La alcantarilla que desat¨® una plaga en Zimbabue
La epidemia del c¨®lera golpea el suburbio de Glen View, en la capital de la antigua Rodesia
En la ¨¦poca colonial, Harare, capital de Zimbabue, estaba orgullosa de su lema Sunshine city, ciudad brillante: largas avenidas sombreadas por jacarandas, calles limpias y sin apenas mosquitos y vegetaci¨®n exuberante. La postal salt¨® por los aires tras la crisis econ¨®mica que devast¨® al pa¨ªs a principios de este siglo. La rotura, la primera semana de septiembre, de un colector de aguas fecales ha desencadenado una plaga b¨ªblica, el c¨®lera, que se extendi¨® por el suburbio de Glen View de Harare. La epidemia contin¨²a fuera de control con 9.000 personas sospechosas de estar infectadas ya. La primera v¨ªctima mortal se registr¨® el 6 de septiembre. Una semana despu¨¦s, el Gobierno decret¨® el estado de emergencia nacional, para evitar que se extienda por la regi¨®n del ?frica Austral.
En el centro financiero y en los barrios ricos del norte de Harare el abastecimiento funciona. En los de clase media, hay agua corriente, aunque no es potable. En el ¨²ltimo escal¨®n est¨¢n los suburbios, los townships del sur y las nuevas barriadas en expansi¨®n del noroeste. Los desheredados de la independencia y la revoluci¨®n de Robert Mugabe, hasta hace unos meses el dictador m¨¢s longevo del mundo, tienen que recurrir a pozos de todo tipo.
Uno de esos suburbios es Glen View. Con cerca de 100.000 habitantes, es una de tantas barriadas que crecen en las periferias de las grandes ciudades africanas: una arteria principal asfaltada de la que salen multitud de pistas de arena. Las casas de una planta, construidas en ladrillo o adobe, algunas con un peque?o huerto en la parte trasera, se esparcen entre la maleza.
En una de esas casas, en el n¨²mero 14 de la avenida Muchaombera, viv¨ªa una de las primeras v¨ªctimas de la epidemia de c¨®lera. Jane Nyamaweda, 62 a?os y cinco hijos, preparaba la cena el s¨¢bado 8 de septiembre cuando empez¨® a dolerle el est¨®mago. Su familia atiende a EL PA?S en la estancia principal de la casa. ¡°Mi cu?ado la llev¨® enseguida a la ¨²nica cl¨ªnica m¨¦dica que tenemos en Glen View¡±, cuenta Sibongile, una de sus tres hijas.
Los sanitarios trasladaron a la enferma al hospital de infecciosos Beatriz, en la capital. A la ma?ana siguiente, Jane llam¨® por tel¨¦fono a su hija Sibongile pidi¨¦ndole que fuera a cuidarla. ¡°En la habitaci¨®n hab¨ªa moscas y restos de v¨®mitos por el pasillo¡±. El lunes, Jane se despert¨® con diarreas y los v¨®mitos continuos. Falleci¨® al caer la noche.
¡°Estamos peor atendidos que en la epidemia de 2008¡±, se queja Wendy, otra de sus hijas. ¡°Hace diez a?os, al primer s¨ªntoma de c¨®lera te ingresaban y te daban medicinas. Ahora, los sanitarios ni tan siquiera han venido a desinfectar la casa¡±.
Jane era el sustento de su familia. Tra¨ªa mercanc¨ªas de todo tipo desde Sud¨¢frica y las revend¨ªa. Sus hijos creen que su madre se infect¨® durante una visita a un m¨¦dico privado iran¨ª que la trataba de sus dolencias estomacales. Lo que no pueden entender es que la bacteria del c¨®lera estaba en el pozo, a poca distancia de su casa, donde llevan a?os abasteci¨¦ndose de agua.
Pozos clausurados
El Ayuntamiento de Harare tard¨® varios d¨ªas en clausurarlo. Los vecinos sospechan que ese pozo fue uno de los primeros en resultar contaminado con la rotura del colector de aguas fecales. La familia que vive en la casa m¨¢s pr¨®xima al pozo clausurado est¨¢ bajo la amenaza del c¨®lera. ¡°Claro que tenemos miedo. Le damos las gracias a Dios por no habernos enfermado. Los servicios sociales nos insisten en que nos lavemos las manos varias veces al d¨ªa y que hirvamos el agua¡±, dice Naomi, de 21 a?os y un beb¨¦ a la espalda.
