Estas mujeres no quieren que les digan c¨®mo ser feministas
Cuatro mujeres de distinto origen, religi¨®n, raza, identidad de g¨¦nero y orientaci¨®n sexual explican por qu¨¦ creen que el movimiento no incluye sus reclamos
Hay algo que une a las cuatro protagonistas de esta historia: todas son feministas, pero no sienten que el movimiento las represente. O al menos no por completo. En su vida diaria no las discriminan solo por ser mujeres, sino tambi¨¦n por ser migrantes, no ser blancas o tener una orientaci¨®n sexual diferente. Consideran que el feminismo debe tener en cuenta estas cuestiones para abarcar las problem¨¢ticas de todas las mujeres. ¡°No se nos escucha y se nos dice c¨®mo tiene que ser nuestro feminismo¡±, dice la profesora Zenib Laari.
El debate no es nuevo. Ya en los a?os 80, la activista Angela Davis public¨® el libro Mujeres, raza y clase que criticaba c¨®mo el movimiento feminista dejaba sistem¨¢ticamente fuera a las mujeres afroamericanas y de clase baja. Y en las ¨²ltimas semanas el fraccionamiento del feminismo ha vuelto a estar de actualidad en Espa?a. Durante unas charlas organizadas por la escuela feminista Rosario Acu?a en Gij¨®n, la fil¨®sofa Amelia Valc¨¢rcel afirm¨® que la teor¨ªa queer es un ¡°troyano¡± que puede destruir la lucha por la igualdad de las mujeres. En seguida, la FELGTB la acus¨®?de marginar a las mujeres transexuales de la lucha feminista. D¨ªas despu¨¦s, la secretaria de Igualdad del PSOE y vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo, asegur¨® que el feminismo "no" es de "todas" sino que est¨¢ vinculado al pensamiento socialista.
La interseccionalidad es una forma de abordar este problema. El t¨¦rmino, acu?ado por la profesora de la Universidad de Columbia (EE UU) Kimberl¨¦ Williams Crenshaw, contempla que una mujer puede estar oprimida por distintos elementos. La profesora lo ejemplifica con una imagen muy concreta. Para ella, el racismo, el sexismo, el clasismo o la homofobia son ejes que atraviesan nuestra cultura. ¡°Pensad en calles que van del norte al sur y del este al oeste y que el tr¨¢fico es la discriminaci¨®n que las atraviesa. Algunas personas viven en esas intersecciones¡±. El problema se agrava cuando los movimientos sociales que apelan a esas personas solo tienen en cuenta una de esas intersecciones y obvian las dem¨¢s.
Hay un momento clave en el que el feminismo se fraccion¨®, para la artista y miembro de Afrogalegas Artemisa Semedo. Cuando a principios de los a?os veinte las sufragistas lograron el derecho a voto para la mujer en EE UU, las afroamericanas quedaron fuera. ¡°Ese voto solo lo lograron las mujeres blancas y de clase media. Cuando las feministas negras a¨²n estaban luchando por el reconocimiento de sus derechos b¨¢sicos¡±, afirma Semedo. Y tuvieron que esperar 45 a?os m¨¢s para que se eliminara la limitaci¨®n del derecho a voto de los negros. Para retratar ese comienzo del afrofeminismo, la publicista Georgina Marcelino emplea la c¨¦lebre frase de la activista negra Sojourner Truth: ¡°?Acaso no soy yo una mujer?¡±.
Tanto Georgina como Semedo creen que esa divisi¨®n sigue presente en el feminismo. Ninguna de las dos acudi¨® a la manifestaci¨®n del 8 de marzo porque sintieron que su presencia era requerida por distintos grupos feministas de una manera superficial. ¡°Nos invitaron a participar a ¨²ltima hora, para darle un toque de color a la marcha, pero no nos escucharon¡±, explica Semedo. A Artemisa le habr¨ªa gustado explicar que no se enfrenta a los mismos problemas una mujer espa?ola de clase media que una mujer migrante, negra, de clase baja, que no es heterosexual. Y a Georgina, que hace unas semanas moder¨® una mesa de debate en el Festival Antirracista que trataba este tema, le habr¨ªa gustado entender por qu¨¦, mientras algunas mujeres iban a la marcha, muchas de las que limpiaban sus casas y cuidaban a sus hijos no pudieron hacer paro.
