La ciudad como una carrera de obst¨¢culos
Edificios y calles no se adaptan a las necesidades de quienes no ven, no oyen o tiene movilidad reducida Un posible accidente o la edad convierten a todos en potenciales usuarios
¡°Atenci¨®n. USTED EST? RECIBIENDO UN E-MAIL DE UNA PERSONA CIEGA. Esto es inclusi¨®n digital. Si env¨ªa un archivo gr¨¢fico, por favor descr¨ªbalo en el cuerpo del mensaje. Una sociedad inclusiva es aquella que reconoce, valora y respeta la diversidad humana. ?Gracias!¡±. El correo electr¨®nico que se cierra con este mensaje lo ha enviado el arquitecto Ignacio Lucini, de 48 a?os. Hace tres no hubiera a?adido este aviso, pero dos isquemias del nervio ¨®ptico hicieron que, en menos de un mes, pasara a ver solo sombras.
M¨¢s del 90 % de las personas adscritas a la ONCE pueden ver sombras, pero sus 71.295 afiliados son pocos comparados con el mill¨®n de personas con discapacidad visual que la ¨²ltima Encuesta EDAD, del Instituto Nacional de Estad¨ªstica, calcula que hay en Espa?a. Tambi¨¦n hay un mill¨®n de personas con sordera y solo 400.000 utilizan lenguaje de signos. ¡°Cuesta mucho reconocer una discapacidad. Nadie lo hace hasta que le resulta imposible valerse por s¨ª mismo¡±, cuenta el psic¨®logo Juanjo Cantalejo, responsable de accesibilidad del Cermi (Comit¨¦ Espa?ol de Representantes de Personas con Discapacidad).
Entre los ciegos censados por la ONCE, el grupo mayor est¨¢ entre quienes tienen m¨¢s de 65 a?os. Ese dato demuestra que, a lo largo de la vida, las capacidades de las personas cambian. Lucini es un ejemplo de ese cambio. Por eso, un pu?ado de asociaciones y un grupo de profesores del Campus de La Salle y de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid llevan a?os empe?ados en explicar que todos podemos ser discapacitados y que, m¨¢s por ego¨ªsmo que por altruismo, la ciudad no deber¨ªa ser una carrera de obst¨¢culos para quien no puede moverse, ver, u o¨ªr. Las cosas pueden hacerse mejor, pero para facilitar la vida de quien tiene problemas esos asuntos deben primero conocerse.
Si los arquitectos no dan ejemplo, ?c¨®mo no tropezar con la urbe?
En el IV Foro sobre Accesibilidad de la C¨¢tedra Arpada se debate qui¨¦n y por qu¨¦ decide las normas de la accesibilidad. Pero el propio edificio que alberga la reuni¨®n, el Colegio de Arquitectos de Madrid, no tuvo en cuenta las necesidades de quien se mueve en silla de ruedas o de quien encuentra el camino tanteando con un bast¨®n a la hora de idear su nueva sede, en la calle Hortaleza, hace tres a?os. Si los arquitectos no dan ejemplo, ?c¨®mo no tropezar con la ciudad?
Como la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, este colectivo entiende la necesidad de las rampas, los espacios libres de obst¨¢culos, los pavimentos conductores y la eliminaci¨®n de las barreras arquitect¨®nicas, pero a muchos les parece que preparar un edificio para que todos podamos usarlo impide la excelencia arquitect¨®nica. Y en parte tienen raz¨®n: se necesita una gran dedicaci¨®n para resolver tantos ajustes y no simplemente a?adir asideros una vez ideado, y fotografiado, el inmueble. Aunque el arquitecto Lucini insista en que la accesibilidad no est¨¢ re?ida con el buen dise?o y recuerde que si un edificio es capaz de absorber las instalaciones de agua, bajantes y electricidad deber¨ªa tambi¨¦n dar acomodo a las rampas y a las barandillas sin desvirtuarse, a pocos proyectistas no les horroriza tener que pensar en una doble barandilla rodeando su escalera o en un ascensor sin la limpieza visual de un espacio vac¨ªo.
Tal vez porque queda oculto, el lavabo lo tienen m¨¢s asumido. ¡°Pero hay sitios en los que solo pueden orinar los diestros¡±, explica Manuel Ranc¨¦s, secretario de accesibilidad de la Federaci¨®n de Personas con Discapacidad F¨ªsica y Org¨¢nica de la Comunidad de Madrid. Ranc¨¦s se pone a s¨ª mismo de ejemplo. Intenta pasar de su silla de ruedas a otra butaca y no lo logra porque esta tiene brazos. Existe toda una jerga (demasiado complicada) para las personas con discapacidad. Al intento de trasladarse a la butaca realizado por Ranc¨¦s para ilustrar la dificultad de sentarse sobre el inodoro y la necesidad de que este sea accesible por ambos lados lo denominan transferencia. Y puede que esa jerga enrevesada (los mismos cargos de los testimonios de este reportaje o el nombre cambiante y eufem¨ªstico de ciegos a invidentes primero y luego a personas con discapacidad visual) complique algo m¨¢s el conocimiento de lo que es la accesibilidad: que todos podamos usar la ciudad y los edificios.