La carretera que vertebra Glen View lleva a un descampado. Es el centro neur¨¢lgico del barrio: un supermercado b¨¢sico, tiendas de madera que ofrecen productos de primera necesidad y un mercado. Aqu¨ª es donde el Ayuntamiento ha instalado un enorme dep¨®sito de pl¨¢stico con agua potable y seis ca?os que no paran de funcionar. ¡°Vengo a por agua dos o tres veces al d¨ªa¡±, cuenta Perseverance, de 22 a?os. ¡°Puedo venir las veces que quiera. El agua es para todo, menos para hacer la colada¡±. Mientras dice esto, tapa el cubo de pl¨¢stico lleno de agua, se lo coloca sobre la cabeza y se marcha.
El nuevo Gobierno de Zimbabue decret¨® el estado de emergencia nacional el 12 de septiembre y ha liberado una partida de 48 millones euros para combatir la epidemia. La cifra oficial de muertos es de 49 personas en el pa¨ªs, aunque fuentes independientes hablan ya de 500. July Moyo, al frente del gabinete de crisis, ha declarado a la prensa nacional que ¡°el peor escenario se sit¨²a en torno a los 100.000 infectados, aunque la cifra m¨¢s optimista es de 50.000¡±.
Itai Rusiki se autodenomina activista sanitario. Dirige la ONG local CWGH, que ofrece asistencia t¨¦cnica en temas de salud. ¡°El alcantarillado, los colectores y la red que suministra agua a Harare es una herencia colonial. La construyeron los brit¨¢nicos hace m¨¢s de 50 a?os. Ahora est¨¢ obsoleta. El Ayuntamiento no se ha gastado ni un euro en su mantenimiento, solo parchean los desperfectos¡±. Itai ha instalado un pozo a la entrada de su casa, que suministra a todo el barrio. ¡°Este brote no nos ha cogido por sorpresa. El c¨®lera es una enfermedad end¨¦mica en Zimbabue. Hay muertos todos los a?os. Es inadmisible que la gente siga muriendo por un epidemia tan ancestral¡±.
Las autoridades m¨¦dicas de Harare han levantado el primer dique contra el c¨®lera en el ¨²nico hospital p¨²blico de Glen View. Su acceso est¨¢ restringido al personal sanitario. Al traspasar el portal¨®n de la entrada, hay que lavarse las manos con desinfectante y fumigarse el calzado. En el patio central han instalado cinco tiendas donde clasifican a los enfermos. ¡°Los primeros 15 d¨ªas era un goteo continuo de infectados por el c¨®lera, pero llevamos unos d¨ªas que ha bajado la llegada de pacientes¡±, cuenta Ephrai Winiko, uno de los enfermeros del centro.
El estado de emergencia ha obligado a cerrar colegios. No es el caso del que gestionan las monjas dominicas en el centro de Harare. Tiene m¨¢s de mil alumnas. Sor Angela es una enfermera alemana de nacimiento y zimbabuesa de vocaci¨®n. Lleva 56 a?os en el pa¨ªs y no es la primera vez que se enfrenta al c¨®lera. ¡°En la epidemia de 2008 me enviaron a las monta?as en la frontera con Mozambique. Una noche lleg¨® una mujer con diarrea y v¨®mitos. No pudimos hacer nada por ella. Falleci¨® esa misma madrugada¡±. En ese brote murieron 4.500 personas.
El decreto de emergencia proh¨ªbe grandes concentraciones, incluidas las ceremonias religiosas multitudinarias. ¡°En la misa, evitamos darnos la mano en el momento de desearnos la paz¡±, cuenta Sor Angela. ¡°En este pa¨ªs, el c¨®lera ya no nos permite ni desearnos la paz¡±.
Las autoridades son conscientes del riesgo de que la epidemia se extienda a otros pa¨ªses. En la frontera terrestre con Zambia, al norte, hay controles sanitarios para los que cruzan al otro lado. Pero en el aeropuerto internacional de Harare no se hace ning¨²n chequeo a los pasajeros que abandonan Zimbabue. Cinco pa¨ªses hacen frontera con la antigua Rodesia y la peor noticia para una regi¨®n tan estable como el ?frica Austral es que el c¨®lera se convierta en una epidemia internacional.
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