La ruta del orgullo rural
Un autob¨²s recorre la Espa?a interior para tejer una red de colaboraci¨®n entre pueblos que combaten la despoblaci¨®n
Cuando el autob¨²s entra en el pueblo, un grupo de parroquianos est¨¢ sentado al fresco. Se habr¨¢ equivocado, dicen. Est¨¢ anocheciendo y la llegada del veh¨ªculo sorprende a estos vecinos de Urri¨¦s, un municipio de Zaragoza con 48 habitantes censados. Hasta aqu¨ª se llega por una carretera serpenteante y estrecha. La curiosidad aumenta cuando leen dos palabras escritas en uno de los laterales del veh¨ªculo: orgullo rural. De eso les sobra. La edad media ha bajado de 85 a 49 en poco m¨¢s de cuatro a?os. Por ello forma parte de esta ruta con m¨¢s de una veintena de paradas por la Espa?a interior, esa en la que cada vez hay m¨¢s ancianos y menos ni?os, pero que quiere dejar de vaciarse. Y se revuelve, y patalea, y reivindica su fuerza, sus recursos, su derecho a ser una opci¨®n de vida.
Lo han llamado el autob¨²s de la repoblaci¨®n. No pasa de los 80 kil¨®metros por hora, 50 en las cuestas, y desde principios de julio acumula ya m¨¢s de 4.000 kil¨®metros. ¡°Queremos crear sinergias, tejer una red de contactos entre los pueblos que se est¨¢n moviendo¡±, explica Roberto Ortega, director de comunicaci¨®n de El Hueco, una organizaci¨®n surgida hace ocho a?os en Soria para fomentar el emprendimiento social. As¨ª que se hinchan de orgullo rural y lo exhiben visitando a quienes, como ellos, no se han rendido. El viaje terminar¨¢ el 30 de octubre en Madrid. Antes, habr¨¢n ido a ferias, fiestas, festivales como el Sonorama o pueblos que organizan actividades coincidiendo con su llegada. Como en Urri¨¦s, donde prepararon unas jornadas para reunir a los vecinos de la comarca de Cinco Villas, a la que pertenecen. Un punto de partida para empezar a trabajar juntos, aprovechando los recursos que comparten, contagi¨¢ndose de optimismo. Adem¨¢s, se present¨® la tercera edici¨®n de Presura, la feria de repoblaci¨®n organizada por El Hueco y que se celebrar¨¢ en noviembre en Soria.
¡°La respuesta es espectacular. Si hace cinco a?os hubi¨¦ramos hecho esta ruta, la gente habr¨ªa dicho que nuestro objetivo es imposible¡±, sigue Ortega. ¡°El mundo rural se est¨¢ levantando. Estamos generando un movimiento social que no sabemos hasta d¨®nde llegar¨¢ pero ser¨¢ muy importante en los pr¨®ximos a?os¡±, sostiene. Pidieron prestado un autob¨²s urbano de Burgos que ya estaba jubilado. Buscaron patrocinios ¡ªde empresas como Bankia, Cesce, Red El¨¦ctrica de Espa?a o la Red Rural Nacional y la Fundaci¨®n Biodiversidad¡ª, lo tunearon y se lanzaron a la carretera.
En paradas como la de Urri¨¦s. Ortega baja del autob¨²s tras nueve horas de viaje, procedente de un pueblo de Palencia. Lo reciben con una cena a la que van gran parte de los censados en este municipio que se fund¨® en el a?o 921 y presume de tener la calle m¨¢s estrecha de Espa?a y la segunda de Europa. Pero tambi¨¦n muchos que regresan los fines de semana y en vacaciones. Juntos organizan jornadas culturales en las que reviven el Renacimiento, con caballos, con trajes de ¨¦poca, con teatro y banquete. ¡°En verano, cada fin de semana hay algo. En invierno, como m¨ªnimo una vez al mes¡±, explica H¨¦ctor Orduna, que tiene 31 a?os y desde hace uno trabaja all¨ª como alguacil. Mantener las zonas comunes. Vive con sus padres y su hermano. Le gustar¨ªa, alg¨²n d¨ªa, independizarse. Ese es uno de los puntos d¨¦biles de Urri¨¦s¡ y del mundo rural. Faltan casas. Aqu¨ª hay siete para alquilar, comprar o alojar a turistas, tres de ellas, del Ayuntamiento.
