De afectados a descubridores de un tratamiento
La familia de un joven con una enfermedad rara empez¨® financiando la investigaci¨®n de la dolencia y acab¨® dise?ando la forma de frenarla
En sus 31 a?os de vida, Jos¨¦ Juli¨¢n Mart¨ªnez ha salido varias veces en revistas cient¨ªficas, aunque nunca se le haya citado por su nombre. Al principio era solo un sujeto de estudio. Posteriormente, ¨¦l y su padre, Jos¨¦ Luis, tuvieron un papel mucho m¨¢s relevante: ser los primeros en proponer y probar un tratamiento que ha conseguido frenar la enfermedad infrecuente que tiene.
Esta se llama d¨¦ficit de la timidina quinasa 2, y la neur¨®loga del hospital 12 de Octubre de Madrid Cristina Dom¨ªnguez-Gonz¨¢lez explica que consiste en que falla el proceso por el que se forman "los ladrillos del ADN mitocondrial", que son esas famosas cuatro letras del c¨®digo gen¨¦tico (a, c, g, t). Como las mitocondrias son unos org¨¢nulos intracelulares que se encargan de suministrar de energ¨ªa a la c¨¦lula, cuando esta falla aparecen distintas formas de debilidad muscular: la miopat¨ªa que sin tanta precisi¨®n le diagnosticaron al afectado en 1991 en Par¨ªa, cuando sus padres empezaron a visitar especialistas de Espa?a y del extranjero al ver que a su hijo, de tres a?os, le costaba correr y levantarse, cuenta el padre.
En concreto, de las cuatro letras (cient¨ªficamente llamadas nucle¨®tidos), le fallan dos, la timina y la citosina. Pero para llegar a esa conclusi¨®n tuvieron que efectuar un largo recorrido. "Jos¨¦ Juli¨¢n fue empeorando progresivamente. Caminaba con dificultad. Como la enfermedad no afecta al desarrollo intelectual, estudiaba con buen expediente", relata Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez.?
En uno de sus intentos, contactaron con Salvatore DiMauro, de la Universidad de Columbia (Nueva York), pero este, seg¨²n cuenta el padre, les aconsej¨® que acudieran a un espa?ol que hab¨ªa trabajado con ¨¦l: Antoni Andreu, que entonces estaba en el hospital Vall d'Hebron (Barcelona). "Toni nos dijo que no ten¨ªa recursos para investigar", recuerda. As¨ª que la familia puso en pie la Fundaci¨®n para el Discapacitado Muscular Nacional (Fundismun), "con cuatro o cinco millones de pesetas de la ¨¦poca [de 24.000 a 30.000 euros]". As¨ª se lleg¨® al diagn¨®stico del d¨¦ficit de la timidina quinasa 2.
Pero saber lo que le pasaba a su hijo no era suficiente. Era "alrededor de 2001, y su situaci¨®n hab¨ªa empeorado mucho. Con 13 a?os, "Jos¨¦ Joaqu¨ªn hab¨ªa dejado de caminar, iba en silla de ruedas". Urg¨ªa encontrar un tratamiento. Y DiMauro les remiti¨® a otro nombre clave en este periplo, el de Michio Hirano, tambi¨¦n en Columbia. "Estuvo en casa y le planteamos el deseo de que iniciara los trabajos para encontrar un remedio. ?l nos dijo que lo primero que necesitaba era conseguir un rat¨®n transg¨¦nico con la misma mutaci¨®n. Y fondos para ello". La familia pag¨® otros 120.000 euros.
"En tres o cuatro a?os se consigui¨® el rat¨®n", y en 2011 empezaron los ensayos de un tratamiento. El planteamiento parece sencillo: si la enzima defectuosa serv¨ªa para fabricar dos de las cuatro letras del abecedario gen¨¦tico, la C y la T, se las dieron de comer. Y su esperanza de vida se duplicaba.
En una historia menos inusual, pasar¨ªan a?os probando el tratamiento. Pero la familia Mart¨ªnez no pod¨ªa esperar. "Con 23 a?os, Jos¨¦ Joaqu¨ªn pesaba 23 kilos. Ten¨ªa escaras de presi¨®n, lesiones ¨®seas. El investigador estaba remiso a acortar los plazos, a arriesgar la seguridad del ensayo, as¨ª que la familia se movi¨®. Encontr¨® un laboratorio chino que fabricaba los compuestos, y empez¨® a comprarlos. "Hubo un primer env¨ªo, un segundo... Y Jos¨¦ Joaqu¨ªn empez¨® a ganar un kilo al mes. Al a?o pesaba 34 kilos, y su debilidad muscular hab¨ªa mejorado algo. Se detuvo su deterioro".
Solo hab¨ªa un problema: el tratamiento era car¨ªsimo. Costaba 15 d¨®lares (unos 13 euros) por gramo de cada producto, y la dosis que necesitaba iba en aumento precisamente porque estaba engordando. Ya iban por 600 euros al mes. "En noviembre de 2013 hab¨ªamos terminado los ahorros", recuerda el padre.?
La neur¨®loga Cristina Dom¨ªnguez-Gonz¨¢lez entr¨® entonces en su vida. En enero de 2014, los meti¨® en un ensayo cl¨ªnico. Ya no ten¨ªan que comprar los nucle¨®tidos (el nombre gen¨¦rico de las mol¨¦culas de C y T que necesitaba). Pero a finales de a?o, el comit¨¦ del hospital les pidi¨® que demostraran "una mejor¨ªa evidente" para seguir con el ensayo. Y Jos¨¦ Joaqu¨ªn no retroced¨ªa, pero no mejoraba. "Est¨¢bamos atrapados", recuerda el padre.
Entonces, se le ocurri¨® pedir al Vall d'Hebron que hicieran un estudio de qu¨¦ pasaba con el producto cuando se inger¨ªa hasta que llegaba a las mitocondrias. Y vieron un punto interesante: en verdad, aunque le daban la C y la T terminadas para comer (los nucle¨®tidos), en su sangre estos se descompon¨ªan en una etapa previa, los llamados nucle¨®sidos, que cuestan un 90% menos. As¨ª que le propusieron a Hirano ensayar a tomar los nucle¨®sidos en vez de los nucle¨®tidos. El investigador de Columbia no lo ve¨ªa claro. Tard¨® un a?o en contestar.
Dom¨ªnguez-Gonz¨¢lez recuerda que "la familia asumi¨® el riesgo". Despu¨¦s del caso de Jos¨¦ Joaqu¨ªn, ya hay unos 20 afectados identificados en Espa?a. La mayor¨ªa son ni?os. "En ellos no solo se frena la enfermedad. Llegan completamente prostrados, y en dos o tres a?os est¨¢n corriendo y saltando. Es el tratamiento que ahora se est¨¢ llevando en todo el mundo", cuenta Jos¨¦ Luis, feliz despu¨¦s de tanto esfuerzo y aunque para su hijo, que sigue en un ensayo en el hospital, haya llegado algo tarde.
A la historia a¨²n le queda un ep¨ªlogo. Una farmac¨¦utica ha comprado la patente. Aumentan los ensayos y los art¨ªculos. El nombre de la familia Mart¨ªnez nunca aparecer¨¢ en ellos. Pero muchos se basar¨¢n en su historia.
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