Excluidos y enfermos que comparten piso para curarse
Una fundaci¨®n gestiona viviendas en Madrid, C¨®rdoba y Murcia para personas sin hogar que est¨¢n convalecientes
Se aparta el pelo y muestra la cicatriz que le atraviesa el cr¨¢neo. Al poco, se da la vuelta y se levanta la camiseta. La espalda est¨¢ salpicada de marcas. A la izquierda, quemaduras. A la derecha, la se?al que recuerda que un pu?al le atraves¨® la piel. Ese d¨ªa, hace ya 10 a?os, atacaron la casa familiar y mataron a su padre, l¨ªder de una tribu en Camer¨²n. ?l qued¨® en coma. ¡°Empez¨® el desorden en mi vida¡±, cuenta Eric Djike, de 40 a?os. Cuando sali¨® del hospital emprendi¨® una huida, primero en su propio pa¨ªs y despu¨¦s a trav¨¦s de ?frica, para intentar desesperadamente alcanzar Espa?a. Lo logr¨® en 2016. Lleg¨® sin nada, con una fractura, secuelas neurol¨®gicas y una historia dif¨ªcil de digerir. Dej¨® atr¨¢s a su madre, su mujer y sus cuatro hijas. ¡°Ten¨ªa problemas de cabeza. No sab¨ªa que pod¨ªan arreglarse solo hablando, sin tomar pastillas¡±, dice ¨¦l. Su relato es pausado. Por fin se siente seguro. En casa.?
Djike recuerda su historia en la sala de lectura del edificio que hace 10 meses se convirti¨® en su hogar. Est¨¢ en el barrio de Las Tablas, en Madrid, donde cuatro viviendas acogen a 40 personas sin hogar que han recibido el alta m¨¦dica pero necesitan un sitio para pasar la convalecencia. Traumatismos. La recuperaci¨®n tras una operaci¨®n. Dolencias cr¨®nicas. C¨¢ncer. Enfermedades terminales. Este lugar es la casa a la que regresan tras la quimioterapia, el entorno en que los m¨¢s graves pasan sus ¨²ltimos d¨ªas.
¡°El proyecto es pionero. Que sepamos, ¨²nico en Espa?a. Hay albergues con plazas para este fin, pero no son generalizados, ni son casas¡±, indica Jos¨¦ Manuel Caballol, director general de RAIS, organizaci¨®n que defiende los derechos de las personas sin hogar, que gestiona el programa Espacio Salud en colaboraci¨®n con la fundaci¨®n Mar¨ªa Asunci¨®n Almajano Salvo. Disponen de 70 plazas distribuidas en viviendas en Madrid, Murcia y C¨®rdoba por las que en 2018 pasaron 138 personas. El 80%, hombres. El 70%, de 46 a 65 a?os. M¨¢s del 60%, sin ingresos.
En Madrid ¡ªel proyecto se inaugur¨® en 2013¡ª tienen un concierto con la Comunidad hasta 2020 de alrededor de un mill¨®n de euros al a?o. Luego abrieron en Murcia y C¨®rdoba, donde gran parte de su financiaci¨®n llega de la asignaci¨®n del 0,7% del IRPF para fines sociales. El a?o pasado obtuvieron 380.000 euros, seg¨²n fuentes del Ministerio de Sanidad. En estas dos ciudades hay 12 plazas estatales: pueden acoger a personas de otras comunidades. Siempre hay lista de espera.
¡°En la calle, aunque vayan a urgencias, no sanan¡±, afirma el director de RAIS
En Espa?a, al menos 31.000 personas viven en la calle, seg¨²n estimaciones de RAIS, a falta de una cifra oficial. ¡°Aunque vayan a urgencias, no se curan. En la calle no pueden tomar su medicaci¨®n, ni hacer las curas, acaban volviendo al hospital¡±, apunta Caballol. Un c¨ªrculo vicioso: urgencias, ingreso, calle. ¡°Hicimos un estudio piloto con 52 personas, calculando el tiempo de hospital los seis meses previos a participar en el proyecto y los seis siguientes. Antes estuvieron ingresados en planta una media de 45,98 d¨ªas. Despu¨¦s, 5,16. Estimamos que el sistema p¨²blico de salud ahorrar¨ªa 48.000 euros por persona y a?o con estos recursos, que deber¨ªan ser p¨²blicos y replicarse en otras ciudades¡±, dice.
Casas adaptadas
En Madrid, cada casa dispone de entrada individual. Los usuarios no tienen llave, pero pueden entrar y salir solos. Hay personal 24 horas. Las viviendas tienen sal¨®n, cocina, ba?os, habitaciones individuales y dobles. Todo adaptado, un llamador en cada cama y lavabo. La segunda planta, con ascensor, se reserva a los trabajadores y los talleres. La vida discurre en los dem¨¢s pisos. En el balc¨®n hay ropa tendida. En la nevera, un cuadro organiza las tareas.
Los usuarios son derivados por el sistema sanitario, la red de personas sin hogar o los servicios sociales. Entre los empleados hay psic¨®logos, trabajadores y educadores sociales, tambi¨¦n un enfermero y un auxiliar. Les acompa?an al centro de salud o al hospital. Les ayudan a poner en regla su documentaci¨®n. Hay talleres de orientaci¨®n al empleo. No se les obliga a usar todos los recursos. Cada uno decide.
