Perros contra ni?os
Se empieza a mirar con envidia a quien tiene mascota, mal a los que sacan a los hijos a que les d¨¦ el aire. De seguir as¨ª, los vecinos avispados empezar¨¢n a alquilar los animales por horas
Dentro del horror y el dolor, estos d¨ªas que vivimos son ¨²nicos y fascinantes, creo que todos nos damos cuenta. Todo es nuevo, son nuevas las reglas, in¨¦ditos los comportamientos, intrigantes las reacciones, incierto el porvenir. Lo m¨¢s extra?o es el silencio de la ciudad, un silencio de pueblo. Es realmente sorprendente, como si a Madrid le hubieran puesto dolby y lograra una pureza de silencio m¨¢s n¨ªtida, sin ruido de fondo. Es ahora cuando nos damos cuenta del ruido de fondo que es la normalidad. Es un silencio de naturaleza salvaje entre edificios y sem¨¢foros, y sin animales, a¨²n m¨¢s silencioso. De pronto se oyen las campanas a lo lejos, parece otra ¨¦poca, como eran las ciudades sin coches. Ahora vivimos todos en la Espa?a vac¨ªa, aunque la que estaba vac¨ªa antes estar¨¢ a¨²n peor.
Hablamos por tel¨¦fono con amigos de la calle de al lado como si estuvi¨¦ramos en pa¨ªses distintos. De repente, piensas por primera vez que no sabes cu¨¢ndo volver¨¢s a verte, como si todo el mundo se hubiera ido de viaje. Cada conversaci¨®n te sirve para conocer historias de otros conocidos, de otra gente. Lo que est¨¢ pasando ya circula en forma de peque?as historias subterr¨¢neas y es dif¨ªcil captar las grandes l¨ªneas generales. Y en esas historias hay algo en com¨²n, ¨²nico en sus particulares: al pararse la vida de repente, un corte radical en la realidad, a cada uno le ha pillado en una situaci¨®n distinta. Vidas congeladas al azar, suspendidas en un instante. He sabido de personas a las que esto les ha tocado con una obra en casa, sin cocina y sin ba?o; a punto de cambiar de hogar y empezar una mudanza; con el coche en el taller, que se queda ah¨ª hasta nueva orden; parejas apenas separadas o divorciadas, y ahora obligadas a vivir encerradas; otras ya separadas que ahora tienen un l¨ªo con los ni?os, porque uno se los queda y el otro ya no los puede ver; personas que esperaban un trasplante que justo ahora se pospone.
Comienzan subtramas de pol¨¦mica y cabreo, pero todo ocurre tras las paredes, en comentarios al tel¨¦fono, en mensajes de grupos de WhatsApp, en redes sociales. Descubres peque?os dramas que no hab¨ªas imaginado con gente que llama a la radio. Hay personas indignadas porque las obligan a trabajar, por ejemplo, en el Registro de la Propiedad. Relatos de quien cae enfermo por otra cosa pero en urgencias le aconsejan volver otro d¨ªa. Empresas donde se apelotonan empleados y solo dan la opci¨®n de irse a casa con permiso sin sueldo.
Ayer tom¨® auge el malestar de las familias con ni?os. A un amigo lo llegaron a insultar en un parque cuando sali¨® con sus hijos a que les diera media hora el aire. Pero, se quejaba ¨¦l, aquello estaba lleno de gente paseando al perro tranquilamente. Y no diez minutos, lo justito para que el animal hiciera sus necesidades y volver a casa. No, era salir a pasear, pero es que nadie cronometra claro. Eso no vale, dice mi amigo. Una mujer de Barcelona protestaba ayer en Twitter: ¡°He ido al supermercado con mi hijo y en dos no me han dejado entrar porque: ¡®Prohibido ni?os¡¯. ?Qu¨¦ se supone que tenemos que hacer las que no tenemos ayuda de nadie? ?Dejarlos solos en casa? ?Con la vecina de 80 a?os?¡±.
Tambi¨¦n se han quejado enfermos a quienes aconsejan andar 45 minutos al d¨ªa y los tienen que hacer en su pasillo. Un amigo asegura que un se?or que conoce se hace ya de forma rutinaria seis kil¨®metros de la cocina al sal¨®n, yendo y viniendo. Se empieza a mirar con envidia a quien tiene perro, mal a los que sacan al ni?o.
Me imagino ya que se van creando dos bandos en la ciudad: los que tienen ni?os y los que tienen perros. Se odian y empiezan a hacer pintadas acusatorias en las puertas, con incursiones nocturnas clandestinas. Al poco tiempo se convierte en una cuesti¨®n pol¨ªtica: la derecha apoya a la facci¨®n de los ni?os (ahora no pueden pedir pin parental, ya los tienen controlados en casa); la izquierda, defiende a la de los animales. Trat¨¢ndose de Espa?a, hay gente con ni?os y perro que es la que peor lo tiene, los critican de los dos lados. Convertidos los perros en salvoconducto para pasear libremente, su precio se dispara. Empiezan a venderse en un servicio especial de Amazon y te lo llevan a casa. En las comunidades de vecinos, el que tiene perro lo alquila por horas a los dem¨¢s. Al final los perros est¨¢n deseando estar tranquilos en casa. Se niegan a salir, aprenden a hacerlo en el ba?o.
Informaci¨®n sobre el coronavirus
- Aqu¨ª puede seguir la ¨²ltima hora sobre la evoluci¨®n de la pandemia
- El mapa del coronavirus: as¨ª crecen los casos d¨ªa a d¨ªa y pa¨ªs por pa¨ªs
- Gu¨ªa de actuaci¨®n ante la enfermedad
- En caso de tener s¨ªntomas, estos son los tel¨¦fonos que se han habilitado en cada comunidad
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.