La rebeli¨®n silenciosa de los ¡®sin techo¡¯ contra el alcalde de Vigo
200 personas sin hogar han pasado ya por una acampada instalada ante el Ayuntamiento desde hace m¨¢s de dos a?os. Piden albergues de larga estancia para rehacer sus vidas
"Hay veces que veo la luz al final del t¨²nel. Luego compruebo que es Vigo y me tranquilizo". Se acerca junio y el presentador del programa matinal de la Radio Galega a¨²n bromea con el alumbrado navide?o de Abel Caballero. Los nueve millones de l¨¢mparas LED siguen brillando en la retina de todos, pero todav¨ªa hay vigueses que no saben que desde hace 27 meses algunos de los sin techo que transitan por la ciudad acampan ante el Ayuntamiento y mantienen un inc¨®modo pulso con el alcalde. Liderados por Juan Miguel Carollo (Urdu?a, Bizkaia, 1969), explican que lo que piden es una reuni¨®n con el regidor socialista y "un lugar seguro al que poder volver al ponerse el sol". Para dormir y ducharse, "y al d¨ªa siguiente salir a buscar cursillos y trabajo con un sentimiento de estabilidad. Sin tener que dedicar todas las fuerzas a resolver d¨®nde caer muertos la pr¨®xima noche".
Carollo, antiguo hostelero que qued¨® en la calle hace seis a?os, pidi¨® autorizaci¨®n a la Subdelegaci¨®n del Gobierno en Pontevedra (entonces en manos del PP) "para una concentraci¨®n por mejoras en los servicios sociales, sin hora de finalizaci¨®n". El permiso oficial daba v¨ªa libre para concentrarse en la Praza do Rei, desde las once del 17 de febrero de 2017, con siete tiendas de campa?a. Y as¨ª, hasta hoy.
Por la ma?ana, este vasco hijo de emigrantes gallegos se levanta, cruza el castigado pavimento de la plaza consistorial inaugurada por Juan Carlos I y entrega en la ventanilla del registro municipal el parte de las personas sin hogar que han pasado la noche en la Acampada Contra la Pobreza. Esta madrugada del 21 de mayo han dormido all¨ª Marco, Anilton, Joaqu¨ªn, Eliseo, Nicu, Jorge, Antonio y Francisco, adem¨¢s de Juan. "Este mes llevamos ya 216 pernoctaciones, y desde que empec¨¦ a registrar los nombres y los DNI, sumamos 3.000", asegura el activista. "En total, en este tiempo unas 200 personas diferentes encontraron aqu¨ª amparo, cena y trato humano". Hay enfermos, "gente que rula por toda Espa?a" con la vida en la mochila, padres de familia que quedaron sin trabajo y rebuscan en los contenedores; tambi¨¦n alg¨²n expresidiario; casi nunca mujeres porque hay muchas menos en la calle. "Y todos son bien recibidos", afirma el l¨ªder, "pero la concejala de bienestar, Isaura Abelairas, nos denigra y dice [hace una semana en La Voz de Galicia] que en Vigo el que est¨¢ en la calle es 'porque realmente quiere' y 'se niega' a recibir ayuda".
En 2018 el albergue municipal registr¨® 13.160 pernoctaciones de 596 personas distintas, 23.328 men¨²s, 3.161 coladas y 12.335 duchas
En la ciudad, separados por unos cinco kil¨®metros, hay dos albergues para los llamados "transe¨²ntes". La propia palabra indica que las camas son de paso. El municipal, dentro del llamado Centro Integral de Inclusi¨®n y Emergencia Social, dispone de 38 plazas y 27 trabajadores para todos sus servicios; se lleva un presupuesto de 820.000 euros anuales y lo gestiona Cruz Roja. Los sin techo pueden dormir 10 d¨ªas seguidos y luego deben dejar los puestos a otros demandantes los siguientes 10.
El otro albergue, que recibe tambi¨¦n fondos municipales, es de los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres y seg¨²n Carollo muchos indigentes no quieren ir "porque no se sienten tratados dignamente". Aunque hay excepciones, all¨ª se pernocta 10 d¨ªas y luego hay que esperar un mes para volver. Ante la cantidad de gente que detectaba durmiendo en la calle, en cajeros, marquesinas, la estaci¨®n de bus o junto al puerto, tambi¨¦n la Iglesia Evang¨¦lica Dignidad retiraba hasta 2017 los bancos del culto y colocaba literas para 50 personas. Pero los vecinos se quejaron directamente al alcalde en un programa de televisi¨®n. "La gente tiene que vivir con dignidad", clamaba Caballero. Y el local, sin condiciones ni licencia, acab¨® cerrando porque el pastor no pod¨ªa asumir la reforma.
