La cifra s¨ª importa
EL PA?S inici¨® su propio recuento de v¨ªctimas mortales de violencia de g¨¦nero en 2001, un documento que luego us¨® la Administraci¨®n
Si no hay datos, no hay tema. Si no hay tema, ?para qu¨¦ hablar sobre ello? Cosas del periodismo. Y claro, lo que no se cuenta no existe. O resulta anecd¨®tico a falta de contexto. As¨ª est¨¢bamos en Espa?a respecto a la violencia de g¨¦nero al comenzar este siglo. Era una tragedia habitual sin cifras oficiales solventes y a menudo contada como un suceso al que se buscaba m¨¢s la justificaci¨®n que la explicaci¨®n. ¡°Un hombre mata a su mujer por celos¡±, se titulaba con frecuencia.
Cuantificar bien es clave para conocer la dimensi¨®n de un problema. No hacerlo permite restarle importancia, ningunearlo. En esas est¨¢bamos en 2001. El Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar (PP) se resist¨ªa a establecer medidas contundentes ¡ªy estad¨ªsticas oficiales exhaustivas¡ª respecto a lo que llamaba ¡°violencia dom¨¦stica¡±. En paralelo, las organizaciones feministas ped¨ªan una ley integral contra la ¡°violencia de g¨¦nero¡±. ?Qu¨¦ hacer desde el periodismo? ?Pues¡ contar!
Contar para conocer el alcance, medir para actuar, para sistematizar tambi¨¦n datos relevantes como la existencia, o no, de denuncia previa. Por entonces, la estad¨ªstica oficial se centraba en las cifras del Ministerio del Interior, lentas e incompletas. Cuando por fin comenzaron a afinarse algo m¨¢s, los datos gubernamentales solo inclu¨ªan a las mujeres muertas a manos de maridos y novios. Las v¨ªctimas asesinadas por sus exparejas no contaban.
En los primeros meses de 2001, EL PA?S inici¨® su propio recuento de las vidas femeninas segadas por la violencia de g¨¦nero, incluidos los casos en los que el agresor era la expareja. Fue una iniciativa de las secciones de Sociedad y Documentaci¨®n, un trabajo conjunto en tablas de Excel cuyas celdas se rellenaban con profesionalidad, eficacia y duelo. Era la ¨²nica manera de poder calibrar mejor el alcance de lo que pronto se conocer¨ªa como ¡°lacra¡±.
¡°Seg¨²n el recuento de este peri¨®dico¡±. Esa f¨®rmula avalaba el dato que figuraba en las informaciones. Las cifras de v¨ªctimas mortales del diario eran m¨¢s altas que las oficiales, pero la estad¨ªstica de EL PA?S era m¨¢s fiable que la del Gobierno. Tanto, que cuando por fin decidi¨® hacer bien los n¨²meros, la Administraci¨®n solicit¨® consultar los Excel de este peri¨®dico.
En aras tambi¨¦n de una informaci¨®n mejor, comenz¨® el aquilatamiento de los t¨¦rminos. De ah¨ª el neutro ¡°violencia machista¡± que enarbol¨® este diario. No era perfecto, pero aportaba imparcialidad cuando la derecha la calificaba de ¡°dom¨¦stica¡± y la reduc¨ªa al ¨¢mbito familiar, y la izquierda apostaba por el m¨¢s amplio de ¡°violencia de g¨¦nero¡±, aquella que sufren las mujeres por serlo seg¨²n la doctrina internacional, al que se opon¨ªa tambi¨¦n la Real Academia Espa?ola. As¨ª hasta que la ley integral de 2004 consagr¨® el ¨²ltimo t¨¦rmino.
La estad¨ªstica oficial considerada v¨¢lida se remonta a 2003. Y se esgrime desde hace un a?o, cuando el flamante Ministerio de Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad marc¨® la pauta de ofrecer la cifra completa cada vez que se confirma un nuevo d¨ªgito mortal. Ya son 1.000 las vidas de mujer segadas desde 2003. A ellas se podr¨ªan a?adir las que contabiliz¨® este diario en 2001 (46) y 2002 (52) y otras muchas que antes nadie cont¨® con solvencia. La cifra s¨ª importa. Hasta que sea cero.