La accesibilidad no est¨¢ re?ida con el buen dise?o, se?ala Ignacio Lucini
¡°Soy desmontable¡±. La arquitecta Elena Nieves M¨®uriz no se anda con eufemismos. Perdi¨® parte de las piernas en un accidente hace 20 a?os. Desde entonces ve el mundo apoyada en muletas. O sobre una silla de ruedas. Y tambi¨¦n trabaja para que los edificios y las ciudades sean m¨¢s accesibles desde la Consejer¨ªa de Transportes, Infraestructuras y Vivienda de la Comunidad de Madrid. M¨®uriz cuenta que el 1 de enero de 2016 termina el plazo para que todos los edificios y calles espa?olas dejen de tener obst¨¢culos para las personas con discapacidad. Pero se muestra pesimista: ¡°Todo lo que no entra en los par¨¢metros establecidos se presta a la ambig¨¹edad y, al final, lanzarse por muchas de las nuevas rampas, sin barandillas y con grandes pendientes, equivaldr¨ªa a tener que atropellar a alguien o estrellarse¡±. Mientras habla, muestra im¨¢genes de aplicaciones de la normativa, en oficinas bancarias o en bordillos de aceras, que en lugar de solucionar el problema lo enmascaran: ¡°una rampa con gran pendiente exige la fuerza del incre¨ªble Hulk para poder ascender por ella y, sin apoyabrazos, se convierte en una peligrosa lanzadera si alguien se atreve a entrar en ella con una silla de ruedas. Yo, desde luego no lo har¨ªa¡±. La ambig¨¹edad de la abundante y contradictoria normativa existente contribuye a estos desprop¨®sitos.
Cuando Lucini perdi¨® la vista sinti¨® que su formaci¨®n de arquitecto se convert¨ªa en un lastre. Trat¨® de reciclarse profesionalmente y en la ONCE comprendi¨® que, ante su llegada, algunos dirigentes ¡ªantiguos vendedores de cup¨®n¡ª ve¨ªan peligrar su puesto. Por eso, tras muchas vueltas, decidi¨® abrir la consultor¨ªa Accedes, que da pautas a arquitectos y constructores para que las personas con problemas puedan moverse por la ciudad.
El psic¨®logo Juanjo Cantalejo asegura que los problemas de la accesibilidad son dos: su desconocimiento por parte de los ciudadanos sin problemas de movilidad y su amplio abanico de necesidades, no todos precisan lo mismo. ¡°Imag¨ªnese un matem¨¢tico que no puede mover las piernas: ?Podr¨ªa subir al Everest? ?Podr¨ªa sin embargo discutir teoremas matem¨¢ticos? ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa si, en lugar de no tener piernas, fuera sordo? ?Podr¨ªa discutir?¡±. S¨ª, podr¨ªa, como el arquitecto Lucini puede leer correos electr¨®nicos, pero para eso los edificios deber¨ªan estar preparados para que funcionaran los aud¨ªfonos y la sordera es la hermana pobre de la accesibilidad: no se ve y dif¨ªcilmente se repara. ¡°El problema de la accesibilidad es que las urgencias no nos dejan ver lo importante¡±, sostiene Lucini. La rampa de acceso no es importante hasta que uno se rompe una pierna.
En un experimento, 60 ni?os probaron c¨®mo es el mundo sin vista
Muchas veces la maternidad enciende la luz sobre esos asuntos. Empujar un cochecito por la ciudad acarrea tantas dificultades como moverse sobre una silla de ruedas. Alguna menos: a la mano de quien empuja el coche no van a parar los excrementos de los perros que algunos transe¨²ntes no se molestan en recoger.
La falta de civismo podr¨ªa repararse, en parte, si los ciudadanos medios tuvi¨¦ramos presente los problemas de otras personas. Los que nosotros mismos podemos tener si nuestra vida da un giro inesperado. Por eso, muchas de los profesionales preocupados por facilitar la circulaci¨®n por las ciudades y los edificios a quienes sufren alguna discapacidad reconocen que est¨¢n hartos de ver siempre las mismas caras. ¡°Siempre somos los mismos, el mismo grupo de expertos debatiendo, cuando lo que se debe hacer es dar a conocer a la sociedad los problemas de un porcentaje ampl¨ªsimo de la poblaci¨®n¡±, se queja el arquitecto Lucini.
¡°?Pero vosotros cu¨¢ntos sois?¡± cuenta el psic¨®logo Cantalejo que le pregunt¨® una pol¨ªtica tras escucharlo. ¡°Usted misma puede ser uno de nosotros. La mayor¨ªa de las veces no se nace discapacitado. La vida cambia y la gente tiene accidentes, va perdiendo vista, memoria u o¨ªdo. Nos puede pasar a todos¡±. Uno puede ser, incluso, un discapacitado temporal. Lo sabe quien se ha roto una pierna y, viviendo en una casa de dos plantas, debe instalarse una cama en el sal¨®n. Esa persona agradecer¨¢ que las estaciones de metro tengan ascensor.