Ana Mar¨ªa P¨¦rez del Campo, feminista pionera durante el franquismo y la transici¨®n, cree que el feminismo lucha contra la desigualdad con independencia de que la mujer sea pobre, rica, blanca o negra. "Las mujeres tenemos la lucha perdida desde que nacimos. Y dar la batalla es tener la capacidad de unirnos". Admite que el feminismo a¨²n no ha conquistado derechos al mismo nivel para todas las mujeres. "Ah¨ª esta la raz¨®n para seguir luchando por la igualdad", remata. Para Loola P¨¦rez, sex¨®loga y feminista, la cr¨ªtica de las mujeres pertenecientes a las minor¨ªas es l¨ªcita. "Las feministas que est¨¢n en el poder est¨¢n muy c¨®modas en sus sillones y a veces no les interesa tener en cuenta a otras mujeres", explica.
Zenib Laari, hija de marroqu¨ªes, se?ala que el feminismo hegem¨®nico no da cabida a las mujeres ¨¢rabes y/o musulmanas. ¡°No nos escuchan y nos dicen c¨®mo tiene que ser nuestro feminismo¡±. Un punto de controversia entre ambos feminismos es el uso del hiyab o velo isl¨¢mico. Algunas feministas, como la argelina Wassyla Tamzali, creen que llevar velo y ser feminista es incompatible. Y para Zenib, existe m¨¢s de un ¨²nico motivo para portar el velo. ¡°Muchas veces, en Europa, las mujeres musulmanas lo usan como un s¨ªmbolo de identidad por el que sufrimos discriminaci¨®n pero que dice qu¨¦ somos y qu¨¦ queremos ser¡±. Aunque Zenib no lo usa normalmente, fue con velo a la marcha del 8M para demandar un feminismo interseccional.
Otro de los motivos que la llev¨® a reflexionar sobre el alejamiento entre el feminismo y la comunidad ¨¢rabe fue el caso de la denuncia de abuso sexual y explotaci¨®n laboral de las temporeras marroqu¨ªes en los campos de la fresa de Huelva. "No se le dio la importancia que deb¨ªa porque eran mujeres analfabetas, migrantes y pobres", sentencia.
Fabiana Castro, una migrante mexicana y transexual, explica que su activismo se centra en buscar aliadas. Pese a que denuncia que en m¨²ltiples ocasiones ha sido excluida por no ser considerada mujer, o no se ha tenido en cuenta su realidad como mujer latina y migrante, cree firmemente en la sororidad como motor de progreso en los derechos de todas. ¡°Si se usan nuestras interseccionalidades como pretexto para apartarse, muy dif¨ªcilmente vamos a cambiar el mundo¡±.
Las cuatro coinciden en que el techo de cristal es un concepto que no les ata?e a las mujeres ¡®racializadas¡¯ porque para poder llegar a puestos de responsabilidad, primero tienen que resolver asuntos b¨¢sicos como el acceso a la vivienda, a un puesto de trabajo o a una regularizaci¨®n administrativa. Fabiana Castro cuenta que las mujeres transexuales tienen una tasa elevada de paro. Aunque ella estudi¨® Ciencias de la Comunicaci¨®n en su pa¨ªs, en Espa?a trabaja espor¨¢dicamente como limpiadora y en alguna ocasi¨®n se ha visto obligada a ejercer la prostituci¨®n. ¡°Algunas mujeres blancas, frente al techo de cristal, est¨¢n en el suelo. Nosotras estamos una serie de s¨®tanos por debajo del suelo¡±, concluye Marcelino.
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