¡°Si nos permiten el desarrollo justo se acab¨® la emigraci¨®n¡±
La senegalesa Mariam Sow ha dedicado su vida a la promoci¨®n de la agroecolog¨ªa
Mariam Sow (Lerab¨¦, Senegal, 1953) es una mujer grande, de mirada despierta, vivaracha. En medio del torrente de ideas que expresa con esa lucidez de la gente de campo hay pocos resquicios. Su sencillez a prueba de cargos y reconocimientos la inmuniza contra la vanidad, pero de los pilares de sus convicciones, labrados en una vida de trabajo sin fin, es dif¨ªcil descabalgarla. Vestida siempre con su traje tradicional y un tocado bajo el que asoman unas trenzas blanqueadas por el tiempo, con los huesos cansados por la molienda de la pelea, acusa. A los pol¨ªticos africanos, a las multinacionales, a la indiferencia. ¡°La tierra es nuestra madre. Si no la cuidamos lo perderemos todo¡±, asegura.
Largo ha sido el camino para la ni?a hija de agricultores de la regi¨®n del Fouta, en el norte de Senegal, que solo empez¨® a ir a la escuela cuando abrieron una en su pueblo y que hoy es la l¨ªder del movimiento campesino senegal¨¦s que m¨¢s ha luchado contra los pesticidas, el robo de tierras a las comunidades o la desertizaci¨®n. Un camino largo y lleno de curvas: con solo nueve a?os ya estaba prometida. Nada fuera de lo normal en aquel tiempo y lugar. ¡°Mi hermano mayor Boly, entonces joven profesor, hab¨ªa visto mis cuadernos y sab¨ªa que ten¨ªa potencial. As¨ª que, ante el temor de que si me quedaba con la familia se aceleraran los planes de boda, me llev¨® con ¨¦l a Ronkh, un pueblo de Dagana, donde pude seguir mis estudios. Se lo he agradecido toda la vida¡±, asegura Sow.
Tras terminar la Secundaria, con 19 a?os, se convirti¨® en monitora de la Asociaci¨®n Nacional de Casas Familiares Rurales y empez¨® a recorrer los pueblos haciendo encuestas sobre temas como salud, agricultura o ganader¨ªa. ¡°Yo ven¨ªa de la protecci¨®n y la ingenuidad de ser ni?a en una gran familia. Pero cuando sal¨ª al mundo vi la marginalizaci¨®n de las mujeres, ellas cargaban sobre sus hombros el trabajo concreto, pero eran los hombres quienes ten¨ªan el poder. A m¨ª me mandaban a las casas a coser y ayudar en las tareas del hogar, pero aquello no pod¨ªa ser la soluci¨®n¡±, explica Sow, quien entonces decidi¨® que hab¨ªa que actuar.
¡°Propuse a las mujeres que hablaran con los hombres, que fueran a los espacios reservados para ellos y los ocuparan, que se hicieran fuertes, que compartieran sus ideas¡±, a?ade. En el campo senegal¨¦s de los a?os setenta esto supon¨ªa revertir el orden natural. ¡°Esta lucha contin¨²a¡±, asegura hoy sentada en su modesta oficina en pleno centro de Dakar. ¡°Es verdad que las cosas han cambiado mucho, pero en el medio rural hay quienes siguen decidiendo por ellas o pensando que las ni?as solo est¨¢n para casarse y no se les permite desarrollar sus capacidades¡±. Pueblo a pueblo, comunidad a comunidad, la joven Mariam Sow iba cambiando las cosas. Hasta que la ONG africana Enda Tiers Monde, con sede en Senegal, toc¨® a su puerta en 1983.
