Las horas m¨¢s bajas del matrimonio
El n¨²mero de bodas ha ca¨ªdo un 27% en 10 a?os y la edad media de los novios aumenta
Carlos Madrid, de 36 a?os, espera bajo la sombra de los ¨¢rboles plantados frente a la Ciudad de la Justicia de Valencia que le llegue el turno de pasar por el juzgado. Est¨¢ a punto de casarse con Isabel Gonz¨¢lez, de 31 a?os. ¡°Llevamos siete a?os viviendo juntos, y a los 36 a?os, yo creo que ya tocaba¡±, explica, rodeado de familiares y amigos, mientras una prima le ajusta la flor de la solapa.
Carlos e Isabel son un reflejo de los ¨²ltimos datos de nupcialidad del Instituto Nacional de Estad¨ªstica (INE), que muestran c¨®mo los espa?oles se casan cada vez m¨¢s tarde. Pero hay otros indicadores m¨¢s contundentes. Por ejemplo, el fuerte retroceso en el n¨²mero de bodas. En 2013 se celebraron un 8% menos que en 2012, y comparado con 2003, la ca¨ªda es del 27%.
¡°Son datos inequ¨ªvocos de que se trata de una tendencia consolidada, no es un retroceso coyuntural¡±, apunta Albert Esteve, del Centro de Estudios Demogr¨¢ficos (CED) de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona. ¡°Se ha dado un cambio de esquemas en la formaci¨®n de la familia¡±, a?ade Teresa Castro, del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC. El hundimiento es a¨²n m¨¢s vertiginoso en los enlaces religiosos: en 2012 fueron 61.809, el 37% de los celebrados en 2000 (163.636).
Existen razones estrictamente demogr¨¢ficas que ayudan a explicar estos datos. El n¨²mero de matrimonios depende, en parte, de la cantidad de j¨®venes que hay en edad de casarse. Y ahora est¨¢n llegando a los 30 a?os las llamadas generaciones vac¨ªas, denominadas as¨ª porque est¨¢n mucho menos nutridas que las de los babyboomers de principios y mitad de la d¨¦cada de 1970.
Tampoco hay que infravalorar el peso de la crisis, que retrasa (o impide, en el peor de los casos) la emancipaci¨®n y los proyectos vitales de vida en pareja.
Pero el declive del matrimonio arranca antes del estallido de la burbuja inmobiliaria y hunde sus cimientos en un cambio de usos sociales. Cada vez es m¨¢s habitual que las parejas convivan al margen del r¨¦gimen conyugal. La tendencia, consolidada a lo largo del siglo XXI, es vivir juntos, al menos, durante unos a?os antes de decidir formalizar la relaci¨®n y pasar por el juzgado o el altar, si finalmente se decide hacerlo. ¡°La cohabitaci¨®n se impone como la forma mayoritaria de comenzar la vida en pareja¡±, apunta Esteve.
Se consolida la vida
en pareja previa
a la formalizaci¨®n
de la relaci¨®n
Ello queda patente en diferentes estad¨ªsticas. Por ejemplo, en el porcentaje de mujeres entre 15 y 49 a?os que conviven en pareja, que se ha triplicado en diez a?os. Mientras en el censo de 2001 la tasa era del 6,5%, en 2011 creci¨® hasta el 19%.
El incremento del n¨²mero de hijos fuera del matrimonio, que en 2012 ya eran el 39% del total, es otro indicador del peso que est¨¢n adquiriendo los hombres y mujeres que viven juntos de espaldas al matrimonio. ¡°Un tercio de estos ni?os corresponde a mujeres solas, pero el resto son de parejas de hecho¡±, indica Castro.
La cohabitaci¨®n prolongada previa a la boda se traduce en el aumento de la edad de los novios. El ejemplo extremo es Suecia. El patr¨®n para formar una familia en este pa¨ªs sigue mayoritariamente las etapas de convivencia en pareja-hijo-matrimonio. Es el pa¨ªs europeo con la edad media m¨¢s alta del primer matrimonio: 35,5 a?os en hombres, 33 en mujeres; por 33,8 y 31,7 en Espa?a, de las m¨¢s elevadas.
Ignacio Linares, de 37 a?os, ha seguido la secuencia sueca de formaci¨®n de la familia. Se cas¨® hace dos meses con Clara Giner, de la misma edad, despu¨¦s de 12 a?os de vida en com¨²n. Lo hizo ¡°por los derechos que aporta el matrimonio¡± pensando en sus dos hijas, de tres y un a?o. Fue una boda de tr¨¢mite, discreta. ¡°Si no es por las peque?as, no me hubiera casado¡±, comenta.
¡°Es cierto que el matrimonio aporta ventajas respecto a la convivencia en pareja¡±, apunta Isabel Gozalo, especialista en derecho de familia del Consejo General de la Abogac¨ªa. ¡°Los c¨®nyuges gozan de presunciones legales de las que carecen las parejas que, por lo tanto, tienen que demostrar¡±. Por ejemplo, vivir bajo un mismo techo. La necesidad de probar la convivencia, lo que no siempre es una tarea sencilla, puede comportar inconvenientes en el ¨¢mbito de la Seguridad Social, tributario o administrativo, advierte la letrada. El alta en el registro de parejas de hecho s¨ª concede mayor seguridad. Pero, una vez decidido que se quiere dar el paso de formalizar la relaci¨®n, las parejas suelen optar por el matrimonio.
El 39% de los hijos
nacen de madres
que no est¨¢n casadas
Como en el caso de Ignacio y Clara, las bodas a las que asisten los novios con hijos son cada vez m¨¢s frecuentes. ¡°Yo dir¨ªa que ya representan el 30%¡±, explica la magistrada del Registro Civil n¨²mero 2 de Valencia, quien tambi¨¦n ha advertido el incremento de edad entre los contrayentes.
En todo caso, no todos los que conviven acaban por casarse. Pueden mantener su condici¨®n de pareja de hecho con o sin hijos. Y se consolidan figuras de cohabitaci¨®n alternativas a las cl¨¢sicas, como las parejas que tienen una relaci¨®n estable pero, a la vez, mantienen sus viviendas. Son los living apart together (algo as¨ª como los que viven separados pero est¨¢n juntos), destaca Esteve.
Tambi¨¦n se ha incrementado el porcentaje de personas que viven solas (los hogares unipersonales han crecido un 45% entre 2001 y 2011). ¡°Baja la intensidad del matrimonio y en formar parejas¡±, apunta el dem¨®grafo del CED.
Todos estos aspectos completan el dibujo que traza el INE respecto a los matrimonios y que refleja unos cambios ¡°r¨¢pidos¡± relacionados con las familias espa?olas en las ¨²ltimas d¨¦cadas, se?ala Castro. ¡°Espa?a empez¨® tarde, pero ha ido muy r¨¢pida en situarse en la media europea¡±, apunta. Incluso ha avanzado a pa¨ªses culturalmente afines, como Italia, en indicadores como hijos fuera del matrimonio o la ca¨ªda de la nupcialidad. ¡°Es algo que estamos estudiando con colegas italianos, nos llama mucho la atenci¨®n¡±, adelanta la investigadora.
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