H¨¦ctor fue el ¨²ltimo ni?o que naci¨® en Urri¨¦s hasta que Aitor tom¨® el relevo, hace cuatro a?os. Es hijo de la pareja de treinta?eros que lleva el bar. Sus padres atienden a una quincena de personas entre la barra y la terraza. Justo al lado ha quedado aparcado el autob¨²s. El verano se nota. ¡°En invierno hay menos gente. Pero en los ¨²ltimos a?os el pueblo se ha revitalizado, nosotros s¨ª podemos vivir de esto¡±, asegura Cristina Clemente, madre del peque?o. Sus predecesores cerraron. Ella y su pareja, dise?adores gr¨¢ficos, cambiaron Barcelona, primero, y Pamplona, despu¨¦s, por Urri¨¦s. All¨ª tuvieron al ni?o. ¡°Alguna vez, cuando hay mucha gente, me ha comentado: ¡®Mam¨¢, diles que ma?ana no vengan¡±, bromea. Se ha acostumbrado a estar entre adultos. ¡°Ahora hay 10 menores todo el a?o¡±, presume Armando Soria, el alcalde, que ha revalidado el cargo present¨¢ndose con la Chunta Aragonesista. Explica que funcionan como concejo abierto: se re¨²nen los vecinos y toman decisiones. Hasta ahora, dice, todas por unanimidad.
Quieren, por ejemplo, construir un centro de d¨ªa en lo que fue un calabozo. Hay que aprovechar los espacios. ¡°A los mayores les cuesta pedir ayuda. Si hubiera un trabajador social aqu¨ª, ir¨ªa a ofrec¨¦rsela¡±, sostiene Soria. Desde 2015 han muerto tres de los m¨¢s ancianos, pero quedan vecinos como Conchita Alegre, de 92 a?os. Ella, que vivi¨® en la casa del herrero, donde trabajaba su hermano, y fue peluquera, dice que all¨ª ¡°hubo de todas las profesiones y ahora no queda de nada¡±. Sus andares encorvados y temblorosos, fruto del P¨¢rkinson, siguen recorriendo las calles empinadas del pueblo. La ayuda Liudmila Uydrina, una ucraniana de 62 a?os que se ha convertido en su sombra. Su cuidadora. Todos la llaman Mila.
¡°En los ¨²ltimos cuatro a?os han venido unas 20 personas a vivir¡±, afirma el alcalde. Aproximadamente la mitad del municipio es pensionista. El resto, a excepci¨®n de la pareja del bar y del alguacil, trabaja fuera. ¡°Nos hemos promocionado como un lugar para celebrar congresos. Pero adem¨¢s del turismo rural, queremos nuevos vecinos¡±, a?ade. Los ¨²ltimos en llegar han sido un matrimonio y sus tres ni?os, ¡°y son gente que resid¨ªa por la zona, que sabe lo que es un pueblo y de verdad quiere vivir aqu¨ª¡±, celebra Soria. ?l y su mujer tambi¨¦n est¨¢n deseando mudarse definitivamente, pero su trabajo como inform¨¢tico le hace pasar en Zaragoza m¨¢s horas de las que les gustar¨ªa. Hasta que por fin consigan trasladarse. Eso es lo que distingue a Urri¨¦s, cuenta. ¡°La uni¨®n y el v¨ªnculo de los vecinos. El entusiasmo¡±. El orgullo rural.
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