Hay ba?os para diestros que no permiten acceder a los zurdos en silla
Parece claro que o se experimenta lo que es moverse por la ciudad sin ver o sin poder levantarse de una silla de ruedas o queda demasiado lejano entender cu¨¢n necesario es que la arquitectura no cree m¨¢s problemas a las personas con problemas. ¡°Lo que nosotros pedimos es lo que busca un ni?o: poder movernos sin molestar a nadie, poder ser independientes¡±, insiste Lucini. Y lo de insistir es un decir: este hombre es la paciencia personificada, aunque temi¨® perder la calma junto a la vista. Le salv¨® ir a ver a otra persona ciega. ¡°Sufr¨ª la ansiedad de saber si podr¨ªa volver a leer, a escribir y a hacer las cosas que hac¨ªa rutinariamente de forma independiente. Pero, en este mundo de la oscuridad me he encontrado con gente con ganas de vivir, aprender y transmitir emociones¡±. Cuenta que por Skype o por correo electr¨®nico, un grupo de ciegos al que pertenece soluciona problemas inform¨¢ticos, se env¨ªan chistes, recetas, m¨²sica, ¡°e incluso los lunes charlamos una hora en ingl¨¦s conectados desde Mallorca, Barcelona, C¨®rdoba, Marbella, Valencia y Canad¨¢¡±.
La tecnolog¨ªa ha mejorado mucho la independencia de los ciegos, aunque Technosite, una filial de la ONCE, explica que no todas las p¨¢ginas web y no todos los peri¨®dicos digitales son igualmente accesibles. En el terreno de la informaci¨®n, la radio no tiene competencia, pero casi todos los peri¨®dicos pueden leerse con programas de ayuda de voz. ¡°Y el cine Roxy y el Centro Dram¨¢tico Nacional tienen audio-descripciones¡±, explica Lucini. ?l defiende que los arquitectos no tienen la culpa de todas las barreras que impiden que las sillas de ruedas se muevan por las ciudades. ¡°Tambi¨¦n las construye el transporte y las comunicaciones¡±, apunta. Ranc¨¦s, sin embargo, pone de ejemplo el metro y los autobuses como paradigma de adaptaci¨®n para todo tipo de usuarios en los ¨²ltimos a?os. Con todo, ambos est¨¢n de acuerdo en que la principal barrera es mental, y no la sufren solo los discapacitados.
Hace unas semanas, Lucini habl¨® en unas jornadas piloto en las que arquitectos, invidentes, personas con movilidad reducida y representantes del CEAPAT (Centro de Referencia Estatal de Autonom¨ªa Personal y Ayudas T¨¦cnicas) hicieron que 60 ni?os experimentaran, por unas horas, c¨®mo es el mundo sin vista o con movilidad reducida. Se trataba de que ellos mismos cayeran en la cuenta de lo que necesitan los edificios y las ciudades para que todos podamos usarlas sin tropezar.
En esas charlas explicaron qui¨¦n fue Louis Braille, que ide¨® su sistema de lectura a trav¨¦s del tacto cuando solo ten¨ªa 15 a?os y no pod¨ªa ver. Los ni?os tuvieron que caminar con una venda en los ojos, tanteando el camino con un bast¨®n. Tambi¨¦n trataron de ir al ba?o sentados en una silla de ruedas. Ese es el principio: informaci¨®n y educaci¨®n.
Como Braille, el arquitecto Guillermo Cabezas Conde tambi¨¦n fue un pionero. Est¨¢ considerado el ?ngel Nieto de la accesibilidad. Tras perder una pierna en la Guerra Civil fue el primero en llevar la accesibilidad al deporte adaptado. En 1978 public¨® el libro C¨®mo proyectar sin barreras arquitect¨®nicas, donde explic¨® que una ciudad m¨¢s accesible es, por l¨®gica, una ciudad m¨¢s igualitaria.
Por eso Cristina Rodr¨ªguez-Porrero, la directora del CEAPAT, est¨¢ empe?ada en empezar desde abajo, por los ni?os. Quiere asegurarse de que el descuido no sea excusa para no dise?ar las ciudades pensando en todos. Incluso en los que no vemos. Los ciegos, que juegan al futbol con un bal¨®n con cascabel, s¨ª sienten, en la ciudad que palpan, el tipo de sociedad que somos los que hacemos las ciudades.
¡°Cuesta explicar a una persona que va perdiendo o ha perdido la visi¨®n o la movilidad que la discapacidad no es el final sino el principio de otra vida¡±, explica Lucini. Por eso cree que dar a conocer los problemas de las personas con discapacidades es el primer paso para solucionarlos. Puro m¨¦todo cient¨ªfico: hacer visible el problema para tratar de hallar la soluci¨®n. Y en eso anda. Entre cursos, foros en Internet, programas de formaci¨®n para arquitectos y jornadas de informaci¨®n, ha aprendido a mirar la vida de manera m¨¢s inclusiva: ¡°Cuando s¨ª ten¨ªa capacidad para ver a todas las personas, no las ve¨ªa. Y ahora s¨ª¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.