La ONG dice que el sistema de salud ahorrar¨ªa 48.000 euros por persona y a?o
Djike cumple ya un a?o en el proyecto. Al principio le cuesta recrear un viaje de tres a?os. Durmi¨® en la calle, pas¨® hambre, cruz¨® fronteras escondido en maleteros de autobuses. Se le infect¨® la herida de la cabeza. Cay¨® al intentar saltar la valla de Melilla. Se fractur¨® la pierna izquierda. Nueva infecci¨®n. Finalmente, en 2016 lleg¨® a Gran Canaria en cayuco. De ah¨ª a Tenerife. Y a Madrid, donde consigui¨® el estatuto de refugiado. Lleva un pu?ado de operaciones a sus espaldas. Explica que tiene un 65% de discapacidad. Muestra una foto suya exultante, sonriente, en la que calza botas y viste ropa de colores. Fue tomada en su pa¨ªs, antes de que la desgracia se le echara encima. Pero ahora se est¨¢ sobreponiendo. Quiere volver al trabajo, cuando se reincorpore de la baja en el empleo que ha logrado.
¡°Cuando se termine de recuperar y consolide su puesto, podr¨¢ vivir de forma aut¨®noma¡±, se?ala Jorge Ferreruela, coordinador del proyecto en Madrid. El a?o pasado, solo cinco de las 68 personas que dejaron el programa volvieron a la calle. ¡°El sinhogarismo afecta a la salud. Se multiplican las patolog¨ªas. Hay un agujero en el sistema de atenci¨®n. Aqu¨ª no nos conformamos con curar a la gente¡±, apunta Ferreruela. ¡°La enfermedad es una excusa para que mejoren en todas las dimensiones y vuelvan a integrarse. Para que se rompa el c¨ªrculo vicioso de albergue, calle, albergue¡±, prosigue. No hay un tiempo m¨¢ximo para permanecer en la vivienda, depende de sus necesidades.
¡°La patolog¨ªa es la excusa para lograr que se integren¡±, seg¨²n un trabajador
Dolores C¨®rdoba se pregunta cu¨¢nto tiempo le dar¨¢n. Aunque a?ade que no le preocupa. ¡°Tengo una amiga que ha estado mucho tiempo... Bueno, ten¨ªa¡±, matiza. Falleci¨® la noche anterior. Es un d¨ªa triste. Habla por esos ¡°compa?eros¡±, que luchan por su vida. Por este motivo tambi¨¦n particip¨® hace unos meses en una campa?a para reclamar el derecho a la vivienda.
¡°Mi problema fundamental, aparte del m¨¦dico, es que no tengo d¨®nde ir¡±, reconoce ahora. Lleg¨® aqu¨ª hace cinco meses. ¡°Fui al hospital a quitarme piedras de la ves¨ªcula, pero se conoce que me dio un ictus. Pas¨¦ dos d¨ªas en coma. Al despertar, quer¨ªa hablar, pero estaba paralizada¡±, explica esta mujer nacida en Ciudad Real hace 60 a?os y criada en Madrid. Madre de cinco hijos, entre ellos tres mellizos. ¡°Una de las primeras mujeres vigilantes en Espa?a¡±.
Pero perdi¨® el empleo. Fue desahuciada. ¡°Lo pasas muy mal¡±, afirma. Hay partes de su vida en las que no quiere entrar. El sufrimiento en sus ojos acompa?a sus palabras. En rehabilitaci¨®n, ha vuelto a caminar con ayuda de una muleta. Suma dolencias renales a su convalecencia por el ictus. ¡°Y problemas que la psic¨®loga me est¨¢ ayudando a arreglar. Hasta que los solucione, no me plantear¨¦ qu¨¦ hacer¡±. Trata su pasado y presente para poder mirar al futuro. ¡°Nos est¨¢n encaminando. Es como una segunda familia¡±, cuenta. ¡°Tenemos la nuestra, pero aqu¨ª hay otra¡±, a?ade. Se emociona.
C¨®rdoba pide a los visitantes que la acompa?en al huerto. All¨ª han plantado un ¨¢rbol por cada compa?ero fallecido. Se cuentan cinco. ¡°Un homenaje a los que estuvieron con nosotros¡±. Parte de la familia que se fue. ¡°El lugar m¨¢s querido de la casa¡±.
La convalecencia en albergues
En Espa?a hay albergues que reservan plazas para que las personas sin hogar pasen su convalecencia. Los expertos consultados reconocen que es dif¨ªcil cuantificarlas, pero todos coinciden en que son insuficientes.
Casa Caridad, una organizaci¨®n valenciana, cre¨® en 2016 un recurso espec¨ªfico, el multicentro de Benicalab, con 32 habitaciones individuales. En otro m¨®dulo, adem¨¢s, acogen a 34 familias. Hay trabajadores y educadores sociales. ¡°Intentamos que al salir lleven una vida aut¨®noma¡±, cuenta Cristina S¨¢nchez, responsable de Trabajo Social de la entidad. En 2018 acogieron a 119 personas que pasaron all¨ª una media de tres a seis meses. Asegura que la metodolog¨ªa es parecida a la de las viviendas de RAIS: tratan de dar herramientas para su reinserci¨®n.
El albergue municipal de Elejabarri, en Bilbao, tambi¨¦n acoge a personas sin hogar con problemas de salud. All¨ª hay un centro de convalecientes con nueve plazas. Abri¨® en 2009, explica Txema Duque, subdirector del ¨¢rea de Acci¨®n Social del Ayuntamiento. ¡°Antes atend¨ªamos estas situaciones, pero de forma deficitaria, sin los medios adecuados¡±, cuenta. ¡°Ahora tenemos una unidad sociosanitaria, con personal auxiliar de cl¨ªnica 24 horas y tambi¨¦n trabajadores y educadores sociales¡±, prosigue. Acogen a unas 60 personas al a?o. ¡°De quienes salen con el alta, solo el 18% vuelve a la calle¡±, afirma.
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