las cuentas de Europa Laica), sin control por la Justicia aunque lesionen derechos fundamentales de los trabajadores. La Iglesia romana manda y el Estado espa?ol paga haci¨¦ndose cargo, incluso, de indemnizaciones ya millonarias porque hay prelados que despiden a sus docentes de catolicismo por casarse con divorciados, vivir con personas que no son marido o esposa o, sencillamente, por irse de copas los amigos.
Todo es ¡°un anacronismo dif¨ªcil de entender¡±, como acaba de decirle a Rajoy, en carta p¨²blica, un grupo de iglesias de base de Madrid. ¡°La educaci¨®n en la fe religiosa pertenece a otro lugar, y a otros protagonistas: los templos, las sinagogas, las mezquitas, etc.¡±. En cambio, los obispos exigen (y el Gobierno cede) que la asignatura de catolicismo recupere el car¨¢cter acad¨¦mico y evaluable de la asignatura normal, con su correspondiente alternativa de entidad, a ser posible la matem¨¢tica. La tesis del cardenal Rouco es que la asignatura de religi¨®n tambi¨¦n es ciencia, aunque de seguido pretenda que sea impartida por catequistas. Es volver a un pasado que cosecha analfabetos religiosos, e incluso creciente increencia (por lo que a los prelados incumbe). Tambi¨¦n cosecha sentencias judiciales. Todo parece ya inevitable, para regocijo de la jerarqu¨ªa cat¨®lica. No escarmienta. Habr¨¢ clases de religi¨®n y su alternativa, a la misma hora, la quiere exigente y evaluable, no sea que los chicos y las chicas no se apunten a la oferta episcopal. Es como si, porque unos van al f¨²tbol, el resto del alumnado tuviera que acudir a un partido de rugby.
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