Enda Pronat, la rama ambiental de este colectivo, uno de las m¨¢s importantes del continente, hab¨ªa iniciado ya su lucha contra los pesticidas y los abonos qu¨ªmicos. Sus dirigentes quedaron fascinados con el enfoque de Sow, con su fuerza, con su capacidad para implicar a comunidades enteras para, desde sus propios valores y hablando en su propio idioma, aprender a desechar los h¨¢bitos perniciosos. ¡°Nadie me tuvo que explicar demasiado, yo crec¨ª en el mundo rural, de manera intuitiva sab¨ªa de sus problemas. Pero los puse a una escala superior. Descubr¨ª el da?o de los pesticidas, pero tambi¨¦n el modelo de explotaci¨®n de recursos introducido por el colonizador que destroza el medio natural talando ¨¢rboles, apostando por el monocultivo y contribuyendo a la desertizaci¨®n¡±.
En 1990, Sow conoce al fil¨®sofo franc¨¦s de origen argelino Pierre Rabhi, uno de los padres del agroecologismo, durante una formaci¨®n de dos meses en Montpellier. ¡°Me di cuenta de que el enfoque ten¨ªa que ser global, que no era solo luchar contra los pesticidas o hacer compost, sino que hab¨ªa que proponer otra manera de producir y consumir, trabajando muy pegado a la comunidad y respetando el ecosistema¡±, recuerda. Cuatro a?os m¨¢s tarde, Enda organiza un taller en Senegal y trae a una veintena de ingenieros agr¨®nomos de toda ?frica. ¡°Los pusimos junto a 60 campesinos. Pasamos un mes juntos, codo con codo, y aprendimos que solo quienes viven y trabajan la tierra pueden saber qu¨¦ es la agroecolog¨ªa, que se trata de un proyecto de vida, de sociedad¡±, explica Sow.
En 1996, esta curtida mujer que ven¨ªa del norte lleg¨® a la coordinaci¨®n de Enda Pronat con el objetivo de promover una agricultura sana y sostenible. ¡°Muchos se preguntaron si iba a estar a la altura, pero yo me puse manos a la obra. Entr¨¦ tambi¨¦n en la gesti¨®n. Hab¨ªa que cambiar el r¨¦gimen de propiedad, las mujeres ten¨ªan que acceder a la tierra¡±. Y ah¨ª se top¨® con el acaparamiento de amplias parcelas por parte de Gobiernos y grandes empresas, con el agrobusiness, con la conversi¨®n de miles de agricultores senegaleses en jornaleros. ¡°Esa batalla tambi¨¦n contin¨²a y hemos conseguido unas cuantas victorias. Lo bueno es que hoy son los propios campesinos quienes protestan o van a la justicia, ya no esperan a Enda para hacerlo¡±, concluye.
Para Sow, el eje ecol¨®gico est¨¢ siempre presente. ¡°El uso de productos qu¨ªmicos, la agricultura intensiva y el monocultivo siguen siendo una amenaza. Eso destroza la tierra y amenaza al medio ambiente. Pero esa es la receta del Banco Mundial que aceptan nuestros Gobiernos. El d¨ªa que Europa y el G7 y todos esos clubs de pa¨ªses ricos permitan que tengamos un desarrollo justo e igualitario, que nuestra agricultura y nuestra pesca sean protegidas, cuando se restablezca el equilibrio de nuestros ecosistemas, ese d¨ªa quiz¨¢s se acabe la sangr¨ªa de la emigraci¨®n que tanto dicen combatir¡±, reflexiona la que hoy es responsable de Enda Tiers Monde.
Senegal, como otros pa¨ªses africanos, tiene hoy puestas parte de sus esperanzas en el reciente descubrimiento de gas y petr¨®leo frente a sus costas. Pero Mariam Sow lanza una advertencia. ¡°S¨ª, pueden crear riqueza, pero esos recursos duran un tiempo limitado. La tierra, al igual que el mar, estar¨¢ siempre ah¨ª. Es nuestra madre, si la olvidamos, la vendemos a los extranjeros o no la cuidamos, lo perderemos todo¡±. Mariam Sow sabe que su lucha no acaba con ella. Estos d¨ªas, un poco constipada, anda inmersa en nuevos proyectos, en la construcci¨®n de huertos, en visitas a terreno con el ministro, en preparar su propio relevo. M¨¢s sabia, m¨¢s reflexiva y llena de cicatrices, pero con la misma energ¨ªa de siempre.
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