Desde el Ayuntamiento se insiste en que el gobierno local est¨¢ volcado en la pol¨ªtica de bienestar y recuerdan que hay "cheques sociales" para familias por 1,6 millones anuales; ayudas de emergencia por 842.000; y apoyos antidesahucio por 2,5 millones. Informan tambi¨¦n de que el consistorio subvenciona todo el alojamiento disponible y da 300.000 euros a seis comedores sociales. "Si no hay plazas en el albergue los usuarios pueden ir al de los Misioneros", afirman, y todos los d¨ªas "salen equipos a la calle" para buscar soluciones, "con mantas y caf¨¦".
Fuentes municipales aseguran que est¨¢n asumiendo parte de la pol¨ªtica social que es "competencia de la Xunta" y que el de Vigo es uno de los pocos albergues de Espa?a que abri¨® en plena crisis. Propusieron 44 plazas, pero el Gobierno gallego, seg¨²n las mismas fuentes, las redujo a 38 y ni por la v¨ªa judicial el Ayuntamiento consigui¨® ampliarlas. La memoria anual de Cruz Roja recoge que la media de ocupaci¨®n el a?o pasado fue del 95% (99,72% en las plazas para varones), con 13.160 pernoctaciones de 596 personas distintas. Y las grandes cifras siguen: "23.328 men¨²s", "3.161 coladas", "12.335 duchas" repartidas entre 882 usuarios diferentes. Adem¨¢s, seg¨²n Cruz Roja, desde el albergue el a?o pasado se ayud¨® a buscar alojamiento estable a 48 personas que empezaron a percibir alg¨²n ingreso.
Gustavo Garc¨ªa Herrero, miembro de la Asociaci¨®n de Directoras y Gerentes en Servicios Sociales, dirigi¨® durante 20 a?os el albergue municipal de Zaragoza hasta que se jubil¨®. Defiende que la "estancia ilimitada" no es ninguna quimera, porque en su ciudad existe "desde los a?os 90". "Hay estancias de seis meses prorrogables por otros seis, incluso para familias enteras en apartamentos con llave", describe. "Pero cada caso es radicamente diferente a los dem¨¢s", advierte, "por eso hay tambi¨¦n permanencias de a?os, o de por vida. Y la experiencia dice que esto es m¨¢s sostenible que tener a la gente en la calle... personas que lo han perdido todo, menos sus derechos y su dignidad".
Hombres de 70 y chicos de 19
"La mayor¨ªa de la gente no quiere dormir en la calle. Y habr¨ªa que ver si los que dicen que s¨ª es porque ya se olvidaron de cualquier otro tipo de vida. Si dejas de comer caliente pierdes la noci¨®n de lo que es", lamenta Carollo. "El a?o pasado murieron al menos cuatro personas en la ciudad, todos los a?os mueren", rememora este hombre que ya ha perdido ocho dedos de los pies por complicaciones de la diabetes. "Una parte del edificio del albergue municipal est¨¢ ocupado por los pasos de Semana Santa" por un convenio de hace siete a?os con la entidad que cedi¨® el inmueble, protesta. "Pero si realmente se preocupasen por reinsertar a la gente ya no habr¨ªa un problema de espacio, ni de plazas", defiende.
"Hay gente que dice que quiere dormir en la calle porque ya se olvid¨® de cualquier otro tipo de vida", lamenta Juan Carollo
En la Praza do Rei hay hombres de 70 y chicos de 19. Uno de los m¨¢s j¨®venes dice que perdi¨® la casa cuando hace justo un a?o explot¨® un zulo pirot¨¦cnico y salt¨® por los aires el pueblo de Paramos (Tui, Pontevedra). Hacen sus necesidades en bolsas y botellas. Se asean por las ma?anas en entidades ben¨¦ficas. Con el paso del tiempo, la acampada ha ido perdiendo muchos apoyos de colectivos que creen que la situaci¨®n se ha enquistado sin remedio. Pero su fundador sigue reclamando "unos derechos b¨¢sicos para los sin techo", que no quieren vivir "atrapados" en el bucle sin fin de los plazos limitados que rigen los albergues y los comedores sociales.
Despu¨¦s de dormir mucho tiempo en un parque y pedir en la calle, Carollo protagoniz¨® hace unos a?os una huelga de hambre y as¨ª dice que logr¨® que "en cinco d¨ªas" le tramitasen la renta de inclusi¨®n que, seg¨²n explica, a los dem¨¢s les tarda "seis o siete meses" entre los tr¨¢mites del Ayuntamiento y de la Xunta. Ahora cobra 430 euros. Con 200 alquila una habitaci¨®n en la que guarda sus cosas y en la que, en dos a?os, "jam¨¢s" ha dormido porque el permiso del campamento est¨¢ a su nombre y no puede faltar. Del dinero que le queda saca para llevar de cenar a los compa?eros. Al albergue municipal se entra a las nueve y media: a esa hora va hasta all¨ª y se lleva a la acampada "a los que quedan fuera".
Mientras, su barba no para de crecer. "No me la cortar¨¦ hasta que el alcalde nos reciba", avisa. "Si no se soluciona el problema, tendr¨¢n que sacarme de aqu¨ª en caja de pino".
El asilo que compr¨® un jugador del Celta y se llen¨® de indigentes
Gustavo Garc¨ªa Herrero, coordinador de informes en la?Asociaci¨®n de Directores y Gerentes de Servicios Sociales, recuerda que en el ¨²ltimo estudio sobre los Ayuntamientos espa?oles de m¨¢s de 20.000 habitantes Vigo figuraba casi al l¨ªmite de las administraciones "pobres" en gasto por habitante en materia de servicios sociales, con 45,97 euros en 2017. "La media estatal, ese a?o, fue de 89,66".
Las vallas que marcan el per¨ªmetro del suelo que puede ocupar el campamento est¨¢n decoradas con las im¨¢genes de la muestra El Vigo que no sonr¨ªe, que realiz¨® el fot¨®grafo Aar¨®n D¨ªez despu¨¦s de otra exposici¨®n que hubo en la ciudad promovida por el consistorio: Vigo sonr¨ªe. En las estampas aparecen madres desahuciadas, trabajadores a los que se les trunc¨® la vida de la noche a la ma?ana, personas que llevan a?os durmiendo al raso, en unas ruinas o en una tienda de campa?a que han montado entre la maleza, en alguna parcela vac¨ªa entre edificios.
En una foto se ve a un hombre durmiendo en un banco junto a una litrona: "Muchas veces no es el alcohol el que lleva a la calle. Es la calle la que lleva al alcohol", reflexiona Matilde Rivas, una vecina que colabora con la acampada: "En esta ciudad el alumbrado navide?o es un insulto para el que vive en la oscuridad de su propia tristeza".
Hasta hace muy poco en el coraz¨®n de Vigo persist¨ªa el mayor refugio de indigentes al margen de las Administraciones. Lo formaban el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, un enorme cascar¨®n que qued¨® en ruinas cuando revent¨® la burbuja inmobiliaria, y todas las casas del entorno, el llamado Barrio do Cura. Todo ese valioso territorio lo hab¨ªa comprado el exjugador ruso del Celta Valery Karpin, que proyectaba la mayor operaci¨®n urban¨ªstica del centro vigu¨¦s. Pero en m¨¢s de una d¨¦cada de problemas financieros, urban¨ªsticos y judiciales, el Barrio do Cura, coronado por el gran asilo, fue sirviendo de cobijo a los m¨¢s necesitados, parte de ellos toxic¨®manos, y a sus animales de compa?¨ªa (que no entran en los albergues oficiales).
All¨ª, tal y como denunciaron distintas ONG, murieron ocultas a los ojos de los ciudadanos varias personas. Al final, acab¨® tapi¨¢ndose. Con tanta prisa, cuenta Juan Carollo, que los de la empresa "dejaron a un hombre emparedado, durmiendo dentro" de uno de los edificios. Otro sin techo alert¨® a los obreros y "abrieron de nuevo un hueco" para rescatarlo. Ese agujero "nunca se volvi¨® a tapar" y "algunos a¨²n viven all¨ª".
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